viernes, 24 de agosto de 2012

El perverso número 17


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

A nadie le gusta hablar de la muerte. Aunque es lo más seguro que tenemos.

Deberíamos de acostumbrarnos a la idea que algún día vamos a morir. Como los genoveses.

Los genoveses trabajan duro toda la vida para cumplir con su sueño: ver terminado el mausoleo donde descansará su cuerpo para siempre. Vi que se esmeran de tal manera en la construcción de su tumba que logran verdaderas obras de arte. Y el cementerio ya no es cementerio, es museo.

Otras personas se devanan los sesos para escribir el mejor epitafio o recordatorio que desean sea colocado en la lápida de sus tumbas. Algunos increíbles serían:

-Disculpe, señora, que no me levante. Groucho Marx.

-Parece que se ha ido, pero no. Cantinflas.

-Murió vivo. Antonio Gala.

-Ahora estás con el Señor. Señor, cuidado con la cartera. Tomás T. Chinchilla

-Por fin dejé de fumar. Pedro Labastida.

-Y un epitafio dantesco: la muerte golpeará con su bieldo a quien perturbe la paz del faraón, grabado sobre el sarcófago de Tutankamón.

Pero, hay personas que manipulan la enfermedad y la muerte de otra manera: para implantar sus ideas no tan democráticas, por las malas o por las malas. Son los políticos perversos.

Lo hizo Hitler, al asesinar unos 11 o 12 millones, incluyendo 5 a 6 millones de judíos, con el propósito de perfeccionar la raza alemana. Keegan.

Lo hizo Mussolini, el Duce de Italia, al enviar a la muerte, además, a 1.500 soldados en la guerra contra Etiopía. Por cierto, un cartel de su propaganda decía: con el Duce hasta la muerte. Y en sus discursos: soy el corazón de Italia, en su revolución fascista. Del Boca. De Felice.

También lo hizo Stalin en Rusia, con 1,4 millones de muertos por motivos políticos. Zemskov. E Idi Amín en Uganda, con unos 500 mil ugandeses. Kyemba. Y así sucesivamente.

Por eso, a todos esos angelitos, que ya están hechos polvo, se les puede recomendar un epitafio único. Por ejemplo: si no viví más, fue porque no me dio tiempo. Marqués de Sade.

Sin embargo, todavía existen perversos en el mundo que manipulan la muerte con fines políticos: Bashar Al-Assad, presidente de Siria, es uno de ellos. Robert Mugabe, de Zimbabwe. Omar Al-Bashir, de Sudán. Mahmoud Ahmadinejad, de Irán. Y 20 dictadores más. Por cierto, nuestro Presidente saliente ocupa el puesto número 17, en esa lista de 23. Foreign Policy.

Y es que uno de los grandes logros del Presidente saliente ha sido instalar en Venezuela la cultura de la muerte. Por una sola razón: irresponsabilidad política. Con más de 123 mil muertes violentas en una década. La muerte de una persona cada 9 minutos. OVV. Y 304 muertos en las cárceles venezolanas, en el primer semestre del 2012.VTV. Sin incluir los 25 de la cárcel Yare I, ocurridos hace 5 días. El Universal.

Y lo peor en este escenario fúnebre: el Presidente saliente ha hecho mutis del problema y solo ha manipulado su supuesta enfermedad neoplásica maligna y los restos mortales de Simón Bolívar, como estrategia de distracción. De paso, ha lanzado su cínica campaña electoral para su reelección, con slogans dirigidos a manejar el aspecto emocional de los alcornoques, con el cuento de amar mucho a Venezuela o de ser el corazón de la patria. Como ll Duce Mussolini. Y, el colmo, todavía hay venezolanos que le creen.

Pero, ante tanta perversidad y ante su inevitable final político en las elecciones del 7 de octubre, no estaría demás abrir un concurso para su epitafio. Mi propuesta:

Morir de amor. O, siempre había creído que era inmortal.

Que así sea.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario