Nicolás
Águila. CUBANET
Normalmente yo no firmo manifiestos o
declaraciones. Sobre todo, no me molesto en firmar ningún documento de este
tipo, ni en un sentido ni en otro, que vaya en última instancia dirigido al
régimen castrista, al que no considero un interlocutor válido o receptivo. De
modo que si, por rechazar y no suscribir el “Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible”, la izquierda
autoritaria, desde su pretendida superioridad moral e intelectual, me considera
parte del “sector extremista y
vociferante” del exilio, miel sobre hojuelas. Nada me honra más que
situarme a buena distancia del izquierdismo sectario, y de esos que a todas
horas proclaman con orgullo su sesgo ideológico aunque no venga al caso. (Leí
la diatriba de uno de los redactores del ‘Llamamiento urgente…’ que, ¡faltaría
más!, se declara izquierdoso y emplea un lenguaje sumamente ofensivo que me
dejó perplejo. El que rechace el ‘Llamamiento urgente…’ o sustente otra tesis es,
según él, poco menos que la peste. Lo tacha de cobarde, de capitán Araña y
hasta de inmoral).
Pero es que el ‘Llamamiento…’ no deja
de tener sus puntos débiles y cuestionables, empezando por el propio título. No
es por ponerse uno puntilloso en el aspecto léxico-semántico, pero ya va siendo
hora de que la oposición se desprenda definitivamente de los tics del discurso
castrista. ¿Ignoran Ariel Hidalgo y sus colegas (contra los cuales no tengo
absolutamente nada) las resonancias negativas que el sustantivo ‘llamamiento’
debe de producir en el seno del pueblo cubano? Ciertamente, aunque la palabra
no haya sido acuñada por los Castro, al igual que ‘compañero’, nos trae muy
malos recuerdos. Parece una ñangarada. Suena a teque, a frustración, a engaño,
a estafa. No es que haya que ser original todo el tiempo, pero tampoco hay que
imitar el estilo del opresor.
Otro tanto pudiera añadirse sobre la
cuestión del embargo y la base naval de Guantánamo. Son las dos eternas
cantaletas del castrismo, pero sobre todo es un tema que divide profundamente
al exilio y la disidencia. Un programa que intente llegar a todos los sectores
de la oposición, más que congraciarse con la izquierda o el centro-derecha de
tendencia ‘progre’, debería ser más cuidadoso en el tratamiento de una cuestión
tan controversial como divisoria.
Por otro lado, afirmar taxativamente
que “la usurpación de la base naval de
Guantánamo [va] contra la voluntad y
el deseo del pueblo cubano” no creo que se acerque mucho a la verdad. Tal
parecería que los cubanos se levantan y se acuestan todos los días rezando por
el desmantelamiento de la base americana. Y yo creo que es exactamente al
revés, aunque desde luego no haya realizado ningún sondeo de opinión para
asegurarlo categóricamente y con un mínimo de rigor estadístico. Pero como
estoy convencido de que los redactores del ‘Llamamiento…’ tampoco se han basado
en ningún estudio demoscópico, con el mayor de los respetos me atrevo a
calificar esa aseveración de falsa y demagógica, independientemente de las buenas
intenciones de quienes redactaron el texto, tal vez un tanto influidos por un
antiimperialismo de vieja escuela.
En realidad, el anhelo de muchos
cubanos ─ sobre todo, de los que viven en esa zona —, es llegar hasta el
territorio ocupado por Estados Unidos cruzando la bahía a nado o, incluso de
manera más temeraria, atravesando un campo plagado de minas que el régimen
cubano ha sembrado en el perímetro terrestre de la base. No son pocos los que
han perecido en el intento de llegar a tierra de libertad por esa vía tan
riesgosa. De manera que algún día, en la Cuba del futuro, habrá que erigirles
un memorial in situ. La base naval de Guantánamo no es el problema. Ha sido la
solución para miles y miles de cubanos, incluyendo varios amigos y tres
cercanos familiares míos, que allí encontraron refugio y luego lograron
realizar su sueño de vivir en libertad.
Por último, y no porque sea de menos
peso, quiero referirme a la inoportunidad del documento. El manejo de los
tiempos, en la política, es mucho más importante de lo que sospechan los
gestores del ‘Llamamiento urgente…’, cuya urgencia tampoco es para tanto. En
medio de la conmoción y el duelo por el fallecimiento de Oswaldo Payá y Harold
Cepero en un supuesto accidente con pinta de atentado mafioso, el ‘timing’ ha
sido fatal según el parecer de muchos. Si bien es cierto que el documento se
venía gestando desde antes, su aparición por estos días coincide con la
consternación de la familia, el MCL y la oposición en general, cuyos esfuerzos
se centran en el esclarecimiento de la verdad sobre la muerte del destacado
opositor y su joven colaborador. Algunos lo han visto como un intento de
desplazar el foco y pasar la página del caso Payá. Yo, particularmente, no creo
que la intención haya sido tan aviesa, aunque el efecto en definitiva ha sido
el mismo. Considero, sin embargo, muy mal que uno de los exégetas del
‘Manifiesto…’ haya intentado apropiarse del nombre y el legado de Payá en un artículo frívolo y
de un mal gusto que podría calificarse de carroñero.
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