Adolfo Pablo Borrazá
Centro Habana, La Habana, 8 de septiembre de 2011, (PD) Luego de dos largos meses de vacaciones, los cubanos se preparan para insertarse en su habitual y aburrida cotidianidad.
¿Habrán sido estos dos meses de ocios, verdaderos refrigerios para la angustiada alma de los criollos?
“Yo seguí trabajando, con el poco dinero que me pagaron de vacaciones no pude llevar a mi familia a ningún lado; lo único que podíamos hacer es tratar de comer carne dos veces a la semana”.
“Los niños querían ir al Zoológico, el Parque Lenin y el Acuario, pero esos lugares te halan un dineral que ciertamente no podemos gastar”, refiere Juan Ramón, trabajador de los Servicios Comunales en esta ciudad.
Es lógico pensar que después de varios meses de sudar la gota gorda en el trabajo, las familias organicen un plan y estos satisfagan los deseos de cada miembro. Pero la realidad les brinda un trago amargo cuando ven que muy pocas cosas o ninguna pueden recrearles la vida.
“Pedí 15 días de vacaciones arriesgándome a que nos quedáramos sin un kilo partido a la mitad para sacar a mis hijos a divertirse; después de 10 meses de estudios es bueno que refresquen un poco. Pero en este país nada funciona; si vas a la playa, al teatro o un cine, el transporte esta pésimo; si deseas ir a una piscina, esta no tiene el saneamiento recomendado, por lo que puedes coger una enfermedad; si te alojas en un campismo, de seguro te puedes hipotecar la vida porque todo es en moneda convertible, en fin estás jodido. Las vacaciones son un infierno en este aburrido país, es mejor seguir trabajando” dice René, hornero-elaborador de galletas de una fábrica capitalina.
Los jóvenes son el sector más intranquilo y “peligroso” cada vez que llegan julio y agosto. En estos dos meses vacacionales, muchos buscan opciones que los distraigan al máximo. Sin embargo, el gobierno ha sido incapaz de asegurar tal esparcimiento[1].
“¿Que vamos hacer? ¿Adónde podemos ir si casi todos los lugares son en chavitos (CUC)? Las mejores discotecas de La Habana están en los hoteles y cuestan más de 15 CUC cada una. Nosotros no trabajamos aun y nuestros padres ganan una miseria, prácticamente nos obligan a bandolerear para satisfacer nuestras necesidades. No tenemos otra opción, no existen vacaciones para nosotros los negritos de La Timba”, expresa entristecido Lazarito, adolescente de 14 años, residente del Vedado y estudiante de 9no grado.
Muchos de estos jóvenes prefieren refrescarse en las aguas del malecón habanero, un lugar donde miles de capitalinos acuden cada día en sus escasos momentos de ocio. El lugar es una especie de zona franca donde se encuentra y ve de todo.
La peor parte se la llevan los más pequeños de la casa, que en su inocencia no entienden por qué sus padres no consiguen llevarlos a pasear.
“Mi papi dice que no puede llevarnos al Acuario a ver los delfines porque todo está caro y que no tiene tanto dinero. Aunque yo no quiero que me compre nada, sólo deseo ver los peces” expresa Yadira, una hermosa niña de 8 años, residente en Centro Habana.
“No sé hasta cuándo será esto, pero es necesario que todo termine para el bien de esta sociedad que ha estado 50 años bajo la sombra de la angustia, la tristeza, el hambre y la desesperanza. Nos han convertido en una especie de robots: ellos ordenan, nosotros cumplimos. Al menos en las vacaciones deberíamos tener algo de sosiego, pero ni así. Definitivamente, no tenemos remedios, estamos condenados”, expresa Jorge Suarez, cuentapropista de esta ciudad.
Las vacaciones llegaron a su fin. Para muchos pasaron con más tristezas que alegría. Tal parece que con cada año que se avecina, los cubanos tienen menos derecho a regocijarse. Mucho menos a disfrutar en familia cada vez que llegan las ¿felices? vacaciones.
[1] En Cuba no existen centros de esparcimiento privados. Todos los servicios están colocados bajo el monopolio estatal. Centros bailables, parques de recreación, playas, hoteles... Todo es propiedad estatal.
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