viernes, 30 de septiembre de 2011

“Lo escrito, escrito está”

René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Para los luchadores independistas del Siglo XIX, Cuba era una novia pura o una madre amantísima, desvelada por cada uno de sus hijos. En la centuria pasada, ya reconocido internacionalmente el país, la diferencia entre este mismo y los distintos gobiernos siempre estuvo muy clara.

Así, los abusos de regímenes autoritarios como los de Machado y Batista jamás fueron atribuidos a nuestra República como tal. Todos comprendían a la perfección que los atropellos que se perpetraban eran de la exclusiva responsabilidad del mandón de turno y sus paniaguados. La pobre Cuba nada tenía que ver con esos excesos.

Pero tras la trepa al poder de Castro y sus compinches, los nuevos gobernantes no se conformaron con iniciar un nuevo capítulo en la historia patria, sino que pretendieron reescribirla toda completa, negando cualquier logro de la etapa anterior y confundiendo de manera deplorable a la Nación con sus nuevas autoridades; es decir, con ellos mismos.

Reflejo de lo anterior es la actitud asumida por los llamados “intelectuales orgánicos”, para quienes la defensa a ultranza del castrismo y sus medidas, aun las más arbitrarias, constituye un artículo de fe, casi la razón de ser de su obra y de su propia existencia. Esto se puso de manifiesto en días pasados.

Con motivo de la visita a Miami de Pablo Milanés, no han faltado las críticas acerbas al gran cantautor. Estos ataques han provenido de una y otra parte, pero aquí quisiera concentrarme en los realizados desde las filas de la intelectualidad oficialista.

Entre esas arremetidas resaltan las hechas por el prominente artista Silvio Rodríguez y por otro no destacado en absoluto, pero que se dio a conocer por una canción y por los cargos burocráticos que ha ostentado en el movimiento de la Nueva Trova: Vicente Feliú.

Para esos dos compositores, Cuba no es la madre amantísima ni la novia virginal que pensaban nuestros mambises, sino una madrastra vengativa y cruel que, lejos de terciar con equidad en los conflictos entre sus hijos o entenados, se dedicaría a convertir a los menos favorecidos en víctimas de su ojeriza y su ferocidad.

Ambos, sin ruborizarse, intentan justificar  -¡a estas alturas!- la bochornosa carta dirigida en 2003 a “amigos que están lejos”, en la que determinados intelectuales expresaban su apoyo al mismo régimen que los escogió con ese fin, a raíz de la brutal ofensiva represiva conocida como Primavera Negra.

Los firmantes apoyaban el fusilamiento, en menos de una semana, de tres jóvenes que se apoderaron por unas horas de una embarcación, sin ocasionar lesiones; también la condena a largas penas de prisión de setenta y cinco disidentes que sólo manifestaron de manera pacífica su inconformidad con el estado de cosas imperante.
Amaury Pérez Vidal

Unos pocos miles (opositores y periodistas independientes) expresaron su pública censura a aquella represión despiadada; otro (el mismo Pablo Milanés) tuvo el decoro de negarse a prestar su nombre a aquella infamia; otro más (el también cantautor Amaury Pérez) intentó dar, durante una reciente visita a Miami, una especie de explicación vergonzante de por qué firmó.

La generalidad de los que entonces suscribieron el documento guardan discreto silencio, pero Rodríguez y Feliú han considerado necesario defender de manera pública su actuar de entonces. Para ello alegan que, supuestamente, en aquel momento “había que cerrar filas con la defensa de Cuba”.

Vemos una vez más la confusión lamentable del actual régimen militar con la Patria, que de nuevo deja de ser una madre amorosa, representada en una Virgen cuya advocación es nada menos que la Caridad. Porque habría que preguntar: ¿Acaso los tres secuestradores y los setenta y cinco heterodoxos no eran también cubanos! Entonces,  ¿de qué “defensa de Cuba” hablan!

Estos dos castristas son no sólo contumaces, sino —además— más papistas que el Papa. El nuevo gobierno de Raúl Castro enmendó en lo posible, al cabo de ocho años, la barbaridad perpetrada en 2003. Por supuesto, los fusilamientos no tienen ya remedio, pero al menos los encarcelados fueron liberados bajo licencia extrapenal.

Muy oportuno es un pasaje de la respuesta de Silvio Rodríguez. Aunque la notoriedad de la frase se debe no a su condición de proverbio latino, sino de cita bíblica, y pese a lo discutible de la traducción que ofrece, la oración que él reproduce les viene como anillo al dedo a él mismo, a Feliú y a cualquier otro que, al cabo de ocho años, intente justificar lo injustificable: “Lo escrito, escrito está”.

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