Aleaga Pesant. CUBANET
Estuve tirando fotos todo el tiempo. Tenía conmigo la Canon 1000D,
con un lente 55-250mm, y desde mi
privilegiada posición en la Casa de Cultura, en la intersección de Peñón y
Calzada del Cerro, quizás podría hacer buenos planos. El sepelio de Oswaldo
Payá, el 24 de julio pasado, atrajo a los demócratas a la Iglesia del Salvador y
también a un número mayor de policías disfrazados con cualquier
indumentaria.
Cuando la gente, en su afán de acompañar a Payá hasta el cementerio, desbordó
el dique de contención de los policías de uniforme, y desde los autobuses del
ejército empezó a bajar el otro “pueblo, el enardecido”, tuve la oportunidad de
retratarlo. La represión sobre hombres y mujeres, por policías de todo tipo, y
la conversión de los autobuses Yutong en “carros celulares”, pasó por el lente y
quedó registrada
No estaba consciente del trabajo. Pero ellos sí. Por eso al bajar de mi
posición de “tirador” e incorporarme a la calzada, los esbirros dijeron: Ahí
está Aleaga Pesant. Cógelo. Me montaron en un auto de policía y me confinaron en
la 4ª Estación de la PNR, en Infanta y Manglar, durante 12 horas, con la única
garantía de que al salir, si recuperaba la cámara, las fotos estarían
borradas.
Estaban al tanto de mi trabajo, mucho más que yo. Solo lo supe cuando, a
medianoche, quise mostrarle mi trabajo a Airler, Vallín y Cuesta, sentados en el
muro, cerca del Bim-Bom de la Calzada de Infanta, mientras esperábamos la
liberación de Antonio Rodiles. El trabajo habían desaparecido gracias al
tenebroso G2 y a sus artes poco ocultas para perpetrar la censura.
Me sentía mal, frustrado. Durante más de tres semanas, vagué por diferentes
lugares buscando un programa, un informático, que me ayudara de algún modo a
rescatar las preciadas imágenes.
Poco a poco, una a una, se rescataron las imágenes. Aparecieron los monstruos
y sus monstruosidades. Me impresionaron las del esbirro vestido de civil, que
lleva arrestado al Premio Sajarov por la Libertad de Conciencia, Guillermo
Fariñas, y también las de la violencia policial. A ellas adjunté una foto de los
monstruos parados en posición amenazadora.
Las fotos decían demasiado y la policía política hizo todo lo posible por qué
no fuera develada al mundo la realidad de la represión en aquel triste día. Pero
ahí están, como testimonio de lo ocurrido y de la solidaridad de muchos amigos
que ayudaron a que pueda mostrarlas.
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