Mario
J. Viera
Judá consiguió para Er, su hijo mayor, una esposa que se llamaba
Tamar. Pero al Señor no le agradó la conducta del
primogénito de Judá, y le quitó la vida.
Entonces Judá le dijo a Onán: “Cásate con la viuda de tu hermano y
cumple con tu deber de cuñado; así le darás descendencia a tu hermano”. Pero
Onán sabía que los hijos que nacieran no serían reconocidos como suyos. Por
eso, cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el suelo, y
así evitaba que su hermano tuviera descendencia. Esta conducta ofendió mucho al Señor, así que
también a él le quitó la vida. (Gen 38: 6-10)
Tanto
la Iglesia Católica como la mayoría de las denominaciones protestantes y evangélicas
han convertido la sexualidad humana en tema escabroso y hasta vergonzoso y han
convertido en tabú o pecado ciertas prácticas sexuales que desde siempre se han
manifestado en la humanidad con independencia de sociedades, épocas y culturas determinadas. Este es el caso del
onanismo, ya sea considerado como la práctica de la masturbación o como coitus interruptus, y la homosexualidad.
El sexo, por tanto es únicamente admisible en función de la procreación, de
aquí que a la mujer se le considere como la incubadora natural y el depositario
del semen fecundante sin tener en consideración el goce sexual en ella.
El
semen según el dogma de las instituciones oficiales del cristianismo, no puede
ser derramado fuera de la vagina y el útero femenino y, por tanto, es pecado el
uso o empleo de métodos anticonceptivos que impiden que el semen se ponga en
contacto con el óvulo. Así dice la Biblia, aseguran pastores, ancianos y
sacerdotes, y como lo dice la Biblia quien viole el precepto está condenado por
Dios.
La
Biblia, en realidad, la única práctica de la sexualidad humana que condena
expresamente es el yacer un varón con otro como si fuera una mujer. Sin
embargo, Yeshua, Jesús de Nazaret, no dijo nada con referencia a la
homosexualidad, ni la condenó ni la aprobó, cuando habló de los pecadores que
debía rescatar mencionó a las rameras y a los publicanos pero nada dijo con
respecto a los homosexuales. Tal vez, me atrevo a pensar, que Yeshua, no tocó
el tema porque de la lectura bíblica de la historia de David se puede colegir,
se insinúa casi, una relación homoerótica entre David y Jonatán, el hijo de
Saúl.
En
ninguna parte de la Biblia se le impone a la mujer la obligación de gestar. Las
únicas referencias que en los textos bíblicos se hace a la reproducción se encuentran
en Gen 1: 28 cuando Yahvé les ordena a Adán y Eva que se fructifiquen y multipliquen. En Gen 8:
15-17: “Entonces Dios le dijo a Noé: Sal
del arca junto con tus hijos, tu esposa y tus nueras. Saca
también a todos los seres vivientes que están contigo: las aves, el ganado y
todos los animales que se arrastran por el suelo. ¡Que sean fecundos! ¡Que se multipliquen
y llenen la tierra!” En Gen 9: 1 y 7: “Dios
bendijo a Noé y a sus hijos con estas palabras: Sean fecundos, multiplíquense y
llenen la tierra (…) En cuanto a ustedes,
sean fecundos y multiplíquense; sí, multiplíquense y llenen la tierra”. En
Gen 3: 16 se refiere a la maldición que Dios le hace a la mujer de que parirá
con dolores: “A la mujer le dijo: Multiplicaré
tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor”. Según la
Biblia la mujer no se creó para parirle a los hombres, sino como compañera del
hombre: “Luego Dios el Señor dijo: No es
bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Gen. 2:
18)
En
todo el mensaje bíblico tanto la concepción como el parto se considera como
don, regalo, bendición y obra de Dios y aunque en ocasiones se considera la
esterilidad de la mujer como afrenta, Dios libera a seis mujeres de la
esterilidad, a Sara, mujer de Abraham, a Rebeca, mujer de Isaac, a Raquel,
mujer de Jacob ─ “Y se acordó Dios de
Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y
dijo: ‘Dios ha quitado mi afrenta’; y llamó su nombre José, diciendo: ‘Añádame
Jehová otro hijo’”. Gén. 30:22-24 ─ la
madre de Sansón, Ana, madre del profeta Samuel y Isabel, mujer de Zacarías y madre
de Juan el Bautista. Regalo, don que le da Dios a las mujeres no obligación,
salvo en el caso de María de Nazaret con su gestación asexual escogida por él
mismo y dócilmente aceptado por la doncella.
Para
los hombres sus hijos son regalo, recompensa y bendición de Dios: “Los hijos que tenemos son un regalo de Dios.
Los hijos que nos nacen son nuestra recompensa. 4 Los hijos que nos nacen
cuando aún somos jóvenes, hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien
armados. 5 Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido”
(Salmos 127:3-5). El hombre es quien engendra no quien pare.
Pero
partiendo de una interpretación festinada de la historia de Onán, el
cristianismo fundamentalista ha declarado como práctica condenada por Dios el empleo de recursos
anticonceptivos incluidos aquellos medios de prevención sanitaria como son los
condones o preservativos.
Onán
no es condenado por Dios por haber echado su semen fuera de la vagina de Tamar.
Onán se reveló contra la ley del levirato que le obligaba a tomar como esposa a
la viuda de su hermano para engendrar un primogénito, que no sería el suyo,
sino del que había muerto, y eso es lo que el autor del pasaje condena y lo
presenta como un castigo de Dios. Onán
estaba obligado a tomar como mujer a la viuda de su hermano y ella tenía que
entregarse a su cuñado porque así lo imponía la ley. La mujer perdía su derecho
de elección, no podía en su viudez elegir otro hombre, ni negarse al asalto sexual
del hermano que habitaba bajo el mismo techo que su difunto marido.
La
Ley del levirato, una de las leyes de Moisés ─ y esto es uno de los anacronismos
que se encuentran en la Biblia al dar un ejemplo de una ley que supuestamente
dictaría Moisés algunos siglos después ─ se expone en Deuteronomio 25: 5-10:
“Cuando hermanos habitaren juntos, y
muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará
fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer,
y hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en
el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de éste no sea borrado de
Israel. Y si el hombre no quisiere tomar a su cuñada, irá entonces su cuñada a
la puerta, a los ancianos, y dirá: Mi cuñado no quiere suscitar nombre en
Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo. Entonces los ancianos de
aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare y
dijere: No quiero tomarla, se acercará entonces su cuñada a él delante de los
ancianos, y le quitará el calzado del pie, y le escupirá en el rostro, y
hablará y dirá: Así será hecho al varón que no quiere edificar la casa de su
hermano. Y se le dará este nombre en Israel: La casa del descalzado.
El
pecado de Onán, si lo hubo, no fue por emplear el anticonceptivo que podía tener
a su disposición en eso tiempos, sino un pecado de desobediencia; una especie
de incumplimiento de contrato civil. A esta acción de desobediencia se le ha
dado el nombre de onanismo y este término se ha extrapolado para incluir a la
masturbación.
La
masturbación es el acto de estimular el pene por medio de masajes para lograr
una excitación y un orgasmo. Etimológicamente se considera el sustantivo
derivado de las palabras latinas manus
turbare, turbar o excitar con la mano o de las también locuciones latinas manus stuprare, estuprar o violar con la
mano. Del relato bíblico no se concluye necesariamente que Onán hubiera
concluido el acto sexual masturbándose al llegar al orgasmo. Claramente se
expresa: “cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el
suelo”, es decir el coitus interruptus
o coito interrumpido por la retirada del pene y eyaculando fuera de la vagina lo
que exige del hombre el autocontrol para retirarse en el momento preciso. Este procedimiento anticonceptivo es el que propiamente
puede denominarse onanismo.
Curiosamente
entre los musulmanes el coitus
interruptus, aunque desaconsejable, no está prohibido y se requiere que
ambos cónyuges estén de acuerdo con hacerlo; así se dice “Solíamos realizar el ‘Azl (coitus interruptus) en vida del Mensajero de Allah, mientras el
Corán era revelado, y Allah no lo prohibió”. No obstante la masturbación
está prohibida para los musulmanes.
En la Biblia, en cambio, no existe una
prohibición textualizada sobre la masturbación. Lo más que se aproxima a este
tema se encuentra en Levítico 15: 16-18:
“Cuando un hombre tenga una eyaculación (emisión
de semen), deberá bañarse todo el cuerpo,
y quedará impuro hasta el anochecer. Toda
ropa o piel sobre la que haya caído semen deberá lavarse con agua, y quedará
impura hasta el anochecer. Cuando un
hombre y una mujer tengan relaciones sexuales con eyaculación, ambos deberán
bañarse, y quedarán impuros hasta el anochecer”.
En
el primer caso puede estarse refiriendo a las emisiones nocturnas o poluciones,
eyaculaciones involuntarias de semen que tiene lugar durante el sueño y que de
ningún modo se relacionan con la masturbación. Se conoce que el varón humano
mientras duerme puede tener cuatro o cinco erecciones durante la noche que se consideran
como respuestas vegetativas inconscientes del aparato genital masculino y como
un modo inconsciente de reprimir los deseos nocturnos de orinar. Se ha señalado que si un individuo no tiene
relaciones sexuales, la carga de semen contenida en las vesículas seminales imponen
la necesidad de expulsar su sobre almacenamiento en el organismo; esto puede
conseguirse por medio de la masturbación. Sin embargo, cuando alguien no se
masturba, el organismo puede buscar el equilibrio por medio de las emisiones
nocturnas.
En
el segundo caso del capítulo 15 de Levítico, relación sexual entre un hombre y
una mujer con eyaculación, puede referirse tanto al coitus interruptus como al
coito con derrame sexual dentro de la vagina. En ningún caso se considera pecaminoso,
sino como alguien ha hecho notar se trata de una medida higiénica practicada
entre los hebreos. Es un caso de impureza no un pecado que debe ser lavado con
agua. Estos casos tienen el mismo criterio que se aplica para la menstruación
femenina: “Cuando a una mujer le llegue
su menstruación, quedará impura durante siete días”. (Lev 15: 19)
Para
alegar que la masturbación constituye un pecado se suele citar a Mateo 5:28
donde Jesús dice: “Pero Yo les digo que
todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en
su corazón”. Se dice que la fantasía sexual, el deseo erótico hacia una
persona impulsa hacia la autosatisfacción por medio de la masturbación y se
viola con ello la palabra de Jesús. Esta verdad es relativa. No siempre la
masturbación está precedida por deseos lúbricos, en muchos casos está
determinada por presión de las glándulas
sexuales. Sucede en aquellos que mantienen una vida célibe prolongada, ya sea
por voluntad propia, ya sea por contingencias externas como confinamiento en prisión,
entre militares durante prolongadas campañas y sin deja de ocurrir entre monjes
de conventos.
En
el caso de un matrimonio la práctica mutua de la masturbación puede ser un
acicate para alcanzar un encuentro íntimo más intenso y, por tanto y en este
caso, no se viola lo dicho en Mt 5:28.
Entonces
debo cuestionar ¿Quién dijo que masturbarse o hacer uso de anticonceptivos es
pecaminoso? ¿Quién dijo que Onán cometió un supuesto pecado que sería denominado
“onanismo”?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario