Michel Suárez. DIARIO DE CUBA
Cada vez que el castrismo hace de las
suyas, los políticos cubanoamericanos aprovechan para despachar lo que parece
ser la única munición de su carcaj: la suspensión de los viajes y las remesas.
Es decir, retomar las medidas que afectan a las familias a ambos lados del
Estrecho, pero escasamente al régimen de La Habana.
Llama la atención que a los
conservadores, defensores históricos de los valores familiares, no se les
ocurra otra cosa que joder un poco más a los jodidos.
El republicano Marco Rubio, miembro
del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, ha pedido a la Administración
Obama que anule "de inmediato" su decisión de flexibilizar las
restricciones de viajes y remesas a la Isla, después del hallazgo de
equipamiento militar cubano en el buque norcoreano Chong Chon Gang.
Cuando el senador exige el retorno de
dichas restricciones, echa mano a la fórmula más facilista, ineficiente y
cruel. ¿Afectaría su propuesta a la familia Castro, a los militares y a las
elites de la dictadura? En modo alguno. Primero se debilitarían los cuentapropistas,
los independientes y hasta la disidencia. Y, a pesar de la asfixiante situación
económica, el Estado totalitario resistiría.
Va siendo hora de que los políticos
cubanoamericanos sean más ingeniosos en sus propuestas. Sugerir a Obama la convocatoria
del Consejo de Seguridad de la ONU es una acción bien encaminada, por el
impacto político internacional que ello supone, pero el reclamo estrella en
materia cubana es siempre el mismo.
¿Por qué los legisladores
cubanoamericanos no presentan un plan para que Radio-TV Martí transmita desde
la Base Naval de Guantánamo? ¿Qué esperan para impulsar una ley que evite que
los hijos de dictadores reciban visas de EEUU? ¿Para cuándo una ofensiva
política sobre Cuba en América Latina? ¿Ya se han reunido con Google para
sondear un proyecto de internet satelital?
Lo fácil y rápido es cortar los
vínculos pueblo a pueblo y hacer pagar los platos rotos a los de siempre. Esto
no tiene otro nombre que política en minúsculas. Lo que se le exige a Obama es
un sinsentido democrático, porque nadie tiene derecho a vigilar las billeteras
de los cubanoamericanos, ni los destinos del mundo en que posan sus pies.
Dichos representantes y senadores han
ganado las elecciones en buena lid, han defendido coherentemente los intereses
de sus votantes y representan el triunfo del talento cubano en EEUU, como
ninguna otra minoría étnica. Nadie pretende restarle sus méritos. Pero cuando
se trata de Cuba, parecen conformarse — y también sus electores — con la
mediocridad de martirizar al más débil.
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