Esteban Casañas Lostal
Montreal. Canadá
Tengo por norma recorrer diariamente gran cantidad de páginas webs, periódicos digitales y blogs personales en busca de información, se ha convertido en un hábito. Casi siempre me detengo en los que abarcan temas marítimos, Cuba y actualidad internacional. Ando a la búsqueda de algo interesante para llevar a un foro de marinos cubanos que administro y para serles franco, el tema de la isla ha perdido mucho interés para mí, tanto, que ya la sitúo en el tercer o cuarto lugar de mis prioridades, me agota lo mismo.
Durante esos recorridos, hallo notas que no dejan de sorprenderme y no tienen nada que ver con noticias o artículos de opinión. Me refiero al pedido o solicitud descarada que hacen algunos espacios de “colaboración”, por supuesto, económica. Entre los argumentos que fundamentan ese pedido, es muy común encontrar como justificación ciertos “mantenimientos” necesarios que se le deben hacer al blog, página web, periódico o foro. ¿Mantenimiento? Me pregunto yo y llegan a la mente varias respuestas. Será porque deben agarrarle algún ponche, gastos de gasolina, el pago de una grúa para su remolque, retoques a la carrocería con pintura, facturas de mecánicos. Hago una revisión de todo ese teje y maneje de esos espacios y encuentro lo que todos saben, compras un dominio o blog y no resulta tan caro actualmente, su pago es anual en términos generales. Lo que suceda por el camino es asunto tuyo, como puede ocurrir con la adquisición de un auto o una casa. Solo que la diferencia es inmensa, ninguno de esos espacios se encuentra afectado por fuerzas externas que la afecten como un huracán, tsunamis o terremoto. Únicamente pueden ser jodidas por un hacker y para evitar sus ataques existen decenas de medios para protegerte. ¿De cuál mantenimiento hablan entonces? No acabo de comprenderlos.
En este campo, los pícaros o cabronzuelos elijen un tema que siempre sirve de señuelo, nada mejor para enganchar a los cubanos que le hablen de su isla y le recuerden periódicamente sus desgracias. Ellos, los pícaros o cabrones, explotan a la perfección el sentimiento de la gente que acude a sus páginas y saben cómo ganar simpatizantes o adeptos, los complacen. Aquellos, los ingenuos o infelices visitantes, se estimulan con verse reflejados en esas páginas casi siempre rebosantes de patriotismo y acuden inocentemente como salvavidas en la ayuda de un llamado no exento de cierto dramatismo, son presas fáciles.
Una vez, andaba en un barco por Bahía Honda y regresaba a La Habana de franco, me acompañaban dos amigos. En el recorrido y a orillas de la bahía, nos detuvimos en un bar a esperar la guagüita que servía de transporte hasta el pueblo. Llovía a cántaros, asombrosamente tenían cerveza. Allí bebimos hasta consumir el último centavo, nos gastamos el dinero para pagar nuestro pasaje. Cuando llegamos al pueblo, había una guagua lista a salir con destino a la capital y a Eduardo se le ocurrió una brillante idea, subió al ómnibus y se dirigió a todo el pasaje:
-“¡Atiendan acá, compañeros! Acabamos de llegar de una misión internacionalista y no tenemos dinero para pagar nuestro pasaje, mañana debemos regresar nuevamente y partir rumbo a Angola. Necesitamos de la colaboración de ustedes para poder trasladarnos hacia nuestras casas”. No había terminado de decir aquellas elocuentes palabras, cuando una pasajera abrió su cartera y extrajo un billete. No conforme, se levantó del asiento e invitó al resto de los pasajeros a “colaborar”. Minutos después, viajábamos hacia La Habana en el último asiento donde dormíamos nuestras borracheras. Para el resto de los pasajeros, nosotros éramos unos patriotas.
Esto no es lo peor, cualquiera puede ser timado, pero todo debe tener un límite. Revisas esas páginas donde descaradamente piden colaboración de una manera tan sofisticada, porque créanme, algunos tienen cuentas de banco abiertas, otros aceptan cartas de créditos y hasta el sistema de pago Pay Pal y para colmo, encuentras notas que deben resultar indignantes. Es precisamente aquí donde fundamento el título de estas notas y no acabo de comprender a mi gente. He leído en algún espacio una nota como ésta: …Yo, Periquito Pérez, me reservo el derecho de editar y eliminar aquellos que utilicen un lenguaje no apropiado…
Bueno, esto ya es el colmo, encima de que piden dinero, publican lo que le salen de los huevos, cuando deberían ser ellos los que pagaran por los artículos que publican, y siempre, respetando los derechos del autor. Yo no sé ustedes, pero de verdad, me cansé de vivir bajo una tiranía que era dueña de mis palabras y pensamientos. Sin embargo, resulta increíble que aún, cuando disponen de espacios libres donde se puedan manifestar sin ningún tipo de censura, hay cubanos que acuden allí, dan plata y encima soportan que los humillen de esa manera. ¡Nada, el que nació para yunque, del cielo le cae un martillo!
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