Pero, a pesar del tiempo transcurrido, aún quedan personas que creen recordar que antes no había cortes de electricidad, que la gasolina se exportaba, nadie temía a los chips y la comida no escaseaba.
José Toro
Hardy. EL UNIVERSAL
Antes de la Revolución, ésta no era la
ciudad hermosa que hoy conocemos. Era un lugar lúgubre y sombrío plagado de
pobreza y la gente se alimentaba con perrarina.
Había hombres gordos y feos, con cara
de malvados, que eran los dueños de todo. Se llamaban capitalistas. La
Revolución los expropió y se lo dio todo al pueblo.
Para que el pueblo sepa apreciar su
nueva independencia y felicidad, se transmiten a diario Sesiones de Odio en
cadena nacional. Orador insigne, el Líder impregna al pueblo de un odio
constante contra apátridas, escuálidos, majunches y traidores. No volverán, repite el estribillo.
El objetivo fundamental de las Sesiones de Odio en cadena es el
imperio. Hay que convencer al pueblo de que los disidentes deben ser
merecedores del desprecio de todos. Con frecuencia las Sesiones de Odio tienen como ruido de fondo las botas militares
cuadrándose ante el Líder en los cuarteles.
Pero, a pesar del tiempo transcurrido,
aún quedan personas que creen recordar que antes no había cortes de
electricidad, que la gasolina se exportaba, nadie temía a los chips y la comida
no escaseaba. Pero eso no es un inconveniente. A través de las Telepantallas el
Líder se encarga siempre de suministrar cifras irrebatibles que confunden a los
más viejos, quienes terminan por pensar que todo era fruto de su imaginación y
que en realidad todos los tiempos pasados fueron peores.
Se han creado varios ministerios. Entre ellos
está el Ministerio de la Verdad que
se encarga de difundir en cadena nacional las nuevas promesas y la imagen del
Líder.
Diariamente, casi minuto a minuto, el Ministerio de la Verdad actualiza el
pasado. Se trata de replantear siempre los mismos planes y programas que vienen
fracasando desde hace muchos años, para presentarlos como ideas totalmente
novedosas y llenas de ingenio. La técnica consiste en cambiarle el nombre a
todo.
El Ministerio
de la Verdad se encarga también de reeditar la historia. Transforma a los
viejos héroes, trastocando sus ideas e incluso apariencia para que luzcan a
imagen y semejanza del Líder.
Esta misma oficina gubernamental tiene
a su cargo la sustitución de la vieja religión dirigida por diablos con sotana.
Se está creando una nueva fe en la cual hay también un redentor capaz de
resucitar al tercer día.
Igualmente se creó un Ministerio de la Abundancia que
garantiza al pueblo que no hay escasez. El Despacho difunde data relacionada
con los excedentes de producción en casi todos los rubros. Con frecuencia esa
información es cambiada para explicar que se superaron las metas previstas. La
mayoría de las informaciones que ofrece no son ni siquiera una falsificación.
Se trata sencillamente del cambio de unas tonterías por otras. La mayoría del
material no guarda relación alguna con el mundo real. Las estadísticas son tan
fantásticas en su versión original como en la rectificada.
Bajo ese bombardeo de incoherencias la
gente deja de pensar. Nadie sabe qué es verdad o qué es mentira. Si el
incumplimiento de una meta es demasiado grosero, se apela siempre al mismo
expediente: La culpa es de saboteadores y traidores, lacayos del imperio. En ocasiones
se culpa a las iguanas.
No faltan disidentes que son acusados por el
propio líder en plena Sesión de Odio
en cadena nacional. Estos disidentes son en el acto apresados y sometidos a mil
formas de tortura en las celdas del Ministerio
del Amor.
Se creó igualmente el Ministerio de la
Paz cuya obligación es mantener vivos el odio y la guerra contra los enemigos
de la Revolución, en particular contra el imperio.
Sembrar miedo es una de las
prioridades de la Revolución. Todo el mundo teme ser vaporizado por la Policía
del Pensamiento. "¡Los vamos a
vaporizar!" repite el Líder. Hay grandes pancartas por todas partes
con la imagen del omnipresente Líder, quien parece saber hasta lo que piensas.
La inseguridad sirve para intimidar a la población. No se escatiman esfuerzos
para que los ciudadanos crean que las Telepantallas y otras máquinas son
interactivas: "¡El Gran Hermano te
Vigila!".
En fin, esta es una versión un tanto libre de
la obra "1984" de George
Orwell. Invito a todos los venezolanos a leerla al igual que otro libro del
mismo autor: "Rebelión en la Granja".
Nadie explica mejor la realidad que estamos viviendo en Venezuela. Se trata de
lecturas obligadas antes del 7 de octubre del 2012.
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