martes, 9 de julio de 2013

Snowden: entre grandes y pequeños hermanos



Roberto Giusti. EL UNIVERSAL
 

Que Rusia haya sido el país donde ha recalado, por ahora, Edward Snowden no deja de resultar una paradoja. Que sean países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y/o Nicaragua, los únicos del planeta que expresaron, en diferentes momentos, su disposición de acoger esa papa caliente, confirman el contrasentido. Y no hace falta estar muy bien informado para establecer que todos esos países sostienen en común, unos con sus más, otros con sus menos, una orgánica y sistemática cruzada contra el libre flujo de la información. Pero paradoja también es que el país de las libertades y del respeto a los derechos humanos haya sido pillado in fraganti metiendo la nariz en los "metadatos" de millones de norteamericanos, así como en las comunicaciones de internautas de todo el mundo.

Primera conclusión: el episodio Snowden corrobora la certeza de que todo el mundo espía a todo el mundo (una verdadera perogrullada), pero, sobre todo, pone al descubierto la gigantesca escala a la cual se ha llegado gracias al desarrollo de la tecnología aplicada a las comunicaciones. La tercera, es que nadie está a salvo del implacable escudriñamiento al cual nos vemos sometidos todos los seres humanos, porque hasta un niño con un celular se convierte en potencial agente secreto o reportero espontáneo. La cuarta es que a pesar del combate encarnizado contra el derecho a la intimidad, los medios masivos de comunicación (y no sólo los dirigidos desde empresas) han convertido la contrainformación en un arma masiva de uso habitual. Así, a pesar de que ahora se dispone de una cantidad de información real como nunca antes se tuvo, en cantidad e instantaneidad imposible de digerir, la otra, la manipulada, la sesgada y elaborada, ha llegado a niveles que harían salivar de gusto al doctor Goebbels.

La última de las paradojas, como consecuencia de las anteriores, son los curiosos lazos que identifican el caso Assange con el episodio Snowden. Así, mientras el primero pone al descubierto documentos del Departamento de Estado que en buena medida podrían ser de dominio público, convirtiendo así al Estado en "víctima" del espionaje, el segundo revela cómo "la víctima" se convierte en victimario en nombre de la seguridad de todo un país.

Que los rusos históricamente han sofocado la libertad de información, que los chinos no se queden atrás en esa materia; que Correa sea un déspota incapaz de escuchar la palabra "medios" sin entrar en shock; que Chávez haya cerrado televisoras y emisoras de radio y que Maduro condene el mismo espionaje del cual se sirve para sus fines políticos, son algunas de las razones que, ya muy tarde, debe estar sopesando Snowden, quien ahora pasa a ser, por fuerza de los hechos, el "cautivo Snowden".

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