Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL
A nadie le gusta hablar de la muerte.
Aunque es lo más seguro que tenemos.
Deberíamos de acostumbrarnos a la idea que algún día vamos a morir. Como los genoveses.
Los genoveses trabajan duro toda la vida para cumplir con su sueño: ver terminado el mausoleo donde descansará su cuerpo para siempre. Vi que se esmeran de tal manera en la construcción de su tumba que logran verdaderas obras de arte. Y el cementerio ya no es cementerio, es museo.
Otras personas se devanan los sesos
para escribir el mejor epitafio o recordatorio que desean sea colocado en la
lápida de sus tumbas. Algunos increíbles serían:
-Disculpe,
señora, que no me levante. Groucho Marx.
-Parece
que se ha ido, pero no. Cantinflas.
-Murió
vivo. Antonio Gala.
-Ahora
estás con el Señor. Señor, cuidado con la cartera. Tomás T.
Chinchilla
-Por
fin dejé de fumar. Pedro Labastida.
-Y un epitafio dantesco: la muerte golpeará con su bieldo a
quien perturbe la paz del faraón, grabado sobre el sarcófago de
Tutankamón.
Pero, hay personas que manipulan la
enfermedad y la muerte de otra manera: para implantar sus ideas no tan
democráticas, por las malas o por las malas. Son los políticos perversos.
Lo hizo Hitler, al asesinar unos 11 o
12 millones, incluyendo 5 a 6 millones de judíos, con el propósito de
perfeccionar la raza alemana. Keegan.
Lo hizo Mussolini, el Duce de Italia,
al enviar a la muerte, además, a 1.500 soldados en la guerra contra Etiopía.
Por cierto, un cartel de su propaganda decía: con el Duce hasta la muerte. Y en sus
discursos: soy el corazón de
Italia, en su revolución fascista. Del Boca. De Felice.
También lo hizo Stalin en Rusia, con
1,4 millones de muertos por motivos políticos. Zemskov. E Idi Amín en Uganda,
con unos 500 mil ugandeses. Kyemba. Y así sucesivamente.
Por eso, a todos esos angelitos, que
ya están hechos polvo, se les puede recomendar un epitafio único. Por ejemplo: si no viví más, fue porque no me dio
tiempo. Marqués de Sade.
Sin embargo, todavía existen perversos
en el mundo que manipulan la muerte con fines políticos: Bashar Al-Assad,
presidente de Siria, es uno de ellos. Robert Mugabe, de Zimbabwe. Omar
Al-Bashir, de Sudán. Mahmoud Ahmadinejad, de Irán. Y 20 dictadores más. Por
cierto, nuestro Presidente saliente ocupa el puesto número 17, en esa lista de
23. Foreign Policy.
Y es que uno de los grandes logros del Presidente
saliente ha sido instalar en Venezuela la cultura de la muerte. Por una sola
razón: irresponsabilidad política. Con más de 123 mil muertes violentas en una
década. La muerte de una persona cada 9 minutos. OVV. Y 304 muertos en las
cárceles venezolanas, en el primer semestre del 2012.VTV. Sin incluir los 25 de
la cárcel Yare I, ocurridos hace 5 días. El Universal.
Y lo peor en este escenario fúnebre:
el Presidente saliente ha hecho mutis del problema y solo ha manipulado su
supuesta enfermedad neoplásica maligna y los restos mortales de Simón Bolívar,
como estrategia de distracción. De paso, ha lanzado su cínica campaña electoral
para su reelección, con slogans dirigidos a manejar el aspecto emocional de los
alcornoques, con el cuento de amar mucho a Venezuela o de ser el corazón de la patria. Como
ll Duce Mussolini. Y, el colmo, todavía hay venezolanos que le creen.
Pero, ante tanta perversidad y ante su
inevitable final político en las elecciones del 7 de octubre, no estaría demás
abrir un concurso para su epitafio. Mi propuesta:
Morir de amor. O, siempre había creído
que era inmortal.
Que así sea.
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