martes, 15 de noviembre de 2011

El Papa, el cardenal y Cuba

Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD.
Benedicto XVI y Jaime Ortega

El Vaticano considera un viaje papal a Cuba. Va a ser una papa caliente para el sucesor de San Pedro. Los evangelios narran como Jesús hizo de Simón la piedra angular de su iglesia, y a partir de entonces se le llamó Pedro. Fue y es piedra angular de una iglesia de solidez pétrea y corazón humano. Sus sucesores no siempre han estado a su altura. Varios salieron al revés, con cimientos de carne y corazones de piedra. También los ha habido, como Juan Pablo II, de gran solidez doctrinaria y enorme corazón. El corazón de piedra surge de cuando en cuando en todos lados y todas las religiones. Cuando surge en la jerarquía católica la iglesia pierde fundamento. Eso podría pasar en La Habana. El Papa debiese hacer en Cuba como Cristo hizo en sus días sobre la tierra, abrazando a los rechazados, echando fuera del entorno del eterno a los mercaderes de lo temporal arrimados al templo. Ojalá Benedicto XVI haga así en Cuba, a donde llegaría en peregrinación del cuarto centenario de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Raúl Castro y Jaime Ortega

Quizás aproveche su probable peregrinación para acercarse al pueblo rechazado en esa isla de excluidos, y denuncie allí a los mercaderes del poder mundano. La verdad es que posiblemente no ocurra así. El primado de la iglesia en la isla, Jaime Ortega y Alamino, más que abrazar a los rechazados parece contemporizar con los mercaderes del poder entre los incluidos del gobierno. Primero en la atención cardenalicia debiesen estar los rechazados, no los incluidos, pero el incluido número uno de la Iglesia Católica en Cuba parece ser el propio cardenal. Aparenta tanta felicidad por estar logrando la inclusión de su iglesia entre los aceptados del régimen, que quizás sea cierto que está feliz. Está bien que sea así, y también que el Papa vaya allá, pero que eso no sea lo único que hagan. Estaría bien que además el Papa en su visita se distancie de los incluidos en el círculo del poder arrimados a la Iglesia en la isla. Lo triste es que su propio representante, el cardenal, es nada menos que uno de los principales incluidos del régimen. Al cardenal lo incluyen, y él usa su inclusión. Pensará que así mejora la vida de su feligresía. Su trayectoria reciente indica lo contrario. En vez de echar a los mercaderes del poder y abrazar a los rechazados, el cardenal Ortega lo que ha hecho es colaborar en la reciente deportación de presos y familiares de activistas de la primavera negra, intercambiando su cárcel por el exilio. La sola presencia del cardenal entre los incluidos del régimen hace que la proyectada visita papal, si llega a darse, pueda y vaya a ser utilizada por el gobierno como herramienta para darse legitimidad.

La visita papal, si se da, será muy delicada para Benedicto. Podría encontrarse en Cuba con una papa tan caliente que podría salir quemado. Una cosa es que vaya a atender a su feligresía católica y otra que se deje guiar, para esa atención, por el incluido número uno de su iglesia cubana, el cardenal. La jerarquía católica de Cuba, gracias a las labores de monseñor, goza de extraordinario acceso al gobierno comunista. Quizás debiera decirse al revés, que el gobierno comunista goza de extraordinario acceso a la Iglesia a través del cardenal Ortega. La jerarquía dirigida por Ortega y Alamino goza de tanta aceptación en el gobierno que solo caben dos explicaciones para ello. Una, que el gobierno esté utilizando a Ortega, y la otra que Ortega crea que con su actuación él influye en el gobierno. La verdad es fácil de dirimirse.

Si Ortega defendiera verdaderamente a los humildes y humillados, andaría con ellos. Se mezclaría con ellos, no con funcionarios de guayabera planchada o uniforme militar.

Que marche con las Damas de Blanco, que llegue a las puertas mismas del oficialismo para denunciar a los mercaderes del poder que en nombre del pueblo mantienen a los humildes en la más abyecta humillación. Imaginen al cardenal hermanado con los presos y los angustiados en esa isla de celdas públicas y angustias calladas. Sería muy digno.

Recuerdo mi visita a La Habana. La familia de Teresita Rodríguez, presentadora de Univisión, me invitó a la casa que compartía con otros que el régimen había colocado en su vivienda. Había dignidad en esa familia católica que, como tantísimas otras, debe estar harta de la sinuosidad serpentina de ciertos personajes.

Benedicto XVI parece alistarse para viajar allá. De piedra deben ser sus cimientos, y de carne su corazón, para darse cuenta de lo que ocurre, aunque le ocasione tristeza en el alma y pena en su corazón.

En Cuba hay que andar con cuidado. Allí las papas queman.

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