Luis Cino Alvarez
Arroyo Naranjo, La Habana, 29 de septiembre de 2011, (PD) Escribía por estos días un plumífero de la prensa oficialista que los que criticamos los altos costos sociales de los chapuceros remiendos que llaman actualización del modelo económico, pretendemos ser “más leninistas que Lenin”.
No hay que exagerar. Por lo menos a mí, no me place en lo absoluto nada que tenga que ver con dictadores sanguinarios, que no mucho más fue Vladimir Ilich. Pero ya que hablamos de Lenin, su NEP fue muchísimo más coherente y eficaz que el socialismo de timbiriches y vendutas que ahora mismo nos venden como la panacea para los muchos males incurables del castrismo, que en realidad nunca fue socialismo como tal, sino una coartada ideológica.
Con tal de garantizar el poder absoluto al Máximo Líder, igual pudo ser fascismo, que es a lo que más se parece el paradero incierto adonde ahora nos enrumban.
Luego de tantas marchas y contramarchas, a la revolución cubana de socialista sólo le queda el partido único y la retórica de un discurso que ya nadie toma demasiado en serio.
Ante el socialismo-capitalista mercantilistamente primitivo que se nos viene encima, con insalvables y escandalosas diferencias de clases, impuestos leoninos, los subsidios sociales reducidos a su mínima expresión y derecho a ninguna otra cosa previsible que no sea las tonfas de los policías y los calabozos, a quién mejor recurrir para rebatir tanta socarronería que al mismísimo Carlos Marx.
El autor de Das Kapital se mesaría la barba y chillaría como un poseso de darse una vuelta, no por Soho, como en la obra teatral de Howard Zinn, sino por La Habana del despetronque castrista.
La culpa de la recurrencia al marxismo -que no al leninismo, ¡solavaya!, primero echar mano a Bakunin, ¿por qué no?-, no es nuestra. Algo tenía que quedarnos del marxismo aprendido de carretilla en las aulas según los manuales soviéticos del post-estalinismo y explicado por tantos profesores vesánicos y oportunistas. Hasta complejo de culpa nos quedó de usar la mano derecha y no la zurda.
Sentarse en el palco derecho a esperar la restauración capitalista, que es lo que de todos modos viene, sólo que a la manera de los generales-empresarios que ponen cara de chino mientras juegan sin bala a la ruleta rusa, sería mucho más fácil. Lo único que habría que hacer es armarse de paciencia y aguantar las náuseas. Pero de veras que no es mi estilo. No así. Para esto, es mejor que no hubieran tratado de hacernos comunistas a la cañona…
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