Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Luego del fallecimiento de otro anciano castrista, el General de Cuerpo del Ejército Julio Casas Regueiro, ocurrido el pasado 4 de septiembre, me hice tres preguntas.
Primera: ¿Realmente la cúpula gubernamental cubana cree que el fallecido era un ser querido por el pueblo?
Segunda: ¿A quién quiere convencer con las mismas movilizaciones de siempre, impuestas y costosas?
Y por último: ¿Cómo serían las honras fúnebres de militares de más alto rango, sin mencionar nombres, por supuesto?
Los trabajadores que suben a un ómnibus para asistir a un evento, lo hacen presionados, en muchos casos hasta por cambiar de rutina, por llegar temprano a casa y porque no tienen otra opción. ¿Llaman a esto “un tributo voluntario a un ser querido”?
Si a los viejitos generales, que son muchos y casi todos octogenarios, les da por morirse en escalera, uno detrás de otro y en poco tiempo –como quizás ocurra, por ley de la vida-, no quiero imaginarme el presupuesto que ha de pagar el pueblo en combustible, transporte, horas de trabajo, etc.
¿Estaría el país en duelo oficial perenne durante el tiempo que le queda al castrismo?
Lo menos importante es que la bandera nacional permanezca izada a media asta en los edificios públicos y unidades militares, sino la gran cantidad de gasolina petróleo que se malgastaría día tras día en estas ceremonias, orquestadas para mostrar un dolor que el pueblo en realidad no siente.
Imaginar las que se realizarían tras la desaparición física del Jefe de la Patria, me pone los pelos de punta. Preparémonos, pues, que el momento podría llegar pronto. Preparémonos para decir adiós durante largos días a novelas en la tele, programas humorísticos, musicales, etc. Habrá que llorar por los portales en movilizaciones que nos costarán un ojo de la cara. Y si a los viejitos sobrevivientes les da por momificarlo, como es costumbre en los comunistas, tendremos que estar eternamente en la interminable cola para ver la momia. No habrá remedio.
Ojalá que las muertes de los generales seas manejadas de manera racional y juiciosa, de forma normal, y que las generaciones que los sobrevivan puedan crear una verdadera democracia que saque al país que amo del hueco donde los viejos “históricos” tienen sumido.
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