Mario J. Viera
La oposición cubana está decidida a mostrar su repulsa al régimen de los Castro. Sin otras armas que no sean su voluntad de resistir y el coraje de sus hombres y mujeres se aprestan a desafiar a la represión. Indignados salen a las calles para exigir el retorno a la democracia. El régimen, en tanto, temeroso del contagio que esas manifestaciones puedan calar entre las masas populares no se inhibe de mostrar su rostro brutal y se lanza en furiosa represión. Hasta ahora se han cuidado de no matar, pero no escatiman golpes con porras y patadas.
El 2 de diciembre, fecha ícono del poder totalitario cubano, en la ciudad de Palma Soriano de la antigua provincia de Oriente, la pretendida cuna de la revolución castrista, 46 opositores fueron violentamente reprimidos por efectivos de la Policía Nacional Revolucionaria en el curso de una manifestación pacífica de opositores que se llevaría a cabo bajo el lema "Zapata y Boitel Viven”.
Según el diario miamense EL NUEVO HERALD, que informa haber recibido fotos y vídeos de la represión policial enviadas a la redacción del periódico por Luis Enrique Ferrer García, representante en Estados Unidos del grupo opositor Unión Patriótica de Cuba, esa “fue una de las operaciones policiales contra los disidentes más duras y de mayor escala de los últimos años”.
Una de las fotos, de acuerdo con EL NUEVO HERALD, “muestra a Henry Perales con dos heridas en su cabeza afeitada que necesitaron nueve puntos de sutura. Otra muestra a Abraham Cabrera con una herida de un punto en la frente”.
En comunicación telefónica con EL NUEVO HERALD, Abraham Cabrera dijo: “Esa herida sangró mucho porque fue en un vaso [capilar], pero fue una patada en las costillas en el lado derecho la que me hizo caer al suelo... Todavía me duele”.
A golpes, los opositores fueron conducidos hasta uno de los ómnibus escolares que los Pastores por la Paz donan generosamente al régimen, conducido por un miembro del Ministerio del Interior. En el interior del ómnibus, Cabrera informó, de acuerdo con el diario, que el chofer del ómnibus, vestido de civil, los golpeó con una herramienta a él, a Henry Perales y a otros opositores una vez que entraron al ómnibus. Un oficial de la policía ordenó luego al chofer que dejara de golpear a los detenidos.
Otras fotos que posee EL NUEVO HERALD y que no fueran publicadas en su página digital, muestran a los opositores Misael Valdés Díaz y Alexis Yanch Oi con los ojos amoratados y a Emilio Dinza con una inflamación grande en la frente. Otros opositores, según el artículo del diario, reportaron tener moretones a causa de los golpes de la policía.
Estos actos de violenta represión no son cosas de ahora, nada nuevo hay bajo el sol de la tiranía. La diferencia actual es que los opositores cuentan con medios para difundir las imágenes a través de teléfonos celulares y el auxilio de la tecnología, debido en gran parte a la ayuda que reciben de la comunidad de exiliados cubanos que les facilita recargar los teléfonos móviles desde los Estados Unidos.
El primer acto represivo del gobierno en contra de los opositores es cesantearles en sus puestos de trabajo para privarles de los medios indispensables de subsistencia. Las condiciones económicas a que son sometidos son insoportables a la vez que sirven de ejemplo de advertencia a cualquiera que pretenda incorporarse a las filas de la resistencia. Un costo que no todos están dispuestos a pagar.
Los cubanos, sin ingresos independientes, están bajo total dependencia del gobierno, empleador universal. Gracias a las remesas que se reciben en Cuba procedentes, en lo fundamental de los Estados Unidos, los ciudadanos se van liberando de la humillante dependencia al Estado y adquiriendo paulatinamente la conciencia de que hay que hacer algo y de que se puede hacer. La independencia económica crea la independencia de pensamiento.
Recuerdo con satisfacción, durante el tiempo en que cumplía prisión en Cuba, la ayuda de 50 dólares mensuales que mi esposa recibía de parte de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional que preside Elizardo Sánchez Santa Cruz; sin esa ayuda le hubiera sido muy difícil viajar los 500 km que la separaban desde La Habana a la cárcel de Canaleta en Ciego de Avila. Esos $50.00 irían a las arcas del gobierno propietario de todos los comercios del país, pero nos ayudaban a resistir las penalidades en las que estábamos sumidos y mantener nuestra independencia frente al gobierno.
Alentadora también era para nosotros la visita que hacían a Cuba cubanos del exilio y en el intercambio de ideas entre ellos, venidos de un mundo de libertades, y nosotros encerrados en un país donde los derechos son conculcados a favor de una élite de poder. Ninguno de aquellos cubanos que llegaban desde el exilio se alojaban en hoteles, todos compartían las viviendas de sus familiares.
En contra de esa esperanza, se alzó el representante norteamericano Mario Díaz Balart con el apoyo entusiasta del también representante norteamericano David Rivera. Ninguno de los dos conoce la Cuba profunda. Ninguno de los dos ha conocido la miseria a la que están obligados a vivir los opositores en Cuba. Por oponerse frontal, furiosa, ideológicamente a las decisiones del gobierno de Barack Obama han intentado renovar la politiquera disposición de las restricciones de los viajes de cubanos residentes en Estados Unidos a Cuba y de sus remesas a la isla impuestas por el ex presidente George W. Bush.
Según Díaz-Balart, la flexibilización que otorgara Obama es una “de las más atroces concesiones unilaterales de la administración Obama con el régimen terrorista de Cuba”. Ignorancia supina del representante, descendiente de una familia cubana vinculada al antiguo régimen dictatorial de Fulgencio Batista. Su propuesta, movida por la obcecación de querer representar a un pueblo al que no conoce y al que no ha pedido su opinión, es el medio más adecuado a favor del régimen de los Castro, pues mantiene a los cubanos en la dependencia económica al régimen y le aporta material para su propaganda. ¿Acaso pretende aislar a la oposición, solo para satisfacer las obsoletas opiniones del exilio de canas y arrugas que se autotitula “histórico”, y de paso obtener sus votos?
Molesto porque se descartara su enmienda introducida en el proyecto de Appropriations, Díaz-Balart declaró en justificación de la enmienda: “Simplemente, no podía permanecer de brazos cruzados mientras las políticas de Obama canalizan millones de dólares norteamericanos hacia los opresores del pueblo cubano”, y agregó: “Este es un asunto de libertad, seguridad nacional y derechos humanos”. Al mismo tiempo haciendo uso de la demagogia politiquera argumentó: “Espero que el pueblo estadounidense vea que el presidente Obama podría negar servicios esenciales a los estadounidenses, detener los cheques de nuestros ancianos y veteranos de guerra, antes que revertir un aspecto de su fracasada política hacia Cuba”.
Se olvida el congresista de que miles de dólares se enviaron a Polonia en apoyo del sindicato Solidaridad, dinero que a la vez que le permitía impulsar su programa a la organización anticomunista iba a parar a las arcas del gobierno pro soviético de Polonia. Solidaridad constituyó el instrumento idóneo que impulsara los cambios democráticos en ese país. Le ciega el odio que siente por Barack Obama, no por el amor que dice profesar hacia un país que conoce solo por vagas referencias familiares.
Como ha dicho DIARIO DE CUBA, en “la carrera por la retórica más encendida de la jornada”, el controversial congresista republicano David Rivera, lanza su denuesto sobre el presidente de los Estados Unidos acusándole de “reafirmar su lealtad a Fidel y Raúl Castro”, calificándole, además como “el principal cabildero” a favor del régimen de los Castro, olvidando quizá que Bush, su ídolo ideológico, inició el comercio con el castrismo para posibilitarle la compra de alimentos; alimentos que serían desviados para cubrir las necesidades del turismo extranjero y para nutrir las panzas de los jerarcas gubernamentales y de la alta oficialidad de las fuerzas armadas y del Ministerio del Interior. Negocio este que no parece ser, en la mentalidad de los dos congresistas norteamericanos “un asunto de libertad, seguridad nacional y derechos humanos”. Nada dice de los lobistas de las empresas agrícolas de Estados Unidos apoyados por los republicanos a favor del comercio con los Castro para el beneficio particular de esas empresas.
Ante esta posición de los anticastristas de cartón, a la oposición en Cuba solo le cabe decir: “Líbreme Dios de esos anticastristas que de los castristas me cuido yo”.
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