Mary Anastasia
O'Grady. The Wall Street Journal
Americas.
Tomado del Blog de EL INSTITUTO INDEPENDIENTE
Edward Snowden, el ex contratista del
gobierno estadounidense que ahora es buscado por filtrar información
confidencial de seguridad nacional, es una víctima de "persecución"
por parte del "más poderoso imperio del mundo", dijo el viernes el
presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Maduro ofreció asilo al fugitivo, a
quien se le están agotando las opciones. Nicaragua y Bolivia realizaron
propuestas similares. Los planes que se están tejiendo para sacar a Snowden de
su refugio en el aeropuerto de Moscú, siempre y cuando acepte asilarse en
América Latina, son, por supuesto, secretos.
Maduro nos quiere hacer creer que su
gesto demuestra el compromiso de Venezuela con la libre expresión y su férrea
oposición a esconder información del público. También quiere que el mundo
conozca su rechazo a las operaciones secretas de inteligencia de los gobiernos.
Es curioso, por lo tanto, que Venezuela no haya expresado la misma indignación
acerca de cómo sus aliados ocultan información. Argentina es un ejemplo. El
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se negó a otorgarle al fiscal
federal Alberto Nisman autorización para viajar a Washington e informar a un
comité del Congreso estadounidense sobre los datos que ha reunido sobre las
células terroristas de Irán y Hezbollah en el hemisferio occidental. El informe
de 500 páginas que Nisman elaboró sobre el tema es de carácter público, pero en
una carta del 1 de julio dirigida al Congreso de Estados Unidos, el fiscal
indicó que por orden de la Procuración General de la Nación se le había
"negado la autorización para testificar ante el honorable
parlamento".
La falta de preocupación de Maduro
sobre la supresión de información en Argentina merece que se le preste
atención. La manera más fácil de entender su oferta para otorgar refugio a
Snowden es como un intento para distraer a los venezolanos de sus crecientes y
cotidianas penurias económicas y hacer que, en un gesto patriótico, apoyen la
decisión de irritar al Tío Sam. Pero no es lo único.
Venezuela tiene razones para temer
transformarse en un actor cada vez más irrelevante a medida que América del
Norte produce una mayor parte de la energía que consume. Esto transforma a Irán
en un país crucial. Maduro puede estar tratando de establecer sus credenciales
como un líder tan comprometido con la causa antiestadounidense como su
predecesor, Hugo Chávez, quien había forjado un fuerte lazo personal con el ex
presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad. También necesita abrir su propio espacio
en la política sudamericana.
La oferta de asilo a Snowden es una
forma de enviar un mensaje al mundo de que, más allá del débil intento del
secretario de Estado estadounidense, John Kerry, de buscar un acercamiento con
Caracas el mes pasado, la Venezuela post-Chávez no tiene ninguna intención de
alterar el rumbo de la revolución bolivariana. En lugar de ello, conforme la
economía del otrora rico país petrolero se deteriora, Maduro está indicando que
Venezuela quiere ser un aliado geopolítico y estratégico incluso más leal de
Rusia e Irán.
La presidencia de Maduro sigue siendo
considerada ilegítima por cerca de la mitad del electorado venezolano, que votó
por el candidato opositor Henrique Capriles en las elecciones de abril. El tipo
de cambio oficial, conocido como el "bolívar fuerte", asciende a 6,3
unidades por dólar. Sin embargo, una escasez de dólares ha obligado a los
importadores a acudir al mercado negro, donde la moneda se transa a entre 31 y
37 unidades por dólar. Los controles de precios abarcan casi todo, generando
escasez de alimentos y medicinas. De todos modos, la inflación ahora bordea
35%, lo que significa que algunos vendedores están eludiendo los dictámenes del
gobierno.
En una sociedad libre donde hay
elecciones competitivas, el caos económico a menudo conduce a una respuesta del
gobierno que trata de mitigar las dificultades. Venezuela necesita la
liberalización. Pero eso arruinaría las ganancias de los militares que, en
buena medida, son los que están a cargo del país. Cuando a un país se le acaba
el papel higiénico en la primavera, surge la metáfora de un Estado fallido.
Pero el canciller de Maduro, Elías Jaua, respondió recriminando a los
venezolanos por su materialismo al preguntar "¿ustedes quieren patria o
papel higiénico?".
Si el gobierno está diciendo que la
espiral económica de la muerte le importa un comino es porque cree que tiene a
la nación en sus manos. El control estatal de la información, por un presidente
que se ha vuelto el principal defensor de Snowden en el mundo, es casi
absoluto. El último canal importante de televisión por cable independiente fue
finalmente vendido en abril y el mercado de los medios impresos independientes
se está reduciendo.
Otra arma de la represión, una que
Snowden supuestamente aborrece, es la capacidad de espiar a los ciudadanos.
Chávez nunca tuvo remordimientos a la hora de grabar las conversaciones de sus
adversarios, una práctica que continúa durante la gestión de Maduro. Las
diferentes facciones que compiten al interior del gobierno podrían estar
siguiendo el ejemplo. Dos recientes casos altamente publicitados, uno en el que
un reconocido partidario del gobierno acusa de presuntos delitos a gente del
gobierno en una conversación con un militar cubano y otro contra un político
opositor, han intensificado la sensación entre los ciudadanos de que no existen
las conversaciones privadas en Venezuela.
No obstante, incluso un gobierno que
cierra la prensa y espía a sus ciudadanos sin rendirle cuentas a nadie necesita
aliados. Ningún país puede sobrevivir en el aislamiento absoluto, en especial
cuando su poderío económico colapsa.
Los déspotas latinoamericanos lo
entienden. Argentina trata de depositar gestos de buena voluntad en su cuenta
con Irán al bloquear el viaje de Nisman a Washington. Venezuela, al ofrecer
refugio a Edward Snowden, está realizando, sin lugar a dudas, un ofrecimiento
similar a los enemigos de sus enemigos.
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