Y luego Raúl Castro dice que en Cuba no hay problemas de matonismo ni de drogas, que todo es tranquilo en el “paraíso del proletariado”.
El artículo que reproducimos refleja, en una figura, la realidad de la actividad delictiva existente en Cuba y del uso de drogas, y violencia familiar.
Lázaro Guapería
Adolfo Pablo Borrazá
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Lázaro Ramos es un hombre de cuarenta años. Su baja estatura y su delgadez lo hacen aparentar menos edad. Se crió en Juanelo, unos de los barrios marginales más “calientes” de la capital, donde creció entre la violencia y las drogas. Su familia, de clase baja, no pudo controlarlo, debido al violento carácter que mostró desde pequeño. Sus padres se divorciaron por razones que el desconoce, pero dice que eso nunca lo afectó.
A los trece años cometió su primera fechoría, y fue a parar a la prisión de menores conocida como El Combinadito, al este de la Habana. Desde entonces, la cárcel ha sido su casa la mayor parte del tiempo.
Desde pequeño, siempre se metió en problemas y peleas; no había bronca en el barrio en la que Lazarito no estuviera metido. Sus enemigos le temían. Aunque era pequeño, nunca demostró sentir miedo. En el barrio le decían “Lázaro Guapería”.
Una vez estuvo a punto de perder la vida. Tuvo un problema en Jacomino, un barrio adyacente, y vinieron a cobrársela con revólver al cinto. Gracias a los que lo rodeábamos, y a las mujeres que allí estaban, se libró de los balazos.
Como es un hombre bien parecido, nunca le faltó una mujer; pero Lázaro no sabe tratarlas. Le gusta golpearlas, sobre todo cuando está drogado. Es un Don Juan, sólo que violento y déspota.
Lázaro tiene tres hermanas que viven en Miami y están locas por sacarlo de Cuba, pero con sus antecedentes penales es muy difícil que le concedan una visa.
Una vez intentaron sacarlo del país clandestinamente, en una lancha rápida. El día que la lancha llegó a Cuba, a recogerlo, Lazarito había caído preso por darle una paliza a su mujer. Las hermanas se enfurecieron y decidieron no hacer nada más por él.
Lázaro tiene un hijo que es su alter ego. Con quince años recibió una puñalada que casi le cuesta la vida. Las tías, desde el norte, andan buscando la manera de que el muchacho no se eche a perder como el padre. Le enviaron 5.000 dólares para que saliera por Ecuador y el joven se los gastó en mujeres, ron y pastillas.
El muchacho dice que lo que más desea es estar con su padre en la prisión, para juntos “mandar allá dentro”. Lázaro saldrá de prisión dentro de poco. Quizás su hijo ocupe su lugar. O tal vez pronto estén juntos, mandando allá dentro, como sueña el heredero.
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