Iván García. Blog DESDE LA HABANA.
A pesar de estar ya en marcha la temporada invernal del béisbol cubano, muchos fanáticos se frotan las manos por el esperado duelo Madrid-Barça del sábado 10 de diciembre.
Y es que en este siglo 21 el fútbol mira ya, de tú a tú, al deporte nacional en la isla. Los menores de 30 años prefieren el fútbol. Hay seguidores de todas las ligas: alemana, italiana, española, inglesa, argentina, brasileña y portuguesa.
Dejan a un lado el béisbol. No soportan estar cuatro horas sentados en las gradas, luego de perder dos horas en trasladarse al viejo Estadio del Cerro en un repleto Metrobus.
Las autoridades que rigen el negocio de la pelota saben poco, o nada, de vender de manera atractiva el juego. En los estadios cubanos usted no puede comprar afiches de sus jugadores preferidos, la guía del año y objetos de marketing que enriquecen el entorno beisbolero.
Lo que sí se puede obtener, por 80 pesos, en alguna tienda por moneda nacional en el centro de La Habana, es un pulóver de baja calidad de Industriales o Santiago de Cuba.
Ya si quiere una lucir una gorra o la camisa de tu ídolo, llamase Héctor Olivera, Alexei Bell, Yoandri Urgellés o Alexander Malleta tienes que pagar en moneda dura el equivalente al salario mensual de un obrero.
Héctor Olivera, Primera Base, Santiago de Cuba
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Entonces, ahora mismo, en pleno Clásico del béisbol cubano entre las dos novenas que más títulos han ganado, se puede observar en el graderío un mar de gorras de la MLB y camisas de los dominicanos Albert Pujol o David Ortiz.
También alguna gastada franela del Duque Hernández, cuando jugaba con los Yankees de Nueva York, y los industrialistas acérrimos mandan a pedir con sus parientes al otro lado del charco una camisa de Kendry Morales o Yunel Escobar, jugadores que hicieron sus pininos con la nave azul, y en el caso de Morales por todo los alto.
Kendry, desde que debutó en la temporada 2001-2002 tenía pinta de Big Leaguer. Quebró todos los récords ofensivos para un novato. Y desde La Habana los auténticos seguidores del béisbol, ésos que les aburre el fútbol, incluso aunque sea el duelo Madrid-Barcelona, siguen como pueden cada detalle de su recuperación física.
Alexander Malleta
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El ‘Gambao’, como se le conoce a Yunel Escobar en Marianao, municipio habanero de donde es oriundo, también forma parte del orgullo azul. Un equipo que ha sufrido como ninguno las deserciones, más de 170 peloteros, y que su afición les desea suerte en sus carreras deportivas y los sigue en el Blog del Duque, Diario de Cuba, Café Fuerte o la web de ESPN.
El béisbol no solo pierde jugadores de calibre que optan por ganar salarios de seis ceros y manejar libremente sus finanzas. No. También desertan fanáticos por arrobas.
Por muchas causas, entre ellas, la caída en barrena de la calidad competitiva de las series nacionales. Además de ser un juego largo, los fans tienen que observar la mecánica desastrosa de los jugadores a la defensa del campo, malas estrategias de managers, pensamiento técnico-táctico muy pobre y lanzadores que solo lanzan rectas y sliders y tiran más bolas que strikes.
Yoandri Urgellés
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Ese es un elemento de peso para que se queden en casa aquéllos que por su sangre corre beisbol. Y lo sigan por la tele o la radio. O simplemente no lo sigan. Aunque sea principio de temporada y que los dos gigantes de la pelota cubana han perdido varios enteros de calidad, pero la confrontación Industriales-Santiago se vive de manera diferente.
Sus hinchas son el 30% de la población. Antes de arrancar el partido, las aficiones se dividen. Los que apoyan a los azules se sientan por la raya de tercera. Quienes siguen a Santiago de Cuba se apoltronan por el banco de primera. Por cierto, debido al éxodo masivo de orientales a la capital, sobre todo santiagueros, cada día los seguidores de Santiago aumentan en La Habana.
Cada cual lo disfruta a su manera. Los industrialistas con su mascota, el León Azul, coreando alrededor de la efigie de Armandito el tintorero, en las sillas de madera que van desde la raya home hasta tercera base y gritando ‘palestinos, palestinos’ (orientales, orientales) a la novena contraria.
Los del bando oriental desde el mismo inicio, empiezan a tomar ron peleón o ‘chispa de tren’ que sin grandes dificultades introducen camufladas en botellitas plásticas, y rompen a sonar las cornetas chinas. Entre ron y rumba, sin parar, se la pasan gozando los nueves innings.
No importa que ya no estén en sus filas grandes como Kendry Morales, Yunel Escobar, Jesús Julio Ruiz o Adelmis Echevarría, los juegos Santiago-Industriales siempre se disfrutan. Es otra cosa. Algo más que béisbol.
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