Pedro Corzo
Las declaraciones de Alfredo Guevara a
la Televisión Española obligan a reflexionar las causas que motivaron que un
número importante de cubanos, casi todos con títulos universitarios y muchos
procedentes de familias de clase media y alta, que eran los que más
posibilidades tenían de disfrutar las libertades burguesas, así las
denominaban, fueran los verdugos de los derechos de todos, y muy en particular
los de las generaciones por venir.
Lo que dijo Guevara muy probablemente
sea la conclusión a la que han arribado muchos de los que construyeron a sangre
y fuego, arropados en la mentira y la difamación, el totalitarismo cubano, pero
el caso de Guevara es muy especial, porque aunque no haya estado en la línea
del frente, dirigido un centro de represión o un pelotón de fusilamiento,
integraba la más alta cúpula del poder y era amigo personal de Fidel Castro,
por lo que aquí cabe lo que dice el novelista José Antonio Albertini, “con la
tinta también se mata”.
Mientras Ernesto Guevara, Ramiro
Valdés, José Abrahantes, Sergio del Valle y otros más, dedicaron todo su
esfuerzo y voluntad a destruir a la oposición conduciendo al paredón a miles de
personas, a la cárcel a decenas de miles y a campos de concentración como los
de la UMAP a miles de jóvenes; Manuel Piñeiro, Víctor Dreke y Ernesto Guevara
entrenaban a miles de jóvenes del continente, inculcándoles la certeza de que
la violencia era la única solución a los males de sus respectivos países, lo
que llevó el luto y la pena a cientos de hogares de América Latina.
Por su parte, Arnaldo Ochoa, Ulises
Rosales del Toro, Raúl Menéndez Tomasevich, Leopoldo Cintas Frías y otros
entorchados cubanos, cumplían los sueños imperiales de Fidel Castro en África y
América Latina, mientras en la isla Armando Hart Dávalos instrumentaba el
control absoluto de la educación e intentaba crear y promover nuevos valores
sobre los que se desarrollaría el nuevo orden. Entretanto, Luis Felipe Carneado
organizaba la represión a las iglesias y sus fieles, instrumentaba la
infiltración en las diferentes religiones y logias fraternales, para asumir su
control en el momento preciso.
Simultáneamente los medios de
comunicación pasaron al control del estado. Se estableció un absoluto control
en la información y el derecho de expresión, varios fueron los artífices de
esta misión tan destructiva.
Aceleradamente el estado cubano se
enfiló a la quiebra económica. Las industrias y los comercios fueron
confiscados. La construcción paso al control del estado. Los bienes de consumo
empezaron a desaparecer.
Raúl Roa García se prestó como
instrumento principal para que Cuba se convirtiera en un país dependiente de la
Unión Soviética. La política exterior cubana fue un reflejo de la soviética a
excepción de aquellos puntos en los que el máximo líder tenía un interés
especial.
Por su parte Nicolás Guillén no fue
menos. Aceptó dirigir la UNEAC, un engendro castrista para controlar a los
escritores y artistas, mientras Alfredo Guevara, uno de los más influyentes
colaboradores de Fidel Castro, cumplía los suyos, fundando el Instituto Cubano
de Arte e Industria Cinematográfica.
Se instauraron otros engendros
culturales para atar a los intelectuales. Uno de ellos fue el Consejo Nacional
de Cultura y otro la Casa de las Américas, dos piezas claves para impedir una
actividad intelectual independiente.
De hecho y por encima de los demás
cancerberos de la creación Guevara asumió el control del mundo intelectual
cubano. Impidió que los creadores se expresaran con libertad imponiendo en
todas las instancias la ortodoxia fidelocastrista de “con la revolución todo,
contra la revolución nada”.
Se asalarió la creación intelectual y
aquellos que fueron y son todavía hoy capaces de negarse, a pesar del mea culpa
de Guevara, sufren en el mejor de los casos el exilio interno o externo.
Guevara dice asumir como propios los
errores de la Revolución y que en su opinión lo que está sucediendo en Cuba,
aludiendo a las supuestas reformas de Raúl Castro, es una apertura para que
retorne la libertad, las libertades que nunca debieron ser mal vistas, frase
con la que sigue escondiendo su complicidad con los dos grandes responsables de
la destrucción moral y material del país, Fidel y Raúl Castro, porque en Cuba
las libertades nunca fueron mal vistas, los que lucharon y siguen luchando por
ella sufren persecución y acoso, se exilian, van a la cárcel o encuentran la
muerte como Porfirio Ramírez, Laura Pollán, Orlando Zapata Tamayo, Oswaldo Payá
Sardiñas y Harold Cepero.
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