Mario J. Viera
El puesto estaba vacío. Dos meses vacaba el cargo. El conclave estudiaba cuidadosamente a quien conferir la distinción. Se manejaban nombres, se pesaban sus posibilidades, el grado de confianza de cada uno de los personajes cuyos nombres se barajaban. Finalmente se encontraba al hombre: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Ministrum”.
Bueno, realmente no se utilizó la forma latina usual para anunciar la proclamación como la empleada para anunciar que se ha electo a un nuevo Papa. Se hizo el anuncio en lenguaje vernáculo, conciso, frío y en la usual y burocrática manera de una nota de prensa oficial:
“El Consejo de Estado, a propuesta de su Presidente, acordó promover al cargo de Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias al General de Cuerpo de Ejército Leopoldo Cintra Frías, quien desde octubre del año 2008 fue designado Viceministro Primero de este organismo”.
Si ya hay Ministro en el MINFAR, que es como proclamar, no a un pontífice, pero sí a un funcionario del más alto nivel después del cargo de Presidente del Consejo de Estado y Ministro.
Luego del fallecimiento, el 5 de septiembre, del General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro que ostentaba el importante ministerio, Raúl Castro se tomó todo el tiempo para decidir quién sería el escogido. No es fácil decidir de ahora para hora en caso tal. Raúl Castro no es Fidel, con su infinita capacidad de decisión. El no es Fidel y lo sabe muy bien. Tiene que considerar muy bien a quien le entrega el poder de las fuerzas armadas. Alguien que no sea tan fatuo que quiera luego convertirse en el primero de todos los primeros.
Sabe muy bien el general que han puesto como presidente de Cuba que una jauría de ambiciosos le rodea; sabe también lo que se maquina entre sus subordinados. Los ha estudiado y conoce quien podría hacerle sombra o intentar opacarle. No se puede dejar nada a la improvisación. Tiene que buscar un hombre que le sea fiel, fiel a toda prueba.
Tal vez acarició la idea de la solución dinástica. Quién más seguro, más de su total confianza que su propio hijo. Condiciones no le faltan al coronel Alejandro Castro Espín, un hombre frío capaz de cualquier vileza por salvar la continuidad de la “revolución”. Desgraciadamente no se había cuidado en ascenderlo al grado de general. El vástago está verde todavía y por otra parte no goza de las simpatías de los seniles generalotes de la generación de los “históricos”.
A despecho de lo opinado por algunos analistas, Raúl Castro no se decidiría por una figura joven, él se aferra a los históricos y principalmente a aquellos que estaban bajo su mando en el Segundo Frente Oriental.
La solución la tenía delante. Ahí estaba guardando silencio pero con los dedos cruzados el eficiente viceministro primero del MINFAR, el General de Cuerpo de Ejército Leopoldo Cintra Frías; no era precisamente uno de aquellos que combatieron bajo sus órdenes sino uno de los de Fidel. Ante la duda mejor era decidirse por uno que pudiera ser manejado por él.
Después de la caída del general Arnaldo Ochoa, Cintra fue designado como jefe del Ejército de Occidente, el mismo para el que había sido designado Ochoa. Cintra había formado parte de las fuerzas castristas en Angola y siempre mostró su fidelidad rayana en la adulonería hacia los dos hombres fuertes de Cuba. Por otra parte, Cintra no es tan viejo, es casi un muchacho comparado con el resto de los achacosos integrantes del Buró Político y del Consejo de Ministros; solo ha cumplido 68 años.
Finalmente “Tenemos Ministro”... ¡Ya se verá... ya se verá!
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