sábado, 27 de julio de 2013

La fiesta debe terminar


Francisco Olivares. EL UNIVERSAL
 

Cuando se viaja por las carreteras del país lo que más sobresale es la cantidad de propaganda desplegada por las carreteras con imágenes de Nicolás Maduro, de Hugo Chávez y los respectivos gobernadores y alcaldes rojos, según la región por la que se transita. Tales iconos se despliegan sin pudor sobre los escombros de obras que nunca culminan, a un lado de las estrechas vías construidas hace 30 años, que llenas de huecos, basura acumulada y polvo, contrastan con los mensajes de la patria nueva, de independencias heroicas y hasta del segundo libertador. Un Chávez joven y sonriente, siempre apuntando su dedo hacia el infinito indica un futuro imaginario que nunca llegó. A su lado no falta Maduro esgrimiendo la sentencia que lo certifica como legítimo heredero. ¿Heredero de qué?

El país ha experimentado los primeros 100 días de gestión de Nicolás Maduro con una inflación que cierra en 25% en el primer semestre. Esa es una realidad inobjetable para el ciudadano común que no puede ser escondida tras la exacerbación militarista, los atentados imaginarios y la lluvia de propaganda. Ya la gente se da cuenta que la escasez, la inflación y la paralización tienen su sello en las políticas de controles y expropiaciones que impuso el Gobierno en estos 14 años. La dirigencia no sabe cómo salir de la emboscada que se produjo a sí misma pero un sector del chavismo, al estilo Samán, presiona en aplicar soluciones con las mismas políticas que llevaron al Gobierno a este callejón sin salida.

Arreaza, Ramírez, Cabello y Porras viajan desesperados a China a buscar dinero fresco que alivie la situación, pero los chinos, principales exponentes del capitalismo salvaje, no creen en ideologías sino en la filosofía aquella de "plata en mano".

Maduro celebra su boda codeado con altos empresarios y luego viaja a Cuba a buscar orientación mientras internamente las presiones sobre él van en aumento: me radicalizo o abro un poco la economía. Un tiro para el capitalismo y otro para la revolución.

El desangre económico también tiene otra pata: la corrupción. Maduro anuncia su plan secreto para combatirla pero ésta solo toca a los pequeños. Los grandes corruptos han formado una nueva clase propietaria cuya riqueza no se puede ocultar. Allí están los jefes del PSUV, alcaldes, gobernadores, jefes militares, empresarios y banqueros. Están comprando medio país, incluyendo medios de comunicación. Sus aliados son los grandes propietarios rusos, chinos, brasileños y argentinos. Cualquier obra que se les contrata cuesta tres veces más al costo real. Ya no hay petróleo para tanto gasto. Un pequeño sector del Gobierno sabe que hay que hacer cambios y que la fiesta debe terminar.

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