Alejandro Armengol. Blog CUADERNO DE CUBA
¿Dónde está el libro? ¿En qué lugar se
encuentra la cuartilla? ¿Existe un pedazo de bolsa de papel, una tarjeta
amarillenta, un garabato que recoja el pensamiento del desaparecido presidente
venezolano Hugo Chávez? No. Si Nicolás Maduro acaba de crear el Instituto de
Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Hugo Chávez, no solo se empeña en
un título pomposo y carente de sustancia, sino que pretende la edificación de
una institución que solo servirá para la corruptela típica de su gobierno. Lo
demás es ruido y rumor, bullicio de esquina, gritería trasnochada.
De acuerdo a Maduro, la institución
tendrá a su cargo el “ejercer la rectoría para profundizar el estudio y la
difusión del pensamiento y los valores” del líder de la autoproclamada
Revolución Bolivariana.
¿Y qué hizo Chávez para merecer eso?
La pregunta se refiere no al hecho de ganar elecciones, ejercer el poder o
controlar la producción petrolera del país. Porque de lo que se trata es de
estudiar el pensamiento, las ideas del fallecido. ¿Dónde están esas ideas? Pues
en realidad en parte alguna. Ese mejunje que se llama “Socialismo del Siglo
XXI” no puede aspirar siguiera a ser considerado retahíla de nombres. Es
simplemente una frase vacía, una amalgama con la cual intentó acuñar su sistema
de gobierno e ideología.
Porque si algún legado contiene el
chavismo, es ser una idolatría típica latinoamericana, que no llega a mucho y
es incapaz de acciones decisivas.
Chávez, que siempre se creyó el
continuador de Simón Bolívar e imitó a Fidel Castro hasta en el enfermarse, fue
sólo la versión masculina de Eva Perón. Mucha fanfarria y poca esencia. Migajas
a los pobres y delirios de grandeza. Un carisma que obedece a circunstancias
políticas e históricas, y gestos altisonantes.
Al igual que con Evita, un cáncer se
interpuso en una carrera política marcada
por baños de multitudes.
Sin embargo, a diferencia de Eva
Perón, que siempre fue el poder tras el trono, alguien a quien acudir en busca
de favores, un medio para llegar al jefe, Chávez representó la versión
actualizada del caudillo.
Si de alguna forma se puede
categorizar a Chávez, es en la figura del mandamás, quien recibía los reclamos,
las súplicas, las peticiones simples y absurdas; una persona caprichosa y
volátil, despiadada e injusta: un ser humano que actuaba con la omnipotencia de
un dios y aspiraba a convertirse en mito, a continuar cercano y presente en
Latinoamérica con un mandato hasta el
2030, año en el que se cumplen 200 años de la muerte de Simón Bolívar.
El nuevo instituto será, sobre todo,
un centro de corrupción. El hermano mayor de Chávez, Adan, actual gobernador de
Barinas, estado natal del fallecido mandatario, es el director de la
institución.
Como viene haciendo con otros
familiares de Chávez — las hijas de éste aún en la casa presidencial —, Maduro
prosigue con su táctica exitosa de comprar a los parientes. Va mucha distancia
entre el Adán Chávez, que alguna vez se pensó sucedería a su hermano, y este de
ahora.
No se sabe si este nuevo centro
sustituirá o absorberá al Centro Internacional Francisco de Miranda, que hasta
ahora se ha encargado de intentar ofrecer un sustento ideológico al proceso
venezolano.
Por lo pronto, lo único que parece
probable es que el centro será utilizado como un instrumento de control.
“Necesitamos
ordenar correctamente los homenajes que se le rinden al comandante Hugo Chávez
y someterlo a un plan, y no de manera anárquica”, dijo Maduro.
Así que de ahora en adelante habrá
todo un centro dedicado a decidir si se pone o no el nombre de Chávez a una
calle. Lo demás, encontrar el escondido y profundo pensamiento del fallecido,
es cuestión de tiempo. Ese tiempo que se va entre discurso y discurso, acto y
banquete, viaje y recepción. Quizá ya hay algún académico cubano, residente en
la isla, pensando en alguna tesis.
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