Daniel Morcate. EL NUEVO HERALD
La falsa cruzada moral contra los maestros ha llegado con virulencia a la Florida. El nuevo curso escolar se inició bajo el signo ominoso de esa elaborada, costosa y absurda distracción que son las evaluaciones a que se someterá a directores, subdirectores y maestros de las escuelas públicas. Se sumarán ahora a la chorrada de las pruebas estatales de aptitud a los estudiantes. Háganse cargo del ardid. Todo comienza con la presentación de un video impersonal en el que grises burócratas amenazan con poner a los educadores de patitas en la calle en un par de años si no muestran resultados presuntamente cuantificables en el progreso de sus alumnos. Concluida la perorata, los interesados no pueden hacer preguntas porque la cosa viene de arriba, del Olimpo republicano, empacada por acémilas togadas al servicio de políticos que a su vez sirven a millonarios innombrables, algunos de los cuales son precisamente dueños de escuelas privadas y de alquiler. Las mismas adonde va a parar la astilla que se sustrae a colegios públicos y maestros que "fracasan".
Del otro lado de este disparatado montaje se hallan los estudiantes que tendrán que habérselas con maestros estigmatizados por los falsos profetas de la buena enseñanza, hombres y mujeres abnegados en su mayoría, amenazados ahora con la pérdida inminente de su sustento. Y todo porque se les responsabiliza de un supuesto rezago en la educación norteamericana que nadie se toma la molestia de probar. El otro día escuché en la radio a uno de esos demagogos invocando el ejemplo de Finlandia. Lejos que se fue a buscar inspiración. Citó a "expertos internacionales" que supuestamente concluyeron que el sistema educativo finlandés es el número uno del mundo. Concedámosle la discutible premisa mientras localizamos a los grandes genios que produce la educación finlandesa. Fin del ejercicio. Pase de página. Lo que omitió taimadamente el papagayo radiofónico fue el detalle de que apenas 2% de los niños de Finlandia viven en la pobreza en comparación al 20% de los norteamericanos. Lamentablemente, en los planes ideológicos de los ultras no hay cabida para entender los verdaderos retos sociales y económicos de nuestro complejo sistema de enseñanza.
Los maestros de escuelas públicas han desatado la furia de los ultraconservadores porque son uno de los últimos grupos de trabajadores sindicalizados que quedan en el país. Y los líderes sindicales suelen exhortarlos a votar por candidatos liberales. También son vulnerables a la demagogia en tiempos de crisis. Siendo la condición humana lo que es, muchos desempleados y desamparados se preguntan por qué los maestros conservan sus prestaciones sociales y seguridad laboral. Lo lógico sería que se preguntaran cómo pueden recuperar las suyas. Pero, como les decía, la gente es lo que es. Y eso lo saben mejor que nadie los demagogos, que de ello viven. Para colmo, los maestros tienen una educación superior al norteamericano promedio, lo que los hace aún más detestables a los ojos de los envidiosos.
Ante la implacable campaña de descrédito que padecen, los maestros floridanos podrían cruzarse de brazos o recurrir al fraude, como han hecho ya muchos de sus colegas en Georgia, Texas y Ohio. Pero lo aconsejable sería que se organizaran para defender sus intereses y los de sus estudiantes, que también perderán con el clima enrarecido que han creado los extremistas. La idea es educar al público sobre cuáles son las verdaderas condiciones de la educación nacional, una de las más avanzadas del mundo a pesar de la propaganda contraria y no obstante los desafíos pendientes; y demostrar que la calidad de los educadores no se compara como desafío a la pobreza y el abandono familiar de muchos estudiantes, la segregación racial que repunta en el sistema escolar, la cantidad de alumnos con necesidades especiales, la renuencia de nuestros dirigentes a costear adecuadamente la educación pública y el alto volumen de estudiantes que de ella dependen.
Pero los maestros difícilmente ganarían solos la batalla por el respeto de los políticos. Necesitan que los padres les tiendan una mano, colocando en la lista negra a legisladores que denigran a quienes enseñan a sus hijos en condiciones adversas. Y que los periodistas, que hasta ahora les han servido mayormente de caja de resonancia a los denigradores, le den perspectiva al asunto, informando sobre las múltiples evaluaciones a las que ya se someten los maestros, sobre por qué se exime a las escuelas privadas y de alquiler de exigencias que se les imponen a las públicas y sobre las causas socioeconómicas del retraso de un sector del estudiantado. Si se hace ese trabajo con rigor se descubrirá que el nuevo plan de evaluación es otro subterfugio diseñado para desviar la atención de la pobreza y el aislamiento racial que aún socavan a nuestro sistema de enseñanza, y para tranquilizar la conciencia de quienes no quieren confrontarlos con seriedad.
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Nota de EL FANTASMA
Uno se pregunta si en el 2012 los republicanos se alzan con el gobierno de Estados Unidos y los del Tea Party se posesionan de puestos claves en el Congreso ¿a dónde iría a parar la sociedad americana?
Continuaría el apoyo de los grandes empresarios con desconocimiento de las empresas medianas y pequeñas, se apretaría el dogal alrededor de los trabajadores que verían aún más disminuidos sus derechos laborales y sindicales en beneficio de una furiosa jauría de empresarios sin escrúpulos, defensores a ultranza del laissez faire llevado hasta el extremo.
La educación, brindada en las escuelas públicas continuaría degradando su calidad. Los beneficios sociales se disminuirían porque hay que restringir el crecimiento del Estado con anhelos anarquistas.
Entonces habría que pensar si no se presentarán las condiciones para que se produzca en este país un movimiento semejante al de los indignados de España pero en mayores proporciones o si se producirán revueltas estudiantiles como en Chile reclamando mejoras en la calidad de la enseñanza. La paz social estaría en peligro.
Ese futuro depende de los votantes de Estados Unidos, depende de si votan por la razón o votan por la pasión del momento, si le conceden su voto a los ultraconservadores del republicanismo y del gang del Tea Party.
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