Mario J. Viera. Englewood. Florida
La punta de lanza del partido comunista chileno, Camila Vallejo declara que “nunca pensamos, nunca imaginamos que el gobierno iba a jugar tan sucio en este proceso" y argumenta que este “ha perdido una oportunidad histórica de iniciar un espacio, de propiciar un espacio de discusión, de trabajo con garantías mínimas (...) que iban a posibilitar dar solución a este conflicto”. ¿La excusa? La negativa gubernamental a suspender la tramitación de los proyectos de ley sobre educación, una de las condiciones impuestas por la Confech para continuar con el diálogo.
Este reclamo tiene el apoyo de los senadores de los partidos que conforman la Concertación. Los senadores Guido Girardi (PPD), y Juan Pablo Letelier (PS), presidente y vicepresidente respectivamente del Senado exhortaron al gobierno a acatar esa condición sine qua non.
Girardi expresó: “La única condición fue que el gobierno estuviera dispuesto a discutir todos los temas, y por lo tanto que no enviara los proyectos sino hasta concordar con el movimiento estudiantil que estuvieran todos los temas. Esa condición mínima no fue aceptada, y el gobierno le ha dado sucesivamente portazos a la posibilidad de diálogo”, agregando que el gobierno “ha dicho que ya se cerraron los plazos para los jóvenes que no se inscribieron en los programas para que no se perdiera el año (…). Eso es un nuevo chantaje y una amenaza desleal e injusta que no puede ser” y sentenció tajantemente: “No estamos dispuestos a legislar los proyectos que el gobierno quiere, de espaldas a la ciudadanía. No vamos a legislar proyectos que el gobierno envía unilateralmente al Congreso”.
Lo que sucede es que estos senadores de la oposición se olvidan de la Revolución de los pingüinos, ocurrida durante el gobierno de la Concertación presidida por Michelle Bachelet. En esas protestas estudiantiles se hacían muchos de los reclamos que ahora se promueven y que no fueron resueltos a cabalidad. Olvidan que también Bachelet anunció de manera unilateral un paquete de medidas para, en definitiva, mantener el estatus quo del sistema educacional.
La Concertación, como el UDI ahora, se mantuvo dentro de la línea de las privatizaciones que estimula el neo liberalismo como causa eficiente de los actuales conflictos.
Tal vez sea aceptable lo que sugiriera el senador por UDI Hernán Larraín que el gobierno hubiera podido enviar “una señal positiva” a los estudiantes movilizados con la suspensión de los proyectos de ley que impulsaba. Pero esto, aunque un acto inteligente, sería una posibilidad remota, puesto que los comunistas que se esconden tras el lindo rostro de la Vallejo habrían buscado cualquier otro pretexto para sabotear el diálogo.
Me pregunto qué habría ocurrido en Cuba bajo el gobierno de los Castro si el estudiantado cubano se movilizara en reclamo de la autonomía universitaria y la despolitización de la enseñanza. Me lo pregunto aunque sé cuál sería la reacción gubernamental. Los líderes de las protestas serían detenidos de inmediato acusados de contrarrevolucionarios y mercenarios al servicio de los Estados Unidos; las turbas de respuesta rápida se habrían movilizado armadas con estacas para lanzarse contra los estudiantes antes de que se organizaran para manifestarse y todos los que participaran en la protesta serían expulsados de la Universidad. Pero en Chile, por suerte hasta para los comunistas, es bien distinto. En Chile existe democracia mientras algún seguidor de Chávez no llegue al poder. Entonces sí, se acabarán las protestas y solo tendrán derecho a cursar estudios universitarios los que se identifiquen como partidarios del gobierno.
Mientras tanto ya cansan la Confech, Camila Vallejo, Giorgio Jackson y las movilizaciones manipuladas detrás de bambalinas por los comunistas de Chile.
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