Mario J. Viera
Sí, no lo puedo evitar, me caen mal; y me caen mal por su retórica de conservadurismo extremo y los extremos me causan asco, sea conservador como liberal. En su aferramiento ideológico, en su empeño en satanizar a todos los que piensen diferentes a lo que establece su doctrina teapartisana, me recuerdan a Fidel Castro y a Hugo Chávez.
Afirman, afirman sus tesis sin demostración alguna. Se han convertido en abanderados de los intereses del uno por ciento de la población y se olvidan de que la nación tiene un total de cien por ciento; que existe una clase media, más importante en cuanto a progreso que el uno por ciento de los megamillonarios que dominan el sacro mercado de las grandes corporaciones.
Me caen mal porque no han jugado el papel respetuoso que le toca jugar a toda oposición sensata dentro de una democracia. Para ellos todo lo que emprenda el gobierno es descalificado de entrada, y en bloque votan en contra de cualquier propuesta del Ejecutivo sea cual sea, una propuesta original o una propuesta que se inspire aun hasta en postulados que con anterioridad hayan sido impulsados por el propio partido republicano, siempre será rechazada por los jacobinos de derecha republicanos.
Es cierto que los extremos se tocan. El comunismo intenta hacer desaparecer al capitalismo como sistema, el ultraconservadurismo intenta hacer desaparecer el capitalismo de competencia libre a favor de un capitalismo salvaje, el capitalismo de las grandes corporaciones. Los comunistas se consideran a sí mismo como los portadores de la verdad absoluta, lo mismo que consideran de sí mismos los ultra republicanos.
¡Ah, y qué decir de esos congresistas americanos descendientes de cubanos con su demagogia de furiosos anticastristas solo para asegurar sus puestos en el congreso! Se presentan como rudos opositores al castrismo que no conocieron en carne propia, para ganarse los votos de ese viejo exilio cubano que quiere que Estados Unidos aísle a los cubanos de ambas orillas como antes hiciera el gobierno castrista, prohibiendo la visita de los exiliados a sus familiares en Cuba, luego que en su gran mayoría salió huyendo llorando como mujeres lo que no fueron capaces de defender como hombres, luego que toda su familia estaba en esta parte del Estrecho de la Florida, donde han criado a sus hijos y han disfrutado de sus nietos. ¡Ah la noble estirpe batistiana! Y los que se dijeron: “Me voy antes que vengan los marines; ya regresaremos dentro de unos meses sin exponernos a los rigores de una invasión liberadora”. Todos ellos son furiosos republicanos y salen a votar.
Por mi parte yo sé que no puedo ir de visita a Cuba para ver a mi hija y disfrutar de mis nietos, y no puedo ir a Cuba por varias razones; porque no me da la gana volver a donde fui perseguido y humillado, donde sufrí prisión y porque no he dejado de criticar al maldito gobierno de los Castro; pero no por ello voy a querer que otros cubanos no puedan ir a ver a sus familiares ni que les remitan ayuda económica y ¡déjense del cuento de que con las visitas y las remesas se fortalece el régimen! Ahora en Cuba hay mayor resistencia, más protestas, más decisión de quitarse a los usurpadores de encima.
En el caso cubano, me gustaría mucho que David Rivera, Mario Díaz-Balart y Marcos Rubio se enfrascaran en lograr que el Congreso anule los acuerdos emanados del Pacto Kennedy-Jruschov en vez de estar dedicando tanto tiempo a tratar de imponer restricciones a las remesas y a los viajes a Cuba de los cubano-americanos.
Definitivamente no me caen nada bien los actuales republicanos.
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