A Dios gracias en
Venezuela no hay hoy día caudillos en el buen sentido de la expresión, es
decir, no existe un personaje de profesión militar mandón y clásico que
anteponga sus intereses personales sobre los colectivos. Hay algo peor, y es la
intención de verse protagonista pretendiendo ser caudillo por imitación
Gustavo Briceño Vivas. EL UNIVERSAL
¿Qué son los caudillos en sociedades
donde se desarrollan procesos de convivencia social? ¿Qué implica que un
determinado personaje de la política asume la conducción de liderar un
movimiento social? Pues bien, estas interrogantes son siempre acordadas en el
marco de un país en constante contradicción. Venezuela es un país harto de
tener caudillos que han intentado solventar las dificultades de la gente. Ha
habido caudillos en Venezuela.
¿Fue Rómulo Betancourt un caudillo en
el buen sentido del término? Para quien esto escribe, don Rómulo Betancourt fue
más que un caudillo un líder, por cuanto luchó por establecer una democracia
representativa en Venezuela. El liderazgo es una conducción democrática mas no
es la propia conducción de un caudillo. Si se quiere, caudillo, es una palabra
antidemocrática, por cuanto busca liderar una guía atendiendo más a sus
elementos personales que a sus aspectos sociales o colectivos. Por lo general,
un caudillo, es un hecho social impuesto por las circunstancias, más por las
necesidades de la gente que por la conducción racional de un momento de la
historia. En nuestros países, las diferencias las han marcado los caudillos, y
en todos, detrás de los caudillos, se persigue un pueblo carente de niveles de
vida aceptables y satisfactorios, por ello, el caudillismo como fenómeno,
además de ser una persona que alienta satisfacer instintos personales, conduce
a la sociedad al atraso y al subdesarrollo. El término "caudillo" es
muy vinculado a lo militar, y así se ha hablado históricamente de caudillos que
han conducido batallas y guerras, por ejemplo en el pasado siglo XIX
venezolano, de Páez en adelante. Cuando atribuyo el ejemplo de Rómulo
Betancourt reluzco el caso de una actuación anticaudillo, más inclinado a ser
un líder amplio que buscó siempre la instalación de un sistema democrático de
comportamiento representativo, que una conducción personal e irracional. Quiere
decir, que la democracia es un valor muy estimado para una conducción colectiva
y no personal. Esto es, un liderazgo
racional más que un caudillismo emocional.
A Dios gracias en Venezuela no hay hoy
día caudillos en el buen sentido de la expresión, es decir, no existe un
personaje de profesión militar mandón y clásico que anteponga sus intereses
personales sobre los colectivos. Hay algo peor, y es la intención de verse
protagonista pretendiendo ser caudillo por imitación, lo cual aborrece más el
término y provoca más desesperanza en el sentir de todos los venezolanos. El
último caudillo venezolano fue el fallecido presidente, de verdad lo fue, y por
ello es la razón de que nuestro país muestra ante los ojos del mundo un atraso
en materia social y en vida económica.
El papel de los caudillos, ha
oscurecido el diagrama de los pueblos latinoamericanos hasta términos
incuantificables, en otras palabras, los caudillos han contribuido a que el
ideal democrático no se instale ni florezca en la sociedad que aspiramos. Aquí
existe un problema de fondo, para lo cual de solo pensarlo, me produce angustia
y desconsuelo. Será ciertamente que el caudillo es consecuencia de la
combinación perfecta entre un pueblo de escaso desarrollo y un personaje que
depende de ello. La lucha es desde luego sin tregua por el porvenir de la
democracia. Lo curioso es que los demócratas convenimos en una Constitución que
alcanza al menos en lo teórico un ideal donde el respeto a los derechos es la
consigna a buscar. El caudillismo es un mal innecesario, la cultura democrática
se impone de nuevo como un arma esencial para contrarrestar la sumisión que
provocan los caudillos en las sociedades atrasadas, es urgente pues, la
imposición de la armonía. Así los caudillos irán desapareciendo al solo comprobar
el adelanto de la sociedad en constante progreso.
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