Pablo Socorro
Si a Colón no se le hubiera roto el palo
mayor de la Pinta tres dias después de salir de Palos de la Frontera rumbo a
las "indias" (las que el Almirante sospechaba tenían muy buena
pinta), tal vez la historia de América sería diferente. A la altura de las Islas
Canarias los vientos del este soplaron tan fuerte que el mástil de la nave
capitaneada por Martín Alonso Pinzón se quebró como un pirulí congelado y Colón
estuvo un mes varado en puerto para su reparación.
Muchos consideran tal inconveniente como
un golpe de suerte. De no haberse producido tal retraso en los planes del
Almirante de la Mar Océana, sus tres naves habrían incursionado en el Caribe en
pleno apogeo de la temporada de huracanes, y tal vez habrían desaparecido para
siempre, retrasando quien sabe cuántos años la llegada de los europeos a
nuestro continente. Dicen los que saben que cuando aquello los ciclones
vacacionaban más temprano en el Caribe. Pero desde que Trump nos sacó del
Tratado de París ahora los huracanes remolonean en octubre. Como buscando otra crisis.
Por fin, el 6 de septiembre Colón pudo
zarpar desde La Gomera en una travesía de 70 dias sobre un mar bastante
tranquilo. Cuando la tripulación ya comenzaba a desesperar, y a apestar,
Rodrigo de Triana gritó "¡Tierra a la vista!" y el mundo conocido
cambió para siempre. El 12 de octubre de 1492 la tierra dejó de ser plana para
convertirse en una esfera (dicen que más bien tiene forma de patata mirada
desde el espacio). Pues hoy la Patata, estremecida por guerras, explosiones
nucleares, terremotos y ciclones, también es amenazada por un grupo de
pijoprogres que ahora quieren cambiar la historia. Intentan ningunear al
Almirante, a Rodrigo de Triana, a la Niña, la Pinta y la Santa María, y a los
hermanos Pinzones. Andan diciendo ─ malevolentes que son los pijoprogre ─ que
el síndrome del colon irritable nació del tremendo berrinche que se montó el
Almirante al descubrir que no había llegado a las Indias. O que los vikingos
Eriksson y Verizon fueron los primeros en descubrir a América.
Todo lo tienen bien calculado esos
pijoprogres para echarnos en el saco de un igualitarismo acomplejado. Nos
venden la imagen del Gran Almirante de la Mar Océana poniendo un pie en tierra
y diciéndoles a los inditos (que no era tales):
- ¡Hola! Soy Cristóbal Colón y vengo a
colonizaros
Y que el Cacique Hatuey le respondiera:
- Menos mal que no te llamas Sodom
La hazaña de Colón comenzó a desmoronarse
bajo los mandarriazos de una izquierda urgida de acabar con la historia
conocida para escribir la suya propia, a conveniencia y medida. Todo comenzó
cuando se desmerengó el campo socialista y el Difuntito en Jefe convenció al
corrupto Lula Da Silva para crear el Foro de Sao Paulo en 1990, una especie de
entente marxista que agrupó inicialmente a toda la izquierda desperdigada por
el mundo tras la caída del Muro de Berlín.
Dos años después se produjo un movimiento
curioso. Mientras España se empeñaba en consolidar las Cumbres Iberoamericanas
-foro que en tantos años solo ha tenido un gran hito histórico: el "¿por qué
no te callas?" del Rey a Chávez-, esa izquierda remasterizada empezó su
tarea de deconstruir la Historia de América Latina, empezando por replantear el
significado del 12 de octubre de 1492.
La Historia no es solo una sucesión de
hechos casuales, sino más bien una cadena de hechos causales. Según los
sociólogos Nicolás Márquez y Agustín Laje en su obra "El Libro Negro de la Nueva Izquierda: ideología de género o subversión
cultural", varios acontecimientos, en apariencia inconexos, sirvieron
para sentar el nuevo soporte discursivo a una izquierda huérfana de la
Madrecita Rusia, pero con el padre putativo sentado en su islita cubana
manejando los hilos tras bambalinas.
Se inventaron nuevas banderas, se
oxigenaron viejas consignas, y en silencio la izquierda reciclada reemplazó las
balas y los bolos (como le decíamos a los rusos) por los votos y las urnas. Los
obreros y campesinos de Marx y Lenin fueron desplazados para acoger a un Hombre
Nuevo forjado con las dosis precisas de incontinencia, marginalidad,
anarquismo, delincuencia, corrupción y tontería útil.
Dos años después del Foro de Sao Paulo, y
coincidiendo con el 500 aniversario de la llegada de los españoles al Nuevo
Mundo, 458 ONGs fueron creadas de repente para vender la nueva versión
precolombina del Descubrimiento.
El 12 de octubre 1992 se llevó a cabo en
Bolivia la primera gran marcha indigenista, donde se crucificó ante la Historia
la gesta del Almirante. La marcha fue encabezada por un desconocido dirigente
cocalero llamado Evo Morales, un poco falto de seso, pero ladino como indio de
encomienda. Paralelo a esto, otro ignorado coronelito nombrado Hugo Chávez daba
dos cruentos golpes de estado en Venezuela que, aunque no fructificaron, siete
años después le sirvieron para vestirse de dictador de su país. También en
1992, en Rio de Janeiro, y bajo el amparo del marxista Lula, otras 1500 ONGs de
todo el mundo proclamaron el "ecologismo popular" y comenzaron a
reclamarle a los países industrializados la "deuda ecológica" por la
explotación de los recursos naturales de las naciones menos desarrolladas.
Nicaragua, a lo gran potencia, fue uno de los tres países que no firmaron el
Tratado de Paris sobre el cambio climático. Daniel Ortega reclamó una
indemnización monetaria a los países ricos por haber "gastado el medio
ambiente", como si esto fuera una pastilla de jabón o un tarro de
mermelada.
Pero ya tenía la nueva izquierda nuevas
banderas que empuñar, más atractivas que los apolillados estandartes de Lenin y
Marx.
El 12 de octubre pasó de ser el Dia del
Descubrimiento o la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, al Dia de la Raza;
y cuando no convino porque hubo cierta raza que se creyó con más derecho que
otra -¡igualados! les dijeron-, se inventaron lo del Encuentro entre las Dos
Culturas, hasta que Hugo Chávez radicalizó la parada con lo del Dia de la
Resistencia Indígena y de buenas a primeras todos los latinoamericanos pasamos
a ser indios vengativos a la caza del primer español que nos cayera a mano para
cobrarnos el genocidio que hicieron con nuestros queridos parientes, Siboney,
Atabey, Hatuey y sus hermanos Cristal y Mayabe, Caonao, Anacahona, Atahualpa
Yupanqui -famoso engrasador precolombino de ejes de carretas-, Tupac Amaru, el
Indio Naborí, Manco Capac y su hermano Cojo Incapac, Nube Blanca, Toro Sentado,
Rabo de Nube y Silvio Rodríguez.
Nadie niega que los españoles se tomaron
muy a pecho el papel evangelizador y a fuerza de espada y cruz casi acaban con
los habitantes del mundo descubierto, pero también, si se hubieran demorados
unos años más en pisar tierras americanas la habrían encontrado desierta por el
baño de sangre que se tenían entre manos los caciques de los aztecas, mayas e
incas. En Cuba, Dominicana y el resto de las islitas tampoco habrían encontrado
habitantes, debido a la antropofagia de los indios Caribes que venían de
Venezuela a buscar la carne de la semana allende los mares. Como quien va a la
carnicería en busca de un buen corte. "¡Tráeme riñonada de la
buena!", le decía la mujer, y allá se iba el Caribe con su jabita al
brazo.
Hoy, en aras de una tardía reivindicación
histórica, se quitan estatuas del Almirante, cambian nombres a plazas y
avenidas y ponen en la lista negra a los que se niegan a seguirles. Y hasta
algunos de esos pijoprogres se preguntan por qué Colón comió tanta mierda con
la brújula, el astrolabio y el cuadrante, si con poner la dirección de La
Española en google maps iba al seguro. La coca reblandece el cerebro.
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