Mario J. Viera
Había
visto el link colocado en Cubanet que solicitaba el envío de firmas a Ariel
Hidalgo por Infoburo@AOL.com. De primera
reacción no me interesó conocer de qué se trataba el tal Llamamiento urgente
por una Cuba mejor y posible. No confío en las posiciones neomarxistas y tímidamente
anarco-colectivistas de su autor. Más tarde volví a toparme con el Llamamiento
incluido dentro de un artículo aparecido en Diario de Cuba bajo el título “El manifiesto que Oswaldo Payá no llegó a
firmar” de Eduardo Labarca.
Sentí
curiosidad ¿se trataba de algún proyecto de Oswaldo Payá elaborado antes de su
asesinato? Me preguntaba ¿será acaso un proyecto del Movimiento Cristiano de
Liberación con una proyección más radicalizada luego de las críticas que Payá
hiciera al denominado “Diálogo entre cubanos” que impulsara el episcopado de La
Habana y la revista Palabra Nueva? Me había equivocado, el “Llamamiento ─ según Labarca ─ se inscribe de algún modo en la corriente
pacífica inspirada hasta su muerte por Payá”. Siempre fui crítico de los
proyectos de Payá al considerar que en sus propuestas incluía a los personeros
del régimen como partes de la solución y su llamado a la política de “borrón y
cuenta nueva”.
Labarca
anota que el nuevo Llamamiento al igual que el proyecto de Payá de hace diez
años, “ha gatillado un agitado debate en
el exilio cubano, cuyo sector extremista y vociferante tiende a rechazarlo”.
Como no me considero ni extremista ni vociferante decidí informarme del contenido
del urgente llamamiento brotado de la mente del profesor Hidalgo. Me llamaba la
atención que Labarca citaba entre los firmantes ─ “que ostentan posturas
diversas” ─ a Carlos Alberto Montaner, “periodista de filiación liberal”, la
bloguera Yoani Sánchez, el líder disidente Manuel Cuesta Morúa, Carlos
Saladrigas, el empresario cubano americano “que hace unos meses viajó a La
Habana desde Estados Unidos a dar una conferencia”. Luego al revisar las firmas
encontré otros nombres, el abogado disidente fundador de la Corriente
Agramontista, Faisel Iglesias, el profesor Enrique Patterson y Dagoberto Valdés
Hernández, director de revista Convivencia, entre muchos otros.
Como
no creo incluirme dentro de los extremistas y vociferantes me pregunté si debía
incluir mi firma insignificante entre los destacados firmantes del Llamamiento
urgente.
Lo
primero que me saltó en el documento de marras fueron algunas expresiones de corte
nacionalista que convenían con algunas consignas castristas.
Con
el llamamiento se quiere presentar “a todos los ciudadanos cubanos un conjunto de medidas que no hay que
supeditar a la agenda de ningún país extranjero”, tal parece que las
propuestas de la oposición anticastrista antes de la existencia del Llamamiento
de Ariel Hidalgo ¿estaban supeditadas a la agenda de un país extranjero? Bueno,
al menos así lo consideran los usurpadores del gobierno de Cuba.
Reclama
el Llamamiento “el derecho de los cubanos
a determinar nuestro futuro en plena libertad, independencia y soberanía”,
nada que no queramos todos aunque a continuación introduce esta cláusula “sin injerencias o imposiciones de ninguna
nación extranjera sea cual sea la ideología que profese su gobierno”
agregando: “Nuestro país no debe estar
supeditado a leyes de otro gobierno que nos afecten unilateralmente”. No es
necesaria la inclusión de esa coletilla luego que se predetermina en plena
libertad, independencia y soberanía la determinación del futuro de Cuba por los
cubanos.
Se
propone la creación de un “grupo de buenos oficios” que entre sus funciones se
incluya “el tema de las sanciones
unilaterales estadounidenses” e “iniciar
conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, con vistas al cese
de la usurpación de la base naval de Guantánamo contra la voluntad y el deseo
del pueblo cubano”. Cese de la usurpación que está en contra de la voluntad
y el deseo del pueblo cubano, tal vez ─ no lo sé ─ Ariel Hidalgo haya echo una
encuesta de opinión entre el pueblo cubano para afirmar categóricamente que es
su voluntad y deseo el cese de la Base Naval de Guantánamo, que tanto reclama
el castrismo.
Solo
un poco más y el Llamamiento incluye el llamado de ¡Abajo el imperialismo
yanqui!
Tal
vez considera que son los Estados Unidos los que impiden un acuerdo dialogado
con los castristas para salvar a Cuba y de paso admitir que la oposición cubana
está controlada y dirigida por Washington. Sinceramente no creo que el tema de la Base Naval de Guantánamo sea en
estos momentos uno de los tópicos principales a resolver para alcanzar “una
Cuba mejor y posible”.
Hidalgo
inicia su urgente llamamiento diciendo: “Vivimos
tiempos cruciales. Es necesario conocer y aprender del pasado para no repetirlo”;
pero en su llamamiento no hace referencia alguna a ese pasado que debemos
conocer para no repetirlo. Quizá ese pasado hay que entenderle sobre lo que
afirmara en un artículo suyo que publicara El Nuevo Herald con fecha 4 de mayo
de 2012, bajo el título “El pacto del amor
y la paz”. Entresaco el siguiente párrafo de ese artículo:
“Olvidamos que a cuatro años de república
comenzamos a contender unos contra otros en medio de la violencia y el desamor:
en el 6, en el 12, en el 17, en el 30, en el 33 y en los años cincuenta, sin
contar, entre fecha y fecha, otros conatos insurreccionales que nos mantuvieron
en perpetua turbulencia en nombre de la libertad. ¿Qué frutos obtuvimos de todo
esto? Pues una renovación de las cadenas. Si hubiera habido siempre armonía y
concordia, no habría nacido lo inarmónico y la discordia del presente. Algo
anduvo siempre mal, y el regreso a lo que creemos fue un pasado feliz, nos
llevaría otra vez al punto de partida del conflicto, a recomenzar nuevamente el
camino que nos ha llevado hasta aquí. Entonces es preciso revisar nuestras
acciones pasadas para poder entender en qué hemos estado errando una y otra vez”.
Es
decir, no hay solución. El presente es malo, el pasado fue también malo; no
podemos volver a la Cuba precastrista. Ariel Hidalgo tiene la fórmula mágica,
aunque lo por él propuesto es lo mismo que se recogía, en general, dentro de
algunos de los postulados de la Constitución de 1940; es decir: “Respeto inmediato a derechos y libertades
ciudadanas básicas de conciencia, expresión, información, reunión, movimiento y
asociación, derecho a la libre sindicalización, formación de partidos políticos
y de organizaciones no gubernamentales y proscripción de toda forma de
persecución o discriminación por razones de credo, ideología, raza, género u
orientación sexual” esto último es lo único que no estaba previsto en la
Constitución republicana.
¿Cuándo
acabaremos de entender que los pueblos no se mueven tras conceptos abstractos
sin antes solucionar sus preocupaciones concretas como son, el alimento, la
vivienda, el empleo bien remunerado, la seguridad, la salud? Para movilizar a
un pueblo en un proyecto de acción no cabe el principio cartesiano de Cogito ergo sum, se requiere algo más
que simples retóricas abstractas.
La
cuestión económica del Llamamiento se reduce a lo siguiente:
“Traspaso inmediato de la propiedad de todas
las empresas estatales de producción y servicios medianas y pequeñas a los
trabajadores que laboran en ellas, y en las grandes empresas, participación en
la administración y reparto de utilidades. Libertad de todos los ciudadanos
para la actividad económica independiente, exportar e importar bienes,
establecer empresas mixtas con el Estado o con la inversión extranjera y
estímulos fiscales a las cooperativas y a la pequeña propiedad individual.
Control trasparente del uso de los impuestos y de la renta nacional. Plan de
emergencia para reanimar y fortalecer los sistemas nacionales de educación,
salud y seguridad social. Acceso masivo a Internet y las nuevas tecnologías de
la información y comunicación como herramientas imprescindibles de una economía
moderna”.
La
primera cláusula de este párrafo nos recuerda una de las tesis claves de
Bakunín: “La propiedad de los medios de producción, distribución y cambio debe
ser social y administrada colectivamente por los propios trabajadores reunidos
en pequeñas asociaciones por afinidad mientras que cada uno de ellos produce
según su voluntad (o según lo acordado) y cada uno debe recibir el producto
íntegro de su trabajo según su mérito individual”.
Es
la idea del colectivismo anarquista presente en el pensamiento de Ariel Hidalgo
que los expresa en un párrafo de su artículo “¿Qué modelo necesita Cuba?” (El Nuevo
Herald, 20 de abril de 2012):
“No basta un estado de derecho. Es preciso ir
más allá, hacia un estado de plena satisfacción de los derechos, y esto sólo se
logra con la autosuficiencia ciudadana. ¿Qué significa esto? Una ciudadanía
independiente de poderosas instituciones para subsistir, controlando sus
propios medios de subsistencia, sin trabas burocráticas, altos impuestos ni
negativas crediticias, barreras impuestas por las oligarquías para monopolizar
la fuerza de trabajo y mantener así bajos salarios. No basta la libertad
económica propugnada por los liberales. Es preciso ir más allá, hacia la
democracia económica, ya sea individual, familiar o de grupos, cooperativista o
autogestionaria. Si bien el derecho a la propiedad es legítimo, ese derecho no
es sólo para quienes ya la tienen sino también para quienes nunca la han
tenido. Cuando cualquier trabajador pueda ser propietario de medios de
producción, los capitales y los Estados no tendrán más remedio que pagar
jornales justos a quienes continúen como asalariados”. Bakunín no habría
podido expresarse mejor.
Otra
de las propuestas del Llamamiento para hacer una Cuba mejor y posible es la de “someter a referendo la incorporación de una
cláusula constitucional criminalizando el empleo del terrorismo, la violencia,
la tortura, el acoso y la discriminación de cualquier tipo, sea cual sea su
promotor, justificaciones y procedencia, así como la adecuación de la
Constitución a los principios y normas universalmente reconocidas de derechos
humanos”. Hay un detalle que olvidan todos los constructores de planes
salvadores para Cuba. La Constitución vigente en Cuba no admite enmiendas, no
deja resquicios; es la Constitución de un estado totalitario, simplemente lo
que se ha de exigir es su derogación total y definitiva y no remendarle
parches.
Las
medidas que el Llamamiento propone a aplicar a los represores de las libertades
y derechos de la ciudadanía son ridículas: “Desmovilización
o traspaso a otras funciones de aquellos agentes dedicados a la represión de
esas libertades, y cierre de unidades represivas dedicadas a ese fin”.
¿Solo esto? Es decir desmovilizar o traspasar a otras funciones a los oficiales
de la Seguridad del Estado que cumplen órdenes de los altos jerarcas del poder
sin la exigencia de enfrentar la justicia a esos oficiales y a los detentadores
del poder en Cuba que son los responsables directos de la represión que llevan
a cabo sus cuerpos represivos. Unos y otros deben enfrentar a la justicia.
El
Llamamiento pierde toda su fuerza cuando hace depender la ejecución de su
conjunto de propuestas de que exista “la voluntad
política para ello de parte de quienes siendo menos del 1% de la población,
poseen la capacidad real de decisión sobre todos los aspectos de la vida
cotidiana en nuestra patria”
¿Para
qué, entonces, hace falta convocar el apoyo de un llamamiento que para su
ejecución requiera de la voluntad política de los tiranos? Esto es, simplemente
oportunismo y demagogia políticos además de una pérdida de tiempo.
Finalmente
el Llamamiento urgente concluye diciendo:
“Alertamos que no sólo una Cuba mejor es
posible. También lo es una Cuba igual o peor a la que hoy existe. Las opciones
están en manos de los cubanos y el tiempo de tomar decisiones sustantivas ha
llegado. Quien hoy no dé los pasos para dar salida sensata a esta crisis no
podrá responsabilizar a otros por lo que suceda mañana”.
No
creo que lo propuesto por el Llamamiento sea precisamente una salida sensata
para sacar a Cuba del abismo al que le ha hecho caer el castrismo.
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