viernes, 23 de septiembre de 2011

Académicos, inteligencia y humildad

No tengo nada que hacer ahí, no hay nada que me motive a conversar con ellos. En la vida hay que ser algo: estás con el gobierno o no estás con el gobierno. Hay que tomar una postura, además el que está en contra del gobierno, está disintiendo, no se puede estar en el aire”. Marta Beatriz Roque al rechazar una invitación de Estado SATS

José Antonio Fornaris
Managua, La Habana, 22 de septiembre de 2011, (PD) Academo fue un héroe griego que de alguna manera fue propietario de un gimnasio. Platón llegó un día y plantó su escuela al lado de ese gimnasio. Con el tiempo, pues como la civilización occidental tiene su cuna en Grecia –cuando eso las cunas eran baratas-, surgió el término academia y por consiguiente el de académico.

Como la filosofía está muy relacionada con el espíritu humano, se puso en uso dar el título de académicos a los que enseñan en los altos centros docentes, cosa esa no del todo justa porque la primera universidad fue creada en el año 859 de nuestra era.
Además, por ejemplo, las profesoras de una academia de corte y costura, también son académicas. Y eso, aparte del origen de la frase, es correcto porque cuando una mujer está bien vestida, su espíritu se alza. También a los hombres se les levanta el espíritu cuando ven a una dama bien vestida. Claro, aquí algunos dirán que es al revés, que eso ocurre cuando la mujer tiene poca o ninguna ropa encima.

El caso es que mucho antes de Platón, las academias y los académicos, ya el hombre había realizado algunas cositas inteligentes, entre ellas abrir huequitos en la tierra para plantar semillas e inventar la rueda.

Y en todo ese lio de entretejer las cumbres de la grandeza humana, existieron algunas personas que sin ser académicos eran inteligentes. Así tenemos al hijo de un carpintero que nació en un pesebre, a quien la gente conoce como El Nazareno. Y hay, no cabe duda, otros cuantos nombres más.

Todo esto viene a cuento porque ha surgido una especie de polémica pública entre un integrante –se desconoce si lo que él afirma es la opinión de toda la organización- del grupo Estado de SATS (una recién creada entidad de la sociedad civil cubana integrada, eso es lo que se dice, por académicos) y una figura de la oposición interna.
Esta dijo que el Estado de SATS formaba parte de “una fábrica de disidentes” que presumiblemente ha creado el propio gobierno. Y –acción y reacción- el académico respondió con un largo artículo que en alguna medida trata de descalificar a toda la oposición interna. Esto a la vez, fue respondido por más de un colega en un tono enérgico.


En lo que a mí respecta, me alegra que haya surgido el Estado de SATS. Sí, es algo novedoso, pero nada extraño. El régimen se está terminando, ha engañado y frustrado a muchos. Después de más de medio siglo, las víctimas están en todo el tejido de la sociedad.

Por demás, en el artículo-respuesta que escribió el joven (me han dicho que es joven) académico lo verdaderamente lamentable es que la humildad no se ve por ninguna parte.

Hay algunas cosas que se afirman ahí que no comparto por su intención de sentar cátedras, entre ellas esa de: “Ningún socialismo de Estado se ha tumbado sin más desde abajo”. Hasta este momento, siempre hay una primera vez para todo.

Y la frase “resistencia inteligente”. Eso me suena al vocablo “nueva mentalidad” que el Estado promociona en los últimos tiempos. En este punto, es bueno preguntarse si la Revolución Francesa y la de las Trece Colonias en Norteamérica se hicieron con inteligencia.

Al menos en dos ocasiones he sido invitado a escuchar conferencias en lo que parece ser la sede del Estado SATS, una vivienda en la barriada de Miramar. No he asistido por cuestiones de transporte, pero prometo que si vuelvo a ser invitado, haré todo lo posible por asistir.

Una última cosa, y esto sí es importante: si a los académicos se les concediera la gracia de no ponerse viejos, lucharé a brazo partido por formarme como académico.

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