Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Not guilty. No culpable no es lo mismo
que inocente. A Zimmerman no se le encontró culpable, punto, y es una decisión
que nos debe dejar serenos.
Rechazar lo juzgado es alimentar el
descontento de gente que se siente maltratada por la ley. Vale criticar, sí,
pero si la crítica alienta la expresión física del resentimiento, esa crítica
es otro crimen en potencia. Por otro lado, alegrarse del resultado sería
insultar la memoria del jovencito de 17 años, todavía de muchas maneras niño,
que salió a comprar caramelos y soda y resultó muerto en el proceso.
Ha sido un caso complicado, primero
porque en él se mezclaron el derecho a defenderse, el derecho a las armas y
nuestros prejuicios raciales, culturales y sociales. En segundo lugar porque la
verdad, siendo única, una y nada más que una, también es individual y cada uno
tiene su verdad. Es una paradoja. La verdad es una y cambia de persona en
persona.
En este juicio hubo dos verdades, la
de Zimmerman y la del difunto, lo que lleva a la tercera razón por la que este
caso fue tan complicado. En nuestro sistema judicial cabe solo una verdad, la
de uno o la del otro, y en la vida las cosas no son así. Vivimos con verdades
entreveradas, pero los tribunales exigen separarlas y que se declare la
supremacía de una y solo una de ellas, nada más. Veritas prima, la primera
verdad, eso es lo que busca la justicia, y en caso de duda ninguna verdad es
mejor que una verdad ‘insegura’. ¿Y las otras verdades? En nuestro sistema cabe
solo una.
La verdad de Zimmerman es su verdad,
así haya sido pintada y definida por él. Su verdad sobre su actuación en
defensa propia se fundamenta en que Trayvon Martin le pegó un puño en la nariz,
lo echó al suelo y comenzó a golpear su cabeza en el cemento, por lo que tuvo
que dispararle. Su verdad es válida y debe ser aceptada siempre y cuando sea
verdadera. Parecerá redundancia, eso de verdad verdadera, pero el mundo está
lleno de verdades fingidas y ficticias.
La verdad de Trayvon Martin,
interpretada por la fiscalía, se fundamenta en que un adolescente de 17 años,
todavía de muchas maneras niño, tiene derecho a regresar de la bodega del
vecindario sin ser seguido por alguien que asuma que es un maleante por caminar
siendo negro y con capucha en una temprana noche lluviosa. Ese alguien que lo
siguió, Zimmerman, estaba como vigilante armado en espera de gente sospechosa.
El solo veredicto de no culpable no le
va a garantizar mucha tranquilidad al acusado, que posiblemente arrastre lo
ocurrido hasta el fin de sus días. Para librarse de su peso necesitará abrazar
su verdad y perdonarse a sí mismo por su parte en lo ocurrido. Si lo ha hecho,
enhorabuena. Si no, no le será fácil.
El asesino de Harvey Milk y el alcalde
Moscone en el San Francisco de 1978, fue declarado inocente de los cargos
principales y cuando salió se suicidó. No pudo aceptar su propia verdad y
perdonarse. Zimmerman necesita su propia verdad y perdón.
La vida no es un juego donde de unos
imponen su verdad sobre otros, pero eso es lo que hacemos o tratamos de hacer.
Peor aún, las que más tratamos de imponer son verdades fingidas en el
sentimiento y ficticias en su esquema verbal.
Fingir y crear una ficción no es lo
mismo que filtrar la verdad. El filtro es inevitable porque percibimos todo a
través nuestro. Somos el filtro. Sincero es sin-ser, sin el filtro de nuestro
ser, casi un imposible… casi. Nuestra realidad es una mezcla de lo que es y lo
que percibimos. Nos proyectamos sobre la realidad y la hacemos nuestra. Somos
complicados y muchos somos prisioneros de nuestras proyecciones.
Luego, y hablando de la realidad, el
siguiente comentario fue hecho tras el veredicto: “I want to know what makes people angry enough to attack someone the way
Trayvon Martin did”. “Quiero saber que enoja tanto a una persona para que
ataque a otra de la manera como lo hizo Trayvon Martin.” Hello, reality check,
como dicen en inglés. Despierten, vuelvan a la realidad. Ese comentario, así de
destemplado e irreal, lo dio Robert Zimmerman, hermano de George, a Don Lemon
de CNN. Debe haberse originado en alguna realidad alterna.
El not
guilty es importante, pero para Zimmerman tendrá más importancia el juicio
que él pase sobre sí mismo. De poco le servirá el not guilty si su verdad es
ficticia y fingida. Ficticia y fingida para él, no para los demás. Él es el que
cuenta en su exoneración, y nadie anda libre de sí mismo sin tener abiertas las
puertas de su verdad.
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