...el Movimiento de los Indignados significa una de esas acciones que obra en favor del perfeccionamiento del único sistema político que corresponde a esta era; sí, con uno u otro matiz, el capitalismo
Félix Luis Viera, México DF
Los mandatarios de los países en los cuales rige la libre expresión, tienen la ventaja de pulsar el estado de opinión de la población a través de los medios de comunicación abiertos, y por las huelgas y manifestaciones, encuestas, entre otras posibilidades del mundo libre. Los regímenes absolutistas no poseen esa retroalimentación.
El llamado Movimiento de los Indignados que se ha expresado en los últimos meses en varias ciudades de Estados Unidos, no tiene basamento ideológico alguno, ni tampoco, esencialmente, político. Solo ocurre que un buen segmento de la población estadounidense —quién sabe si el 99 %, como afirman los manifestantes, cuya mayoría son jóvenes— ya se cansó del mismo cuento: el mandato inclemente de los corporativos, que manejan las altas y las bajas de las crisis de acuerdo con sus intereses; la hegemonía del dinero por sobre no pocas propuestas de interés social; la misma hegemonía para favorecer a uno u otro de los dos únicos partidos políticos estadounidenses (partidos que, por esta razón, están en buena medida atados a las personas económicamente poderosas y, por lo tanto, actúan, primero, en beneficio de estas); el ignominioso quehacer de los cabilderos; la actuación de los políticos corruptos; y las guerras desgastantes en uno y otro sitio del mundo; entre otras razones. De modo que si analizamos los argumentos de los Indignados, no es difícil advertir que este movimiento reclama, sobre todo, una verdadera democracia participativa, algo realmente inexistente en aquel país (si bien ellos, los manifestantes, participan —solo— de la libre expresión reinante).
La situación antes dicha ha sido “aprovechada” en su obstinación estalinista por la dictadura cubana, que le ha dado amplia cobertura en sus medios —todos oficialistas— a “los males del capitalismo”, sin agregar que esos hombres y mujeres que en Estados Unidos hoy protestan tienen un modo de vida material y, principalmente espiritual, muy superior al cubano promedio, cuyos ascendientes, durante decenios, se sacrificaron de balde en la consecución de una sociedad que, les aseguraban, hoy sería superior a la estadounidense en todos los sentidos. A esta campaña para denunciar los “males del imperialismo” se ha sumado —no podía ser de otra manera— el patético gobernante venezolano Hugo Chávez, quien sigue intentado ser dueño de los medios de comunicación de su país, al cual va destruyendo mediante golpes colosales. A ambos, a Fidel Castro —quien es el que orienta al hermano para aplicar reformas cosméticas— y a Hugo Chávez, los guía, en el primer caso, la falta de valor para reconocer que se ha equivocado durante más de medio siglo; y al otro, un ser sin la más mínima condición de racionalidad, las ansias de poder alimentadas por el virus “antiimperialista”.
De cualquier manera, tanto los Castro como Hugo Chávez, como cualquier persona sin pasiones absolutistas y que tenga un sentido elemental de las enseñanzas de la Historia, claro que están conscientes de que el Movimiento de los Indignados significa una de esas acciones que obra en favor del perfeccionamiento del único sistema político que corresponde a esta era; sí, con uno u otro matiz, el capitalismo.
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