Luis Cino
Alvarez. CUBANET
Dicen
que la ketamina es capaz de tumbar a un caballo. Y es cierto: los veterinarios
la utilizan como anestésico. Aseguran que no crea adicción, que te pone
eufórico enseguida. Pero a algunos les causa estados de pánico o ansiedad. De
cualquier modo, lo peor viene después, cuando pasa la euforia inicial y empieza
el dolor de cabeza, los vómitos y los mareos. A veces, la sobredosis puede
resultar letal.
Pero
la coca no está al alcance de todos los junkies. En Cuba, las diferencias
sociales también se sienten entre los adictos a las drogas. “Halar polvo” es un
lujo que solo se pueden dar algunos pudientes: macetas, jineteras, músicos, hijos de papá. El resto
se tiene que conformar con las anfetaminas o la marihuana.
En
los últimos años, la ketamina –o kit-kat, como también la llaman- compite con la amitriptilina y el parkisonil (“el paco”),
que se venden de 15 a 20 pesos la pastilla en el mercado negro (en las
farmacias sólo se venden por prescripción médica).
En
Cuba, desde hace más de cuatro décadas, estas pastillas son utilizadas por
algunos adolescentes y jóvenes para “arrebatarse”.
En
los años 70 la más utilizada era el desartedrón, que se tomaba con cerveza o
ron para acelerar y reforzar su efecto.
El
fenómeno de la droga, pese a las
periódicas redadas policiales y las severas sanciones del Código Penal, nunca
se erradicó del todo, como pregonaba hasta hace una década la propaganda
oficial. Ni siquiera lo consiguió la Operación Coraza, a inicios del año 2003.
Al
menos la marihuana nunca ha faltado. En los años 80 un cigarro costaba 10
pesos. Hoy cuesta el doble y hasta el
triple, pero la calidad es mejor. Ya casi no circula la llamada “yerba de
parque” que tanto defraudaba a los “que
sabían”. Desde hace unos años, los adictos se refieren a la “marihuana yuma”
(¿colombiana?), “la buena”, y desdeñan la nacional. La primera cuesta no menos
de dos CUC el cigarro; la otra se consigue a la mitad.
En
casi todos los barrios hay alguien que
vende marihuana. Y los compradores no son únicamente rastas y
freakies, como aseguran ciertas leyendas urbanas.
Tropas
Guardafronteras, con bayonetas y perros, y los cederistas de los Destacamentos
Mirando el Mar vigilan las costas en pos de los frecuentes recalos,
procedentes fundamentalmente de Jamaica
y Colombia.
Existen clínicas de desintoxicación, los spots
televisivos advierten del peligro de las drogas
y funciona desde hace unos años una Línea de Ayuda para los adictos, que
muy pocos utilizan, porque no confían en la total discreción que dice
garantizar.
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