Mario
J. Viera
Existe
el criterio bastante generalizado de que en una dictadura totalitaria no
existen medios algunos para hacerle frente y provocar su caída. Estos criterios
se fundan en hechos que pueden considerarse objetivos: existencia de un régimen
policiaco y fuertemente militarizado; la criminalización del disenso; el poder
de solo una fuerza política que controla todas las estructuras del Estado y
hasta la propia vida personal de cada ciudadano; el poder de la propaganda y el
control de todo medio de información; la ausencia del debate; las persecuciones
y las cárceles y el desprecio absoluto de los derechos propios y naturales de
todos; y, como corolario de todas estas condiciones, la formulación de la tesis
de que “toda dictadura totalitaria cae, solo por la acción de fuerzas externas”.
Estas
consideraciones inducen a la impotencia, y la impotencia conduce al abandono de
toda esperanza, tal como anuncia el cartel colocado a las puertas del Infierno
de Dante. Así, solo queda como opción, la resignación ante un mal que no puede
omitirse, salvo si se acude a la huida, al autoexilio, o a la espera de que,
desde el propio seno de la élitecracia, se origine un movimiento renovador de
transformaciones democráticas, como el movimiento que en la Unión Soviética se
creó con las políticas de la perestroika y el glasnost. Algunos ilusos se
conformarán con la osadía de proponerle reformas democráticas al régimen o de
pedirles a los jerarcas del poder que se abran al debate público. Hasta habrá
quienes, desde su desencanto, se atrevan a denunciar públicamente las
violaciones de los derechos humanos, civiles y políticos que el régimen usurpador
comete contra sus ciudadanos.
Es
imprescindible hacernos una interrogante: ¿Existe una posibilidad real de poder
enfrentar con éxito al totalitarismo y aún más derrocarlo? Yo me atrevería a
decir que sí, que existe esa probabilidad de vencer. Todo poder gubernamental
se asienta sobre el acatamiento efectivo o tácito, y la obediencia y colaboración
que la población le conceda. De ese acatamiento proceden todas las fuentes del
poder, que Gene Sharp identifica en un total de seis: Autoridad o
Legitimidad, Recursos humanos, Recursos materiales, Factores
Intangibles, Habilidades y conocimientos, y Sanciones; y para
el caso de un poder totalitario, incluyo, por mi parte, otra muy importante
fuente de poder: la Hegemonía Política. De todas estas fuentes del poder,
esencialmente son dos sobre las que debe actuar la oposición democrática para
dar los pasos iniciales en el reto político al régimen totalitario: los recursos
humanos y los factores intangibles; siendo los primeros, el número
de ciudadanos que apoyan y obedecen a la dictadura; en tanto, los segundos se
refieren a los hábitos y actitudes en relación con la obediencia y sumisión, y
con la existencia de una ideología.
Históricamente
está comprobado que las revoluciones se incuban en el seno de los pueblos, y
estas solo estallan cuando aparecen los adecuados conductores para impulsar y
dar forma organizacional al descontento popular. Existe el descontento
generalizado dentro de la población en Cuba, callado, pero presente, solo se
requiere una adecuada organización de carácter político más que, simplemente, civilista
o reformista, y el liderazgo, la iniciativa, y la sagacidad. Una dictadura de
larga data ejerciendo sin límites las sanciones para acallar el descontento, no
se derroca solo con buenas intenciones. Se requiere para ello, constancia, trabajar
en silencio, sin apresuramientos, pero sin perder tiempos, activistas
entrenados, claridad de objetivos y disciplina.
En
el libro “Cuba – Resistencia Noviolenta (Una propuesta para la acción)”,
consideré necesario, para garantizar la dinámica y flexibilidad organizativa,
crear “estructuras o secciones especiales, con amplia autonomía de decisión,
bajo un principio de descentralización del liderazgo, aunque siempre en acorde
con el plan estratégico (que se elabore para conducir las acciones), los
principios y la disciplina de la resistencia de lucha noviolenta”. Estructuras
estas que pudieran por ejemplo ser: 1) la Sección Juvenil; 2) la sección Obrera
y sindical; 3) de Artistas e intelectuales; 4) de; Apoyo cívico; 5) de
Campesinos y 6) la sección de Divulgación y Propaganda; todo ello dirigido al
desarrollo de una labor multisectorial.
Debe
quedar en claro que, en toda lucha cívica en contra de una dictadura puede siempre
haber riesgos para los resistentes y que resulta básico abandonar el temor.
Debe tenerse también presente, que no siempre las campañas que se emprendan
puedan resultar exitosas, que siempre habrá caídas, pero teniendo presente que
siempre habrá que reorganizarse para emprender nuevas acciones que se elaboren
a partir del análisis de los fallos y los aciertos de cada campaña.
Cuando
hay convicción, decisión y constancia en el movimiento de resistencia; cuando
se alcance más experiencias, mientras más y más números de participantes se
alcancen y exista una disciplina consciente de los principios no violentos, las
posibilidades de éxito crecen exponencialmente, aún cuando se requieran meses
para alcanzar la victoria.
Sí,
es posible derrocar la dictadura del PCC con la acción coordinada de los
principales sectores de la población.
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