Mario J. Viera. Englewood, Florida
Como ha dicho el columnista del diario EL UNIVERSO, Manuel Ignacio Gómez Lecaro en un artículo de opinión titulado “Nuestro diario”, “Correa, como tantos otros tiranos, pasará de largo y tendrá que responder por sus actos junto a varios de sus cómplices funcionarios”, y llegará el día en que sea derrotado en las urnas y expulsado del poder.
Aunque ha dicho que está “bastante cansado” y que ha afirmado que si “alguien pudiera llevar a la victoria al proyecto de la revolución ciudadana en 2013, yo no tengo ningún problema, estaría bastante tranquilo, contento, en paz conmigo mismo de poderme hacer un lado”, la realidad es que no quiere abandonar el poder, que se considera como el líder histórico, inamovible, eterno, de una mal llamada “revolución ciudadana”. Pero el tiempo pasa, como dice una canción de Pablo Milanés, y con él pasará también Correa.
Quedará echado en un rincón con su “escaso entendimiento de la libertad, su rechazo a la diversidad de opiniones, su intolerancia, su arrogancia, sus prejuicios, su descaro y su despotismo” como dice Gómez Lecaro; pero no ignorado. No será ignorado. La judicatura depurada entonces de los magistrados que le fueran dóciles lacayos, le juzgará. Tendrá que enfrentarse entonces a demandas civiles y a cargos penales. Se cosecha lo que se siembra, y Correa ha sembrado odios.
Soberbio, intransigente, tan delicado que no soporta las críticas, despectivo, insultante, entregado a los intereses de los Castro y de Chávez conocerá lo que su imprudencia le acarrea. Nadie saldrá en su defensa. No será amparado por la opinión de la prensa; no le dará cobertura la Corte Interamericana de Derechos Humanos, será un deshecho político. La cárcel será su futuro hogar y allí, como se lee en la Biblia, será el llanto y el crujir de dientes.
Mientras tanto que siga creyéndose el Mesías del Ecuador, que siga ejerciendo su despotismo, que continúe encarcelando a editores de periódicos o reclamándoles multimillonarias demandas por heridas a su soberbio, su impresionante ego. Un día se dará cuenta que él no es nadie; que solamente es un pobre mediocre encumbrado por un instante de la historia.
El tiempo, Sr. Correa es el único general que no ha perdido una batalla; él le pasará la cuenta. No lo dude. Ud. no es nadie.
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