Las carnicerías son establecimientos vacíos de donde hasta las moscas ya emigraron. Comerse un bistec de vaca es un lujo que puede conducirlo a uno a la cárcel.
Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, diciembre, http://www.cubanet.org/ ─ Comisarios políticos, funcionarios de gobierno, directivos de la agricultura, y vaya usted a saber cuántos más de esa cofradía, en prolongada comitiva van por los campos de aquí cada semana.
Con atuendos, vehículos y los atributos típicos de lo que Milovan Djilas llamó “la nueva clase”, vienen a inspeccionar cómo labriegos mal alimentados, peor vestidos y no mejor equipados, en sustitución de tractores conducen bueyes para según ellos, “producir más con menos”.
Tal es el celo en eso de producir más alimentos con menos recursos que, cual tacaño propietario rural, se ha dado el caso del mismísimo Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el municipio, aparecerse de madrugada en la vaquería para comprobar la ordeña, acompañado de camarógrafos y periodistas de la televisión.
Los reportajes dan deseos de llorar. Una cortadora de caña multi premiada en las “zafras del pueblo”, envejecida prematuramente, narrando sus hazañas junto a su casita de tablas de palma; un puñado de gallinas por aquí, una vacada por allá; en algún lugar cultivos estupendos, en otros la tierra baldía.
En el mercado no hay carne, ni leche; alguna que otra vez, morcillas y huesos blancos de vaca; en el mercado negro la libra de carne de cerdo cuesta 25 pesos; en el estatal, 19 pesos la de conejo.
La realidad sobrepasa las imágenes de la cámara de televisión; muestra como a desgana funciona la producción de un sistema donde el probado motor de la propiedad privada fue sustituido por un caballo cojo. Ahora a ese jamelgo para tratar de hacerle cambiar el paso le han puesto un nombre: “sentido de pertenencia”.
¿Pertenencia de qué? ¿De una producción tasada y pagada, según lo entienda, y cuando alguien lo entienda, desde su oficina climatizada?
Lo triste, o lo criminal del caso, es que ellos, la nueva clase, quienes van en automóviles, mientras en lugar de tractores hacen a los campesinos conducir bueyes lo saben: perfectamente conocen la ineficacia de su palabrería; enterados están de su inutilidad donde se precisa amor sobre la tierra.
“Ningún otro sistema ha provocado nunca, tan profundo ni tan general descontento….es un descontento total, en el cual se esfuman gradualmente todas las diferencias de opinión política: sólo subsisten la desesperación y el odio. El espontáneo disgusto de millones de gentes por los detalles de la vida cotidiana es una forma de Resistencia que el comunismo no ha sido capaz de sofocar”, describía así Milovan Djilas, en “La nueva clase”, el fundamento de la inercia del totalitarismo comunista, algo ya descrito desde 1835 , tocante a lo que a provisión de boca esclavista se refiere, por Andrés de Zayas, al decir del historiador Moreno Fraginals, una de las mentalidades pragmáticas más brillantes de la sacarocracia cubana: “el trabajador no come lo suficiente porque no trabaja bastante y no trabaja bastante porque no come lo suficiente”.
En cambio, exclamaba Fidel Castro: “!Que riqueza! !que variedad! !que sabores!”, en alusión al vino, los quesos, y el foie-gras franceses, narrándole al periodista Ignacio Ramonet, como durante una cacería había aconsejado a Geoge Marchais, Secretario General del Partido Comunista Francés:
Fidel Castro: ¿Qué piensan hacer ustedes cuando lleguen al poder?
Geoge Marchais: Vamos a nacionalizar una serie de bancos y de grandes empresas.
Fidel Castro: Bueno, no se les ocurra socializar la agricultura. Dejen en paz a los pequeños productores, no los toquen, sino, pueden decir adiós al buen vino, a los buenos quesos y al excelente foie-gras.
Cierto; en Cuba nunca se produjeron buenos vinos, ni quesos famosos, ni exquisiteces como las obsequiadas por el comunista francés al Comandante en Jefe cubano.
Pero lo que sí se producía acá, y en abundancia, era leche, carne de vaca, arroz, frijoles, y toda suerte de productos del campo, desaparecidos hoy, o a precios prohibitivos para el cubano de a pie.
Las carnicerías son establecimientos vacíos de donde hasta las moscas ya emigraron. Comerse un bistec de vaca es un lujo que puede conducirlo a uno a la cárcel.
Luego… si el Comandante en jefe Fidel Castro decidió desde la ordeña de la vaca Ubre Blanca hasta el desplazamiento de la brigada aérea de la Habana: ¿Podría decirme alguien quién ordenó la socialización de la agricultura en la isla y con ella decirle adiós a la comida en Cuba? ¿O es que lo que es bueno para los franceses es malo para los cubanos?
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