domingo, 11 de septiembre de 2011

Descanse en Paz, Padre Miguel Ángel Loredo, sacerdote franciscano.


Su vida dedicada a la Iglesia y a denunciar al régimen castrista se apagó víctima del cáncer a las 5:40 PM del pasado sábado 10 de septiembre, en el Hospital y Centro de Rehabilitación Bon Secours de St. Petersburg donde había estado ingresado por varias semanas.
Como ha notado Café Fuerte: “Con él desaparece un testimonio viviente del enfrentamiento de la Iglesia Católica con el régimen de Fidel Castro, un promotor incansable de las libertades democráticas en la Isla y un pilar espiritual de la comunidad en el exilio”.
Nació en La Habana en 1936 e hizo sus estudios sacerdotales en España entre 1960 y 1964 ordenándose el 19 de julio de 1964, regresando a Cuba un mes después.
Acusado de brindarle protección a un prófugo de la justicia vinculado a un fallido intento de secuestro de una nave aérea fue detenido y conducido a prisión en 1966. Entre los cargos que la policía política del régimen castrista le imputaba el esconder armas en el convento de San Francisco y de colaborar con la CIA. El siempre rechazó tales cargos.
Un tribunal parcializado le condenó a 15 años de privación de libertad debiendo cumplir su sentencia en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, en la costa sur de la provincia de La Habana. De inmediato se declaró “preso plantado” y se negó a aceptar el programa de “reeducación” que le ofrecía el gobierno.
Fue el apoyo espiritual de los muchos presos políticos que se hacinaban en la prisión. Su calvario transcurrió en las prisiones de Isla de Pinos, La Cabaña, Guanajay y el Castillo del Príncipe, sometido a trabajos forzados y a tratos crueles. Por gestión del Vaticano se le concedió la excarcelación el 2 de febrero de 1976 tras pasar casi diez años de confinamiento.
Las autoridades comunistas le ordenaron entonces que no hablara públicamente ni ofreciera entrevistas de prensa. Sin embargo lo que provocó su salida con destino a Roma en el año de 1984. Sin embargo lo que forzó que abandonara el país con destino a Roma en 1984 fue el rechazo que dejó en claro el gobierno de que se le nombrara profesor de Teología en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana.
Como se puede leer en la nota de Café Fuerte al llegar al exilio el sacerdote franciscano no tardó en alzar su voz contra la carencia de libertades en Cuba. En 1987 se radicó en Puerto Rico, donde continuó su labor eclesiástica y comenzó su colaboración con la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra. Ese año su vibrante testimonio figuró en el  documental Nadie escuchaba, de Néstor Almendros y Jorge Ulla.
La Orden Franciscana en Estados Unidos tendrá a su cargo la realización de las honras fúnebres. Una misa en su memoria se efectuará próximamente en una parroquia de St. Petersburg antes de trasladar  el cadáver hacia Nueva York, donde será sepultado.
Que tus restos, padre Miguel, descansen por ahora en la tierra de la patria prestada, mas ya se acerca el día en que reposen en la tierra que tanto amaste y recibas el reconocimiento agradecido de tus conciudadanos.

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