José Antonio Fornaris
Arbol de Navidad en hotel cubano |
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Siendo adolescente, en una visita a “La Moderna Poesía”, vi un libro con un título muy sugestivo, que aún recuerdo: Lo que los hombres saben de las mujeres.
Cuando lo abrí, sorpresa: no tenía nada escrito. Todas las páginas estaban en blanco. Era evidente, eso lo supe después, que sobre el tema no hay nada que decir.
El desconcierto de aquella ocasión volvió a mi mente cuando, hace poco, una amiga me sugirió que escribiera algo acerca de la Navidad en nuestro país.
Creo que pudiera haber hecho lo mismo que el autor del libro de referencia, dejando fuera cualquier rasgo de ironía: escribir el título y no agregar nada más.
En Cuba no hay Navidad. En 1969, con el pretexto de la Zafra de los 10 Millones de toneladas de azúcar, que como es bien conocido no logró, el régimen, utilizando como vocero al ministro e intelectual Carlos Rafael Rodríguez, anunciaba que las fiestas navideñas serían suspendidas.
Presuntamente la fabricación de azúcar está en su cenit durante esta época del año. Y los festejos navideños interrumpían la importante actividad productiva, según aquel anuncio. Sin embargo, antes de esa decisión estatal las Navidades siempre se celebraron en la isla como la mayor fiesta nacional, sin que por ello se dejase de producir azúcar.
Con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en 1998, volvió a aparecer el 25 de diciembre entre las efemérides memorables del país. Pero los casi tres decenios en que la Navidad estuvo proscrita, dañaron de gravedad su espíritu. A tal punto que en la actualidad prácticamente nadie habla sobre la fecha. Y son pocos los que la celebran de acuerdo con su tradicional solemnidad.
Cierto es que desde hace 8 o 10 años se venden aquí árboles artificiales y otros artículos ornamentales relacionados con las fiestas navideñas, y la gente los compra, todo en divisa, pero son escasos y, sobre todo, muy caros.
Para recuperar una tradición interrumpida de forma tan abrupta y por tantos años, habría que crear incentivos disímiles, y eso está muy lejos de la voluntad del Estado, que nunca ha tenido intención de tomar las enseñanzas de Cristo como guía de su accionar.
Además, aunque el nacimiento del Redentor sea recordado por muchos en la isla, el pueblo no tiene motivos para mostrar alegría. Las personas sólo se sienten aptas para el júbilo verdadero cuando se han alcanzado satisfacciones materiales y espirituales, y eso, en la actualidad, es una quimera para el cubano común.
En fin, la Navidad es otra de las tradiciones que el régimen, primero, nos quitó mediante un decreto oficial; y luego, borró de nuestra memoria a través de la miseria material y espiritual.
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