Mario J. Viera.
Es bochornoso, es indignante, es oprobioso inclinar nuestra enseña nacional en honor de un miserable tirano. Lodo ha sido arrojado sobre nuestra enseña. El gobierno usurpador de los Castro ha decretado duelo oficial por la muerte del miserable Kim Jong il durante tres días y ha ordenado que mientras dure ese duelo, nuestra bandera esté a medio asta.
Si quieren expresar su duelo que lo hagan entre ellos, que se coloquen en las solapas un crespón negro, al fin y al cabo hay poca diferencia entre el “querido líder” norcoreano y los líderes del Partido Comunista de Cuba. Lo que indigna es que pretendan que en toda Cuba, que en el corazón de todos los cubanos, haya duelo por la muerte de un chacal.
Merecieran ser condenados por el mismo delito que ellos inventaron y recogieron en su Código Penal, denominado “Ultraje a los símbolos de la Patria”, “el que ultraje o con otros actos muestre desprecio a la bandera...”
Kim Jong il fue un tirano. Un hombre sin ningún escrúpulo para matar a sus opositores, para vivir en la abundancia y gastar recursos cuantiosos en el fortalecimiento del ejército mientras su pueblo sufría una terrible hambruna y por miles se contaban las muertes por el hambre. Merecía un poco más de respeto la bandera que enseñoreaba sobre los campos y la manigua mambisa, la bandera de Agramonte, de Máximo Gómez, de Maceo, de José Martí. Ellos, los usurpadores han ultrajado con un acto de indigno desprecio: inclinarla ante el cadáver del tirano de un país ajeno a nuestra cultura y a nuestras tradiciones.
Me pregunto si hace falta en nuestro amado país rescatar el honor del estandarte ultrajado purificándole con la sangre derramada en holocausto de los patriotas y de los tiranos...
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