Mario J. Viera. Englewood, Florida
Ese fraude de Premio Nobel que responde al nombre de Rigoberta Menchú recibe solo unas décimas porcentuales de los votos contados hasta el presente en su propia tierra, el Quiché.
Ya con el 92% de los votos escrutados los resultados son contundentes. Los favoritos son los candidatos de derecha que deberán presentarse al balotaje previsto para el 6 de noviembre, Otto Pérez Molina del Partido Patriota y Manuel Baldizón, de Libertad Democrática Renovada (LIDER), ambos candidatos de derecha, en tanto que la despistada de la izquierda bananera Rigoberta Menchú solo alcanza un modesto apoyo de solo 3.18% en todo el país.
Es la segunda ocasión que la supuesta activista por los derechos humanos se presenta como candidata presidencial. En las elecciones de 2007, la pobre, solo alcanzó un apoyo del 3.09% de los votos válidos emitidos. Parece que los guatemaltecos no confían mucho en ella.
En aquella ocasión Menchú critico las encuestas que preveía para ella entre un cuarto y un sexto lugar, acusando a los encuestadores de racistas a pocos días antes de realizarse las votaciones. El Periódico de Guatemala recogió las declaraciones de la poco apoyada candidata en su edición del 16 de septiembre de 2007: “Los encuestadores han sido racistas y nos han ignorado”, declaró mientras, como informó el diario “servía en su casa tazones humeantes con caldo de gallina al séquito de periodistas que la seguía a todos lados”.
Muy apasionada declararía: “Cuando lleguemos al Gobierno lo primero que vamos a sacar es una ley para impedir que se hagan esas encuestas privadas, que solo interfieren con las democracias y las dirigen”. Así se creía ella que sería electa como presidente de Guatemala. Como aseguró el rotativo la respuesta se la dieron los los resultado de los comicios; Rigoberta Menchú quedaría “en el séptimo puesto, con el 3.09 por ciento de los votos, una posición que ni las encuestas previeron”.
El 42% de la población guatemalteca es indígena pero los indígenas apenas votaron por ella. Ni su propia gente confiaba en ella como tampoco ahora ha confiado en la gran perdedora.
La Menchú fue lanzada a la fama internacional tras la publicación en 1983 del libro “Me llamo Rigoberta Menchú” que se redactó a partir de entrevistas gravadas en las que ofrecía sus testimonios a Elisabeth Burgos-Debray, los que para muchos están construidos sobre mitos y falacias. El antropólogo norteamericano David Stoll hizo un estudio crítico de la vida de Rigoberta Menchú y puso en tela de juicio muchos de los relatos de la laureada con el Nobel.
“¿Qué tal si gran parte de la historia de Rigoberta no es verdadera? Esta es una pregunta difícil, especialmente para alguien que, como yo, piensa que el Premio Nobel fue una buena idea. No obstante, decidí que la pregunta debía ser planteada. Mientras entrevistaba a los sobrevivientes de la violencia política a finales de los ochenta, empecé a encontrarme con problemas considerables en la historia relatada por Rigoberta al comienzo de su carrera. No hay duda respecto a los puntos más importantes: que una dictadura masacró a miles de campesinos indígenas, que las víctimas incluían a la mitad de la familia inmediata de Rigoberta, que ella misma huyó a México para ponerse a salvo, y que se unió a un movimiento revolucionario para liberar su país. En estos puntos, el relato de Rigoberta es incuestionable y merece la atención que recibe. Pero en otros aspectos, tales como la situación de su familia y su pueblo antes de la guerra, otros sobrevivientes me describieron un cuadro diferente, el cual es confirmado por los documentos disponibles” anotará Stoll en el prólogo de su libro “Rigoberta Menchú y la historia de todos los guatemaltecos pobres” aparecido en idioma inglés en 1999 por Westview Press (Boulder, Colorado, EE.UU.)
En la realización de sus investigaciones el antropólogo solicitó una entrevista con la Menchú en febrero y abril de 1997 obteniendo de la Fundación Rigoberta Menchú solo la excusa dada por correo electrónico que ella se encontraba demasiado ocupada para conceder entrevistas.
Rigoberta Menchú se ha declarado defensora de los cinco espías castristas condenados en los Estados Unidos pero jamás ha dicho una palabra a favor de los presos de conciencia que el régimen castrista había condenado a largas penas de prisión.
El 12 de abril de 2004, Rigoberta Menchú envió una carta abierta a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU a pocos días de enjuiciar al gobierno castrista por violaciones de los derechos humanos. En esa carta la Manchú declaró: “Se intenta producir una nueva condena contra Cuba que en definitiva busca justificar el bloqueo criminal que se ha prolongado por más de cuatro décadas y que tantas carencias y dificultades han acarreado al pueblo cubano, y de paso, evadir el tratamiento objetivo e integral del tema cubano”. La supuesta defensora de los derechos humanos defiende al gobierno de Cuba que ha pisoteado durante más de cinco décadas los derechos humanos de los cubanos.
En abril de 2005 la Fundación Rigoberta Menchú criticó el voto del gobierno guatemalteco contra el gobierno castrista calificándole de “vergüenza nacional”. La fundación había declarado ante la resolución contraria al régimen cubano aprobada por 21 votos a favor, 17 en contra y 15 abstenciones y que contaron con el respaldo de Costa Rica, México y Guatemala: "Este voto constituye un acto de vergüenza nacional que demuestra la subordinación del gobierno a la agenda e intereses de Estados Unidos"; y concluye en su declaración: "Manifestamos nuestra solidaridad con Cuba y denunciamos las maniobras de Estados Unidos por construir un escenario que justifique una intervención contra la isla, tal y como ocurrió con Irak hace más de dos años".
Los electores guatemaltecos no consideraron necesaria y posible la propuesta de gobierno del Frente Amplio que apoyaba a la Menchú de “construir un nuevo sistema o modelo económico en el que el mercado no determine las necesidades y la orientación de la sociedad, sino que sea ésta la que determine la orientación y el carácter del mercado”.
Definitivamente, a Rigoberta Menchú no se la tragan ni en su propia tierra ni por los indígenas de Guatemala.
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