viernes, 26 de febrero de 2021

BIDEN NO PARECE DARSE PRISA

 Mario J. Viera

 


Intensa ha sido la lluvia de cartas, proposiciones y sugerencias, que no cesa de caer sobre la administración de Joe Biden, solicitándole la instrumentación de una nueva política hacia Cuba. Desde el amable intento de los “puentes de amor”, solicitando la remoción de todas las políticas de Trump tendientes a incrementar las sanciones económicas no selectivas contra Cuba, y hasta la eliminación del “bloqueo/embargo”; la romántica propuesta del proyecto del Centro para la Democracia en las Américas, y la Oficina de Washington sobre América Latina, pidiendo a Estados Unidos dar el primer paso; la coja propuesta de la Joven Cuba; la carta del Cuba Study Group con la recomendación de que ambos gobiernos [Estados Unidos y Cuba] “negocien acuerdos de cooperación y faciliten arreglos económicos entre su sector privado que puedan consolidar suficientemente las relaciones diplomáticas y la integración socioeconómica entre los dos países”, más interesado en hacer negocios en Cuba que cualquier otro criterio altruista; hasta concluir el aguacero con la ríspida Carta Cuba-Estados Unidos que propone hasta casi la celebración de un simposio para llevar a cabo las negociaciones diplomáticas entre ambos estados.

 

Parece, no obstante, que Biden no se está dando prisa en el tema de la renovación del acercamiento con el gobierno de Cuba; al menos, hasta ahora, no ha hecho ninguna alusión al asunto. Bueno, sí, este 24 de febrero, aniversario 25 del derribo de dos avionetas de Hermanos al Rescate por aviones Mig del Ejército Cubano, Biden envió al Congreso una proclamación por la cual prorrogó, por un año más la declaración de emergencia con Cuba, firmada por Bill Clinton e 1ro de marzo de 1996, aduciendo que sigue existiendo la necesidad de continuarla.

 

En su declaración, Biden expresó: “La posibilidad de entradas no autorizadas a gran escala de embarcaciones registradas en Estados Unidos en aguas territoriales cubanas perturbaría las relaciones internacionales de los Estados Unidos con respecto a Cuba al permitir o proporcionar los medios para facilitar una migración masiva de ciudadanos cubanos y amenazar nuestra seguridad nacional”.

 

Algo más. El 8 de febrero, el encargado de negocios estadounidense Mark Cassayre hizo la siguiente declaración: "Tengo el gusto de informarles que, esta mañana, el secretario de Estado Blinken va a anunciar que Estados Unidos se comprometerá de nuevo en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en calidad de observador", Algunos días después, Bliken explicaría en un comunicado que “la administración Biden ha reencauzado a Estados Unidos a una política exterior centrada en la democracia, los derechos humanos y la igualdad”, para agregar: “El uso efectivo de herramientas multilaterales es un elemento importante de esa visión, y en ese sentido, el presidente ha instruido al Departamento de Estado a reintegrarse inmediatamente y de forma robusta con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU”; afirmando además, que  seguirá denunciando abusos en países como Venezuela, Nicaragua, Cuba o Irán (…) Los que tienen peores registros de derechos humanos no deberían ser miembros de este Consejo”.

 

Todavía más. Así se refirió la exembajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas durante el gobierno de Obama, Samantha Power con respecto a la canción “Patria y Vida”, opinó: "Una mirada muy interesante a la nueva generación de jóvenes en Cuba y cómo están presionando contra la represión gubernamental”. Power, que también ha sido nominada por Biden para dirigir la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID); agregó a su comentario, diciendo: “Un grupo de artistas canalizó sus frustraciones en una nueva canción tremendamente popular que el Gobierno ahora está desesperado por suprimir”.

 

Ninguno de estos mensajes debe sonar muy agradable a los oídos de los regentes del PCC.

 

Hasta el momento, no se ha dado a conocer si ya la administración Biden le haya pedido al Departamento de Estado un estudio para revisar la pertenencia de Cuba dentro de la lista de países patrocinadores del terrorismo, vuelta a colocar por Trump en la lista negra el 11 de enero de 2021, revirtiendo la decisión tomada por la administración Obama el 29 de mayo de 2015 para excluirle de tal designación. Todo un regalito de “buena voluntad” que le dejara Trump a Joe Biden con el propósito de dificultar el proceso de renovar las relaciones diplomáticas entre Estados y Cuba.

 

Mientras Biden se toma su tiempo para la elaboración de su política hacia Cuba, ya le han aparecido cuatro piedrecitas en su zapato para hacerle cojear. Se trata de cuatro congresistas cubano americanos ─ casualmente todos con representación de Florida en el Congreso de Estados Unidos ─, el senador Marco Rubio y los representantes Mario Díaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos A, Giménez, lo cuales, en un comunicado dirigido a la Casa Blanca, instaron a “mantener la presión” sobre Cuba a propósito de un tema muy delicado en Miami, como es el nuevo aniversario del derribo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate sobre aguas internacionales.

 

En el comunicado, los cuatro radicales congresistas declaran: "Cada año que pasa nos sirve como recordatorio que este régimen asesino, narcoterrorista y antiamericano no ha cambiado en lo absoluto. El régimen castrista debe enfrentar consecuencias por sus actos criminales. Específicamente el asesino Raúl Castro, quien ordenó esta atrocidad, así como los tres individuos ya imputados en una Corte Federal de los Estados Unidos: el general Rubén Martínez Puente y los pilotos de combate Lorenzo Alberto Pérez-Pérez y Francisco Pérez-Pérez. El régimen ha demostrado repetidamente que no respeta la vida humana ni los derechos humanos más básicos. Mientras que los asesinos responsables sigan caminando sobre la faz de la tierra seguiremos exigiendo justicia para las víctimas del régimen: Carlos, Armando, Mario y Pablo”.

 

Declaraciones estas muy duras, que obligan a pensar, si resulta políticamente ventajoso para la Casa Blanca impulsar un acercamiento con el gobierno de Cuba. Por cierto, en el comunicado, ni por casualidad hicieron una referencia a la masacre del remolcador Trece de Marzo, ocurrida el 13 de julio de 1994, provocada por la embestida de embarcaciones gubernamentales contra el remolcador, provocando el saldo de 41 civiles, incluidos 11 niños, que pretendían llegar a territorio de Estados Unidos. Cualquiera sea un poco suspicaz, pensaría que, el propósito del comunicado, aparte de tener la intención de dificultar cualquier relajamiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, estaría dirigido a las elecciones intermedias de 2022. ¡El factor Miami-Florida!

 

Sí, el factor Miami-Florida, algo que toma en cuenta la carta del Cuba Study Group., dirigida al presidente Joe Biden, cuando, en una de sus partes, resalta que, “el gobierno cubano también debe darse cuenta de que es poco probable que el acercamiento con Estados Unidos sea sólido si intenta eludir Miami”. Reconociendo que la política de Estados Unidos hacia Cuba, no debiera guiarse por la política electoral interna, el Cuba Study Group consideró que esto solo será “una aspiración más que un reflejo de la realidad actual” como consecuencia de, “la fuerte oposición partidista en el Congreso de Estados Unidos y el enorme papel de Florida (y su número cada vez mayor de votantes inmigrantes cubanos) en el Colegio Electoral (…) El sentimiento de los votantes cubanoamericanos hacia el gobierno cubano y las relaciones entre Estados Unidos y Cuba representa el mayor obstáculo político interno hacia la normalización”, lo que yo denomino “Factor Miami-Florida”.

 

En lo esencial, el cúmulo de sugerencias que, desde diferentes grupos de intereses, se promueven, se resumen en lo siguiente: levantar las restricciones a los vuelos comerciales y chárter, poner fin a los límites de remesas, restablecer los servicios consulares en Cuba, reiniciar el Programa de Reunificación Familiar para Cubanos, suspender la ejecución de los títulos III y IV de la Ley Helms-Burton; todo esto, algo que, como he dicho en otro artículo, Biden, por sí mismo y por condiciones humanitarias, puede decretar la derogación de las sanciones económicas que Donald Trump, previamente había dictado. No obstante, el presidente y su gobierno se están tomando su tiempo para implementar todo lo concerniente a la política que ha de seguir, respecto a Cuba.

 

Ahora bien, algunos proponen que la administración Biden se decida por el levantamiento del embargo y hasta hay los que reclaman su levantamiento incondicional (Carta de la Joven Cuba). Esto es algo muy diferente. Repito aquí lo que antes dije en el artículo que publiqué el 12 de febrero (La Carta de la Joven Cuba al presidente Biden, cojea):  “Aunque el embargo sea, en el presente, solo una reliquia anquilosada del periodo de guerra fría; aunque su aplicación no ha conseguido aperturas y reformas profundas en Cuba, las sanciones económicas contempladas en las leyes Torricelli y Helms-Burton no pueden o no deben ser levantadas de manera unilateral por parte de Estados Unidos, y aunque en muchos sectores de la economía estadounidense se plantean reclamos para su supresión, optar por su levantamiento necesita pasar por un proceso de negociaciones, en una especie de quid pro quo”.

 

El embargo es un tema espinoso y de muchas aristas. Independientemente de que la Ley Helms-Burton codificó el embargo, también estableció. como premisa para su levantamiento, la existencia de un Gobierno de transición en Cuba, con determinadas características, entre las cuales se pueden enumerar las siguientes: que haya legalizado todas las actividades políticas; que haya puesto en libertad a todos los presos políticos; haya disuelto el Departamento de Seguridad del Estado, incluidos los Comités de Defensa de la Revolución y las Brigadas de Respuesta Rápida; y haya expresado públicamente su compromiso de organizar elecciones libres y justas para un nuevo gobierno; con la participación de múltiples partidos políticos independientes; que exprese públicamente, su decisión de avanzar en el establecimiento de un poder judicial independiente; el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales internacionalmente reconocidos; la creación de condiciones para el establecimiento de sindicatos independientes, y de asociaciones sociales, económicas y políticas independientes; y sobre todo que ese gobierno de transición no incluya a Fidel Castro ni a Raúl Castro. Solo cuando se certifique la existencia de un gobierno de transición y la formación de un gobierno elegido democráticamente, podrá levantarse el embargo.

 

Dentro de estas condicionales presentes en la vigente ley, un presidente, sea Biden o cualquier otro presidente, dictar por orden ejecutiva el levantamiento del embargo sería ir contra derecho, por muy legítima que pudiera ser considerada tal decisión. Para derogar la Helms-Burton, el Partido Demócrata necesitaría ganar en el 2022 una mayoría congresional de cerca de las dos terceras partes de todos los escaños, tanto en el Senado como en la Cámara de representantes, algo que a todas luces no parece ser probable, Aún en el caso que esto ocurriera y se lograra derogar la Helms-Burton debería considerarse si resultara apropiado el levantamiento del embargo de solo un plumazo, o hacerlo por etapas.

 

Bajo las condiciones políticas que hoy rigen en Cuba, el levantamiento del embargo no redundaría en mayores beneficios para el cubano común y corriente; solo se obtendrían algunas ligeras mejoras existenciales. El cubano continuaría siendo el mismo gallo desplumado de antes, aunque con un poco más de maíz. Tal vez quedaría sin sentido la coartada del régimen como plaza sitiada. Tal vez la retórica de lucha “antimperialista” se suavizase. Pero, el Partido Comunista de Cuba mantendría su no discutible hegemonía; las leyes de desacato no serían revocadas y el sistema judicial perduraría como tal y no como uno de los poderes independientes del estado. La represión en contra de la opinión disidente persistiría bajo formas más sutiles, los medios informativos continuarían bajo el monopolio oficialista y con mayores recursos económicos para sostenerles y para reforzar la propaganda gubernamental; los sindicatos continuarían siendo secciones sindicales para servir como correa transmisora de las directivas del PCC.

 

La economía pudiera mejorar, pero solo, en especial, para tanto el sector de los empresarios privados, como el de los inversores extranjeros en asociación con el gobierno; y el sector de los altos cargos del aparato gubernamental. No quedaría resuelto el problema del desabasto de la población, porque la prominencia estaría en el sector estatal de la economía bajo el principio de la planificación centralizada. Mantener el embargo, por otra parte, no garantiza de ningún modo la democratización de Cuba; levantar el embargo, tampoco garantizará la democratización del país.

 

Alcanzar la democracia en Cuba, no viene de mano del embargo estadounidense, ni de su supresión. La democracia, en Cuba, se alcanzará cuando cese el tribalismo entre los diferentes grupos de la oposición interna; cuando esa oposición se disponga a unirse en el lanzamiento de un reto poderoso al régimen; cuando esa oposición se aparte, se autonomice de los grupos de ultraderecha del exilio; cuando esa oposición deje de ser figura virtual para convertirse en presencia real actuando dentro de las entrañas del pueblo.

miércoles, 24 de febrero de 2021

El Saludo de los Tres dedos: Resistencia

 


En el film, Los juegos del Hambre, el saludo con tres dedos era el signo de respeto de los miembros de los Scouts, para los cuales, el saludo significaba honor y lealtad. El hecho de que el dedo pulgar esté sobre el meñique indica que el mayor protege al pequeño y el resto de dedos significan tanto fe, país y responsabilidad como lealtad, pureza y abnegación. Miles de personas han empezado a replicar el mismo gesto a lo largo de Tailandia como símbolo de protesta contra el golpe de estado militar que sacudió el país el 22 de mayo de 2014. El saludo se convirtió en Tailandia como un símbolo de la resistencia; símbolo que ahora reproducen los manifestantes de Birmania rechazando el golpe de estado ejecutado por el ejército.

 


 ¿Qué tal si los cubanos comenzamos a emplear este símbolo en rechazo a la dictadura en Cuba? El dedo mayor sobre el meñique: Resistencia apoyando a la libertad. Los tres dedos erguidos como símbolos de:

 

Patria, Democracia y Vida

lunes, 22 de febrero de 2021

ERRORES DE CONCEPTO

 Mario J. Viera

 


Cuando un movimiento opositor es colocado en la ilegalidad por una dictadura, su respuesta, en rechazo, debiera ser alcanzar la unidad dentro de los sectores opositores, captar voluntades, captar aliados; y saber distinguir quien es, en realidad, el enemigo. El enemigo principal, esencial, es el poder dictatorial. La línea a seguir, en el enfrentamiento a la dictadura, es la de restarle acceso a sus fuentes de poder.

 

Una de las principales fuentes de poder, no solo de las dictaduras, sino de cualquier gobierno, son, como lo destaca Gene Sharp en su “De la Dictadura a la Democracia”, los recursos humanos con que cuente; es decir: “la cantidad e importancia de las personas y grupos que obedecen a los gobernantes, cooperan con ellos o los apoyan”, lo que, en mi opinión, haciendo abstracción de las otras fuentes de poder de las dictaduras, es el recurso principal que hay que arrebatarle a las dictaduras. Esto es algo, que, por lo general, obvian las organizaciones opuestas al régimen implantado por el Partido Comunista de Cuba (PCC), para depositar todas sus esperanzas en elementos externos promotores de sanciones económicas como factor clave en el debilitamiento de las fuentes del poder de la dictadura cubana.

 

Sharp se refiere a este tema, diciendo: “las presiones internacionales pueden ser muy útiles cuando apoyan un poderoso movimiento de resistencia interna”, con la aplicación de medidas tales como, el boicot económico internacional, los embargos comerciales y de armas, la ruptura de relaciones diplomáticas, la expulsión del gobierno de organizaciones internacionales, y la condena del mismo por alguno de los cuerpos de las Naciones Unidas. Pero, advierte Gene Sharp. “si no existe un fuerte movimiento de resistencia interna, tales acciones por parte de otros es poco probable que se den”. Las acciones internacionales pueden debilitar a las dictaduras; no obstante, la continuación de las dictaduras “depende primordialmente de factores internos”.   

 

He aquí donde debe entrar en juego la inteligencia y la sagacidad de la oposición democrática: modificar los factores internos que les permiten a la dictadura sostenerse pese a embargos comerciales y a sanciones económicas.

 

La oposición democrática debe presentarse, no como una opción revanchista, sino de concordia y acuerdo con los componentes de los recursos humanos sobre los cuales se apoya la dictadura. No condenar como a enemigos a determinados sectores de la sociedad, sino considerarles como posibles aliados estratégicos. Estrictas barreras ideológicas conducen al aislamiento y al tribalismo.

 

A menudo escucho o leo expresiones formuladas por opositores, al interior de Cuba o en el exilio, reclamando una República, tal como la imaginó José Martí, de “con todos y para el bien de todos”, en tanto, reproducen la misma intransigencia del régimen demandando pureza ideológica. Volviendo a Sharp, este considera que, en el camino más adecuado para organizar una victoriosa resistencia popular noviolenta, lo primero a ejecutar por la oposición es negarle a la dictadura “la cooperación popular e institucional”, y ganarla para sí, “lo cual disminuye y puede anular el acceso a las fuentes de poder de las que dependen los gobernantes. Sin acceso a tales recursos, el poder de los gobernantes se debilita, y finalmente se disuelve”.

 

Se requiere hacer labor sistemática de captación, entre los sectores laborales, el estudiantado, el campesinado; captar simpatías dentro de los cuadros jóvenes de mando de las fuerzas armadas y entre los militantes simples del PCC y de la Juventud Comunista (UJC), llevándoles el mensaje de que la oposición democrática no les ve como enemigos, que el enemigo son los jerarcas del PCC y los altos mandos de las fuerzas armadas; por otra parte hay que captar a los sectores de la intelectualidad y de los artistas. Sectores de gran importancia desde el punto de vista de la estrategia política de la resistencia.

 

El tratamiento que se les dé a estos dos sectores, debe ser, inteligente y especial; captarles representa un factor de gran importancia en el debilitamiento de los recursos humanos e ideológicos que sostienen a la dictadura, y, en especial a una como la que dirige el PCC. Hay que evitar cualquier rechazo por sus actitudes anteriores de debilidad y veleidades que antes asumieran frente a la dictadura. Esto viene a propósito con el escándalo que ha originado la edición de un tema musical de estilo rap, convertido de inmediato en una reproducción viral, “Patria y Vida” interpretado por los cantantes Alexander Delgado y Randy Malcom (Gente de Zona), Yotuel Romero, Descemer Bueno, Maykel Castillo (Osorbo) y Eliecer Márquez (El Funky). Este rechazo a estos cantantes, por parte de un sector de la comunidad cubana en Miami, que los ve como arribistas, constituye un verdadero error de conceptos. El despliegue de ataques y menosprecio a estos intérpretes, principalmente dirigidos al dúo de Gente de Zona, podría generar que, muchos intelectuales y artistas cubanos. se abstuvieran de dar su apoyo al movimiento opositor por miedo a ser crucificados públicamente por la condescendencia y la actitud contemplativa que hubieran mantenido hacia la dictadura.

viernes, 19 de febrero de 2021

LA CONSTANTE LLUVIA DE CONFETIS

Mario J. Viera

 


Cual una lluvia de confetis en un día de final de año, ahora le llueve a la Casa Blanca un diluvio de cartas, solicitando, casi exigiendo a Joe Biden, que se ajuste a lo que cada cual, en sus cartas, crea ser mejor para “salvar a Cuba”. El aguacero de cartas y consejos se inició, el 18 de diciembre de 2020, antes de la toma de posesión de la presidencia por Joe Biden, con el proyecto del Centro para la Democracia en las Américas y la Oficina de Washington sobre América Latina; continuó con los “puentes de amor”, y a seguidas, con la arremetida de la Joven Cuba, para ahora presentarse una nueva propuesta insertada en un documento o Carta Cuba-Estados Unidos.

 

Cuando se hace una primera lectura a la Carta Cuba-Estados Unidos, reproducida en el sitio CiberCuba, resulta interesante; sus propuestas captan al lector. Sin embargo, cuando en un documento se trata el tema cubano, el conflicto gobierno/ciudadanía, no podemos conformarnos con una primera simple lectura. Hay que pensar; hay que analizar, y esto es lo que me propongo hacer en las siguientes líneas.

 

Aunque la nueva carta se dirige más a exigencias al gobierno que actúa bajo las directivas y controles del Partido Comunista de Cuba (PCC), también incluye propuestas a seguir por el gobierno de Estados Unidos. Y reclama determinadas condiciones que, a juicio de los ponentes del documento, deberán cumplirse a lo largo de todo el proceso negociador entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. Entre estas condiciones se destacan: una amplia participación y representación de la sociedad cubana; transparencia, con acceso equitativo a medios oficiales e independientes cubanos, así como a la prensa internacional; ningún acuerdo podrá tomarse a espaldas de la ciudadanía cubana y estadounidense; participación durante las negociaciones de mediadores de credibilidad y experiencia como el Vaticano, Noruega y el Parlamento Europeo; carácter escalonado para el proceso de negociación y los acuerdos resultantes; creación de mecanismos periódicos de revisión incluyendo el acompañamiento, monitoreo e incidencia de la sociedad civil, siguiendo buenas prácticas de otros procesos internacionales; el avance de las negociaciones a fases superiores o su interrupción en caso de incumplimientos deberán depender de los resultados de las evaluaciones; liberación inmediata ─ sin exilio condicionado ─ de los presos políticos y la legalización de todas las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado que van a estar representadas en las conversaciones, junto con el cese de la represión política y las restricciones económicas a la ciudadanía como condición preliminar para el inicio de las negociaciones”.

 

Todos, reclamos muy justos si se quiere, salvo que no es así como funcionan los convenios diplomáticos de acuerdo con la Conversión de Viena sobre relaciones diplomáticas de 18 de abril de 1961, y en la práctica internacional. Quizá por desinformación han confudido las negociaciones diplomáticas con las negociaciones, que, en crisis políticas internas, se promueven entre un gobierno y su oposición política, como han sido las negociasciones que, durante un tiempo, se llevaron a cabo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana, o como las negociaciones,  llevadas a cabo en Cuba, entre el gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC y el ELN, las cuales exigían transparencia y la participación de mediadores; en el caso venezolano, Noruega en la isla de Barbados, el 9 de julio de 2019; y en el caso colombiano  los mediadores fueron Cuba y Noruega.

 

Si la oposición cubana al interior del país promoviera una fuerte resistencia civil, con gran participación de las masas populares, poniendo en crisis a la dictadura, esta se vería obligada a negociar. Es entonces cuando la oposición podría reclamar, para ir a la mesa de diálogo, todas las condicionantes que lo redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos han planteado. Exigir que fueran mediadores en el diálogo el Vaticano, Noruega y el Parlamento Europeo; reclamar el cese de la represión, y la liberación de todos los presos políticos, y la legalización de todas las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado.

 

Entre dos estados, según el Derecho Diplomático, la mediación solo concurre como “Intervención amistosa de un tercer estado entre dos (o más) que se hallan en conflicto (armado o no) proponiendo una solución que pueda ser aceptable para todos los litigantes”. Como ejemplo de mediación entre dos naciones envueltas en conflictos, fueron los acuerdos de Camp Davis, firmados por el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin, el 17 de septiembre de 1978, con la mediación del presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, como tercer estado, para resolver las reclamaciones, el conflicto, de ambas partes sobre la península del Sinaí. Este no es el caso presente en las relaciones entre Cuba y Estado Unidos, que hasta tal punto requiera de la buena mediación de otro país para resolver los conflictos entre ambos países. El posible acercamiento del gobierno de Biden hacia nuevas relaciones dipolomáticas con Cuba es un reprochement, un término francés que significa reconciliación o aproximación, y que se utiliza para describir las gestiones o la política que, para tales fines, se llevan a cabo entre dos o más estados, después de un periodo de fricción o distanciamiento, según se define en Derecho Diplomático.

 

En este tipo de negociaciones no se requiere el concurso o la participación de elementos diferentes a los negociadores diplomáticos de las dos naciones. Todo equipo negociador está equipado con un grupo más o menos grande, integrado por especialistas en derecho internacional, economía y política. De acuerdo con especialistas en el Derecho Diplomático en “las relaciones internacionales, existen situaciones o datos que motivan en cada caso a actuar de determinada manera para poder llevar a cabo ciertos fines. Estas situaciones o datos se pueden denominar condiciones fácticas que influyen en las relaciones diplomáticas. Las condiciones fácticas a tomar en cuenta en las relaciones diplomáticas son de carácter político, sociológico o económico, ya sea de manera aislada o en combinación de unos y otros

 

La motivación económica por sí misma es, hoy en día, razón suficiente para establecer relaciones entre Estados. Entre estas condiciones se destacan el comercio bilateral, o la oportunidad de descubrir nuevos mercados; el establecimiento de empresas estatales en el otro Estado(Rosa Adriana Figueroa Álvarez. Propuesta para la regulación del proceso· de normalización de las relaciones diplomáticas de México). Aunque al final, la decisión del establecimiento de relaciones diplomáticas, es de carácter político.

 

Ahora bien artículo 2 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, señala que, el establecimiento de las relaciones diplomáticas ha de hacerse por consentimiento mutuo; y se deben centrar en lo que es común entre las partes, no en las diferencias existentes. Esas negociaciones, además, no tienen que ser públicas, aunque diferentes factores políticos, de ambos estados, puedan expresar sus rechazos y hasta presentar sus cuestionamientos  en el Congreso o en los medios informativos; pero esto no cambia los resultados. Con Cuba, Estados Unidos estará actuando de acuerdo con sus intereses económicos pero, por encima de cualquier objeción, según sus intereses políticos. que no necesariamente coincidirán con los intereses del gobierno cubano. Este fue, por ejemplo, las negociaciones para el establecimiento de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con la China comunista, iniciadas durante el gobierno de Richard Nixon y concluidas durante la administración de Jimmy Carter, lo que trajo como consecuencia la expulsión de Taiwan del Consejo de Seguridad de la ONU y la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

 

La carta, propuesta, reclamo o lo que sea, se inicia explicando que la misma, “es fruto de una iniciativa ciudadana de cubanos de diferentes posiciones políticas, guiados por el anhelo de una Cuba democrática y respetuosa de todos los derechos para todas las personas”. Y bien que es bastante variopinta la lista de sus firmantes y, como en la Viña del Señor, hay de todo los tipos, desde presos políticos, artistas e intelectuales hasta conocidos simpatizantes de Donald Trump y de sus políticas, y algún que otro oportunista que, para mostrarse duros frente a la dictadura, firman cualquier carta que se les ponga delante, Adelantan también una exigencia al régimen del PCC: “El gobierno de Cuba debe normalizar las relaciones con sus ciudadanos, como premisa para normalizarlas con el mundo”. El problema es que, querrámoslo o no, el régimen, sin haber normalizado “las relaciones con sus ciudadanos”, ya tiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los estados del continente americano, de Europa, de Asia y de Africa; y lo puede hacer porque en Cuba no hay un movimiento de resistencia interna consolidado y retador que confronte al régimen ante la opinión pública internacional. Con carticas más o menos y con canciones contestarias, no se derrocan dictaduras.

 

Es así que, ante “la posibilidad de un nuevo acercamiento entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos” los redactores del documento desean transmitir sus impresiones sobre el tema. Comienzan entonces una serie de advertencias, que parecen dirigidas al mismo Joe Biden y suenan como si fuera un regaño.

 

El primer reclamo admonitorio dirigido al gobierno de Biden, aparece en su inciso a): “La soberanía de Cuba como nación independiente no puede ser monopolizada por un gobierno. No se debe confundir empoderamiento de la sociedad con el apoyo a la agenda del régimen y de grupos autorizados por este para representar a la sociedad civil”. Error. Todo gobierno es representante de la soberanía de una Nación como Estado independiente con respecto a la soberanía de otras naciones. Lo que un gobierno no puede monopolizar es la soberanía que reside en el pueblo y del cual dimanan todos los poderes del Estado; soberanía esta que ha sido secuestrada, no por el gobierno sino por el PCC y depositada en su Buró Político. La Constitución de 1940 planteaba las dos condiciones de soberanía. En el Art. 1, se estipula: “Cuba es un Estado independiente y soberano” (Nación), y en su Art. 2, planteaba: “La soberanía reside en el pueblo y de éste dimanan todos los poderes públicos” (auto determinación); por ptra parte, la Convención de Viena ofrece un marco completo para el establecimiento, mantenimiento y terminación de las relaciones diplomáticas basado en el consentimiento entre Estados soberanos.

 

El inciso b), aunque me cuesta tener que admirlo, constituye una falacia lógica, algo que, en todo documento que enfoque un tema político se debe evitar, teniendo mucho cuidado en la elección de los términos o premisas lógicas del análisis. Sobre la tesis verdadera de que el régimen implantado en Cuba niega los derechos fundamentales y criminaliza el disenso y excluye la participación autónoma (primera premisa lógica); y se argumenta correctamente, que “atenta contra estándares internacionales de derechos humanos” (Segunda premisa lógica), se concluye diciendo: “es legítimo que la comunidad internacional asuma posicionamientos ante la desprotección en que se encuentran los ciudadanos del país”. La conclusión a la que se arriba no se desprende de las dos premisas lógicas empleadas.

 

La desprotección en que se encuentran los ciudadanos de Cuba, no resulta aparente ante la opinión internacional. Tanto es así que esa comunidad internacional le ha concedido al régimen del PCC un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. En Cuba no se han producido las convulsiones político y sociales como las que se produjeron en Venezuela con las masivas protestas y manifestaciones populares en contra del régimen de Nicolás Maduro que dejaron un saldo grande de ciudadanos muertos. No han ocurrido las protestas y manifestaciones pacíficas de Nicaragua reclamando la renuncia del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo enfrentándose a la brutal y sangrienta represión, tambien con saldos de muertes violentas de ciudadanos. Nada similar se ha producido en Cuba a las manifestaciones multitudinarias de Bielorrusia, ni los actos de desobediencia civil en Hong Kong, ni las multitudes que en Birmania rechazan el golpe de estado por parte del ejército enfrentádose valientemente a las fuerzas militares que les reprimen de manera violenta; ni las las protestas multitudinarias producidas en Rusia a favor del opositor Alexei Navalny.

 

Donde no hay una fuerte confrontacion pueblo/dictadura con un movimiento de resistencia bien organizado y actuante, la comunidad internacional vuelve la vista hacia lugares de mayor conflictividad. Faltó precisamente esa tercera premisa para que la conclusión que se obtuviera no constituyera una falacia lógica.

 

Los siguientes cuatro incisos se dedican  a demostrar, según los redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos, el fracaso del proceso de normalizacion de las relaciones entre ambos estados impulsada por Barack Obama, con los mismos argumentos que los detractores de la política exterior obamista han empleado desde los primeros meses del deshiele diplomático. Inciso c) “no se experimentaron en la Isla avances en los derechos humanos”; d) “La represión es consustancial a la naturaleza totalitaria del sistema […] No depende de la actitud del gobierno de Estados Unidos, como demuestra este primer mes de la presidencia de Biden (¿?) […] se ha expandido y diversificado la represión incluso contra nuevos actores como los activistas de poblaciones en situación de vulnerabilidad, artistas, ambientalistas, protectores de animales, intelectuales de orientación progresista; e) Las reformas económicas realizadas por el gobierno de Cuba durante la normalización de Obama fueron mínimas y sufrieron congelamiento o reversión incluso antes de la administración Trump. Inexacto. Las tímidas reformas económicas del gobierno de Cuba se iniciaron entre el 2008 y el 2010, entrega en usufructo de tierras estatales ociosas para su explotación por parte de campesinos y cooperativas; despido masivo de em­pleados estatales excedentes, que a partir de ese momento deberían ser ocupados en nuevos trabajos privados; au­torización de la compraventa de viviendas y de automóviles, y, en 2013 la eliminación de los permisos de salida para viajar al extranjero. El inciso f) declara: “Durante el deshielo anterior, es cierto que creció cierta clase media urbana que mantuvo una actitud de no confrontación o colaboración con el régimen, pero la mayoría empobrecida del país no se benefició de la normalización”.

 

La carta fue remitida al Gobierno ─ ¿reconocimiento implícito de que el gobierno es parte en el debate? ─ Mientras se recogían firmas de apoyo a la Carta Cuba-Estados Unidos, se informa en un artículo aparecido en Cubanet, que “sin previa consulta, el documento fue expuesto (…) en el Noticiero Nacional de Televisión por Humberto López, quien la utilizó para exponer algunas de las gestiones de ‘personas que promueven acciones de desobediencia y contrarrevolución’”. Falta por conocer lo que el Departamento de Estado considerará sobre la propuesta, reclamo o Carta Cuba-Estados Unidos. 

lunes, 15 de febrero de 2021

¡Ay Biscet, qué bajo has caído!

 Mario J. Viera

 


Leer lo que escribe desde Cuba, un hombre, supuestamente defensor de los principios democráticos, escribiendo barrabasadas, es desconsolador. En su último brillante, magistral, extraordinario artículo de opinión, publicado en Diario Las Américas, bajo el titular “La inconstitucionalidad del impeachment a Trump”, Oscar Elías Biscet expresó lo siguiente:

 

El 45 Presidente de los EEUU, Donald Trump, es el Sócrates contemporáneo; quien como un ciudadano particular es llevado a un juicio político amañado e inconstitucional a la Cámara del Senado (09/02/2021), después de haber sido acusado e instruido de un cargo falso por la Cámara de Representantes de los EEUU, el 28/01/2021”. (el resalte en negrita es mío)

 

¡Donald Trump el Sócrates contemporáneo! ¿Puede haber similitudes entre Donald Trump y Sócrates? Algo totalmente absurdo. Sócrates veía a la filosofía como el camino que conduce, por la justicia y el amor, a la virtud. ¿Conoce, en realidad, Biscet lo que virtud significa? Es que la virtud se entiende, especialmente como la disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza; estos tres últimos conceptos abstractos tan lejos en la personalidad de Donald Trump. En cuestiones de política a Trump, ni siquiera se le puede calificar de neófito, su filosofía “política”, es la filosofía del empresario, que no admite discrepancias en cuanto a cómo manejar sus negocios. Sócrates, en cambio, ha sido considerado como el padre de la filosofía y de la ética. ¿Ética? Sí, ética, esa parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.

 

Trump, un ególatra que, como el también ególatra Fidel Castro, considera que lo sabe todo, que todo lo conoce, que es infalible, que todo lo que hace es extraordinario, superior a cuanto antes haya realizado algún presidente antecesor suyo, casi más grande que George Washington, actitud en total contradicción con el filósofo ateniense, consciente, tanto de la ignorancia generalizada como de la suya propia: “Solo sé que no sé nada”. Sócrates tuvo enemigos y sus enemigos le condujeron a un juicio, sin embargo, no rehusó presentarse ante aquel juicio, algo a lo que Trump no tuvo valor de hacer. No gritó, no atacó a sus acusadores. Fue sentenciado a muerte; pudo haber huido, como le aconsejaban sus amigos, pero prefirió acatar la sanción y aceptar la muerte.

 

¿Juicio amañado, y acusado e instruido de un cargo falso, como asegura Biscet? Entonces, el líder de la minoría republicana Mitch McConnell estaba levantando cargos falsos contra Trump cuando el pasado 19 de enero, aun representando la mayoría republicana, declaró: “La turba [que asaltó al Capitolio] fue alimentada con mentiras. Los incitó el presidente y otras personas poderosas, y trataron de usar el miedo y la violencia para impedir un trámite específico del poder legislativo del gobierno federal al que se oponían”. O cuando, luego de haber dado su voto absolutorio a Trump, expresó: “No hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es moralmente responsable, y de forma decisiva, de provocar los eventos de aquel día. La gente que asaltó este Capitolio creía que actuaba siguiendo los deseos e instrucciones de su presidente. Y tener esa creencia fue una consecuencia previsible del creciente crescendo de declaraciones falsas, teorías de conspiración e hipérbole imprudente que el presidente derrotado seguía gritando a través del megáfono más grande del planeta Tierra".

 

Tal como se recoge en CNN, McConnell no descartó que Trump pudiera ser juzgado en cortes penales y civiles: “El presidente Trump sigue siendo responsable de todo lo que hizo mientras estuvo en el cargo como ciudadano común y, a menos que se ejecute el estatuto de limitaciones, sigue siendo responsable de todo lo que hizo mientras estuvo en el cargo. Todavía no se salió con la suya. Sin embargo, tenemos un sistema de justicia penal en este país. Tenemos litigios civiles. Y los expresidentes no son inmunes a que rindan cuentas en alguno de los dos

 

¿Es falso lo dicho por el senador republicano, Lindsey Graham, refiriéndose a Trump, “Su comportamiento después de las elecciones fue indignante”? Esto dicho, aunque diciendo que, en los escrutinios del 2022, le gustaría hacer campaña junto a él

 

¿Amañado el juicio? Así no lo consideraron los senadores republicanos Richard Burr, Bill Cassidy, Susan Collins, Lisa Murkowski, Mitt Romney, Ben Sasse y Pat Toomey, los cuales votaron a favor de la condena. ¿Carece de significado la llamada que, el líder de la minoría republicana de la Cámara de representantes, Kevin McCarthy le hiciera a Trump durante el asalto al Capitolio por una turba de trumpistas facinerosos? McCarthy le pedía a Trump que hiciera un llamado a sus seguidores para que abandonaran la sede del Congreso. La respuesta que recibió de Trump, fue la siguiente: “Bueno, Kevin, supongo que esta gente está más molesta por la elección que tú”. La riposta de McCarthy a Trump, mientras observaba como los amotinados penetraban a sus oficinas rompiendo ventanas, fue: “¿Con quién carajos crees que estás hablando?” El representante republicano Jaime Herrera Beutler, le comentó a CNN sobre esta llamada: “Hay que mirar lo que hizo [Trump] durante la insurrección para confirmar dónde estaba su mente. Estoy haciendo un gran esfuerzo por no decir la palabra fucked”.

 

Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que considere a la seguidora de QAnon Marjorie Taylor Greene como una heroína. Una mujer que asegura, que los tiroteos producidos en las escuelas de Sandy Hook y Parland, dejando un salto de víctimas inocentes, no eran más que un montaje para prohibir el uso de las armas; incluso consideraba que algunos congresistas demócratas deberían ser ejecutados por traidores, entre estos, principalmente Nancy Pelosi. También, como informa France 24, había dicho que la matanza de 58 personas a manos de un hombre que disparó desde la habitación de un hotel en Las Vegas, en 2017, era un complot secreto para generar apoyo a la legislación de control de armas. ¿Acaso desconoce el patético Biscet, que el mismo Mitch McConnell, la calificó como “un cáncer para el Partido Republicano”? Hasta Kevin McCarthy, dijo sobre ella: “Déjenme ser claro, los comentarios de Greene como ciudadana privada no representan los valores de mi partido. Como republicano, como conservador y estadounidense, condeno esas visiones inequívocamente”.

 

Biscet la denomina heroína porque ella, un día después del juramento de Biden como presidente, introdujo una propuesta de impeachment contra él, bajo los supuestos cargos de corrupción, abuso de poder, tráfico de influencias y nepotismo, algo que en Estados Unidos se puede proponer, aunque sea estúpido. Y denomina a la activista de QAnon, Ashli Babbitt, muerta mientras intentaba penetrar por una ventana al interior del Capitolio, de “patriota”, “defensora de la América libre y constitucional”; ella como “resplandor perenne de libertad y resistencia a las injerencias de las dictaduras globalistas del socialismo y sorosismo en EEUU” (Podemos perdonarle la cursilería de aprendiz de escribiente). Ni en ella, ni en el resto de los asaltantes, Biscet, desde la distancia, dijo, no pudo observar “la cólera enajenante de los múltiples y desastrosos motines desencadenados por Antifa y BLM”.

 

Antifa y BLM parecen ser obsesivos en las visiones kafkianas de Biscet. Lean esto escrito por él: “El Partido Demócrata en la Cámara de Representantes acusó de insurrección al presidente Donald Trump, cargo falso y amañado, pues en el momento de la acusación a Trump ya la Policía (FBI) había definido los causantes, la hora de comienzo, su planificación de días antes por Antifaz y MLB y la no relación del presidente Trump con los que causaron los disturbios en el Capitolio”; esto es algo totalmente falso. Pero ¿qué conoce Biscet sobre Antifa, salvo lo que aduce la derecha radical sobre ese grupo. Antifa, es un movimiento antifascista, que declara oponerse a todas las formas de racismo y sexismo y a las políticas que impulsaba el gobierno de Trump contra la inmigración y los musulmanes. Aunque a menudo se le clasifica como una organización de izquierda o de extrema izquierda, sus miembros se han focalizado en luchar contra la ideología de extrema derecha, más que en promover iniciativas que representen a un sector determinado del sistema político. Según BBC Mundo, son “grupos muy diversos en distintos países, aunque aparentemente los más activos se encuentran en Estados Unidos, Reino Unido y Alemania”

 

Por otra parte, Biscet, como los supremacistas blancos y la ultraderecha de Estados Unidos, acusa a BLM este disperso movimiento como violento. Algo muy significativo. Biscet es de la raza negra, mestizo, es un activista Pro Vida y, sin embargo, no siente empatía alguna por la desesperada lucha de BLM, movimiento en contra del racismo sistemático presente en muchos sectores de la sociedad estadounidense y, en protesta por la muerte violenta que varios negros han sufrido a manos de policías blancos. Tal vez para Biscet la vida de los negros, bajo el cuatrienio de Donald Trump, no importe.

 

Antifa, no ha tratado nunca de asaltar centros alguno de la democracia de Estados Unidos, como sí han hecho los Proud Boys, los QAnon, las milicias armadas de trumpistas; los neo-nazis y los neo-confederados, ondeando la bandera de la Confederación, símbolo de la traición hacia los Estados Unidos y del racismo. Le preguntaría al Dr. Oscar Elías Biscet ¿Qué hubiera ocurrido si, en lugar de los trumpistas extremistas, hubieran sido los miembros del BLM, quienes asaltaran el Capitolio federal de Estados Unidos?

 

Ahora, el médico de profesión, se nos presenta como un experto en Derecho Constitucional de Estados Unidos para darle a los estadounidenses, lecciones de interpretaciones literales sobre la Constitución de este país, y lo hace reproduciendo los postulados que tratan sobre el juicio político a altos funcionarios del gobierno y del legislativo, postulados que aquí son conocidos por la gran mayoría de sus ciudadanos, sin necesidad de que nos instruya el médico Biscet.

 

Mejor sería que Biscet, que no es ciudadano de Estados Unidos, en lugar de intentar influir en la política de este país, y de colocarse como si fuera un miembro del Partido Republicano de Trump, se dedicara a criticar al gobierno de Miguel Díaz-Canel y a la dictadura del PCC, y darse por entero a impulsar un movimiento de resistencia noviolenta en Cuba o a su Proyecto Emilia, un “proyecto triunfador”, según él mismo lo denomina. “Gracias a que hemos mantenido una vanguardia de lucha no violenta en Cuba ─ declaró Biscet el 11 de enero de 2019 ─, este pudiera ser el último año de la tiranía al frente de la nación”. Desgraciadamente, ya estamos en el inicio de la segunda quincena de febrero de 2021 y la tiranía continúa al frente de la nación, quizá porque ese “triunfador proyecto” solo sea conocido por cuatro gatos en Cuba y, si no me creen, pregúntenles a sus familiares en Cuba, cuando se comuniquen con ellos, si conocen el tal Proyecto Emilia.

 

Si alguien se siente incómodo por este análisis que hago de los artículos de opinión de Biscet, por aquello de que está en Cuba “enfrentando” a la dictadura, le diré: Biscet ha dado su opinión públicamente y es mi derecho analizar públicamente sus opiniones y exponer las mías.

domingo, 14 de febrero de 2021

Una minoría se impone sobre el voto mayoritario.

 Mario J. Viera

 


En los titulares de los medios informativos, aparece el titular: “Senado de Estados Unidos absuelve a Donald Trump”, cuando mejor se debiera decir: “minoría del senado absuelve a Donald Trump”, o quizá precisar: “mayoría de la bancada republicana del senado, absuelve a Donald Trump”; porque en realidad, el Senado no absolvió a Trump, mayoritariamente, el Senado condenó a Trump por 57 votos a favor contra los 43 que rechazaron hacerlo. Claro está, el procedimiento establecido en la Constitución, requiere, para prosperar el juicio condenatorio, una mayoría de las dos terceras partes del Senado; es decir, un total de 67 votos. Nada fácil de conseguir dentro de un Senado, en realidad de un Congreso, cuya principal característica, en los momentos que corren, es la polarización.

 

¿Qué impidió conseguir los diez votos republicanos necesarios para aprobar la condena política de Trump? Este es tema para la especulación. Intereses políticos de algunos senadores republicanos para resguardar sus privilegios senatoriales coqueteando con la base política de Trump; posicionamiento de extrema derecha de algunos de esos senadores; y consideraciones, de otros, sobre si el procedimiento, en realidad, violaría la letra de la Constitución, independientemente de que, el 9 de febrero, el Senado había saldado la interrogante, cuando decidió rechazar, por votación de 56 contra 44, el argumento que planteaba la inconstitucionalidad de emprender un juicio político a un presidente que ya había abandonado el cargo, algo que antes había ocurrido cuando Richard Nixon renunció a la presidencia para no enfrentar el proceso de impeachment que contra él se incoaba.

 

Esto último parece ser lo que motivara al líder de la minoría republicana del Senado, Mitch McConnell para emitir su voto en contra de la condena del expresidente. Voto que le ha granjeado un aluvión de críticas para convertirle casi en el tipo malo de las películas de acción. Aunque McConnell, el pasado 19 de enero, luego de su plena identificación con las políticas de Trump, tras los actos sediciosos de los seguidores del mandatario al asaltar la sede del Congreso federal, se distanciaba de Trump acusándole de ser el instigador de los actos de la turba enajenada. McConnell declaró entonces: “La turba fue alimentada con mentiras. Los incitó el presidente y otras personas poderosas, y trataron de usar el miedo y la violencia para impedir un trámite específico del poder legislativo del gobierno federal al que se oponían. Pero nosotros persistimos. Permanecimos unidos y dijimos que una turba indignada no obtendría poder de veto sobre el imperio de la ley en nuestra nación, ni siquiera por una noche." Ahora, a la conclusión del juicio político seguido contra Trump, y de haber votado en contra de la condena, expresó:

 

No hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es moralmente responsable, y de forma decisiva, de provocar los eventos de aquel día. La gente que asaltó este Capitolio creía que actuaba siguiendo los deseos e instrucciones de su presidente. Y tener esa creencia fue una consecuencia previsible del creciente crescendo de declaraciones falsas, teorías de conspiración e hipérbole imprudente que el presidente derrotado seguía gritando a través del megáfono más grande del planeta Tierra".

 

Dentro de esa posición legalista, varios senadores republicanos se escudaron para justificar su voto absolutorio, como por ejemplo el senador, Mike Rounds quien, según al BuzzFeed News, declaró: “No hay duda de que había una turba. de que esa turba tenía planes insurreccionales en mente. Pero para muchos de nosotros, y para mí personalmente, todavía es un asunto que no tenemos una capacidad constitucional para acusar a una persona que no es un oficial actual”.

 

Sin embargo, y en buena ley, el voto negativo de Mitch McConnell, en nada es semejante a la posición negativista y obstinada de los senadores Ted Cruz y Josh Hawley, o la de los senadores Marco Rubio y Rick Scott. Rubio, estrella que fuera del movimiento extremista del Tea Party, y Ted Cruz, siempre decididos a boicotear cualquier iniciativa demócrata, tienen sus aspiraciones puestas en alcanzar el liderazgo de los seguidores de Trump.

 

¿Qué pretendían en realidad los demócratas de la cámara baja para promover el impeachment contra Trump? ¿Dar un ejemplo que demostrara que ni el presidente puede pasar por encima de la Ley? ¿Creyeron ilusamente que a su raquítica mayoría en el Senado se le unirían suficientes votos republicanos para garantizar la demanda de procesar a Trump por incitación a la violencia? ¿Acaso no conocían las características de cada uno de los senadores republicanos, desde aquellos de la derecha radical, pasando por los timoratos, hasta los partidarios de la interpretación literal de la Constitución? ¿No habría sido mejor aguardar hasta que se hubiera consolidado el gabinete de Joe Biden para luego proceder contra Trump mediante una demanda penal por el delito de conspiración sediciosa? Desde el primer día, cuando se anunció que se procedería para impulsar un juicio político contra Trump, expresé mi opinión que tal acto sería un error político. Trump contaba con un poderoso apoyo dentro de la bancada republicana que haría muy difícil ganar a 17 republicanos a favor de la sanción de condena en su contra, lo cual haría más difíciles los intentos de Biden para alcanzar consensos bipartidistas y se agudizaría la polarización ya existente dentro del Congreso.

 

Tan pronto se conocieron los resultados de la votación dentro del Senado que impedía la sanción a Trump, este, por medio de un comunicado, expresó su entusiasmo, dirigido claramente a sus huestes de extremistas:

 

"Nuestro movimiento histórico, patriótico y hermoso para 'Hacer a EE.UU. grande de nuevo' solo acaba de empezar. En los meses venideros, tengo mucho que compartir con ustedes y espero continuar nuestro increíble viaje juntos para lograr la grandeza estadounidense para toda nuestra gente. ¡Nunca ha habido nada igual!".

sábado, 13 de febrero de 2021

¿Sueños de profesionales en la Cuba de hoy?

 Lázaro González Valdés

 


El que tenga oídos que oiga. Si no oye, ya le pisarán su callo:

 

La Revolución, en el principio,

creó el odio y sus leyes.

Cuba fue un caos total,

las tinieblas cubrían la razón,

y la venganza se movía

sobre el ámbito social.

Y la Revolución dijo: “¡Haya exclusión!”.

Y la exclusión reinó para siempre.

 

La génesis de la Revolución cubana fue violenta y excluyente. Hoy sigue siendo violentamente excluyente, y la lógica elemental indica que lo seguirá siendo, porque se niega a ser reformada.

 

La exclusión de los revolucionarios se manifiesta en disímiles formas tangibles. Así ha sido incluso desde 1957 cuando el núcleo original, que se auto proclamó “revolucionario”, no había obtenido el poder político. Por ejemplo, a un miembro del Movimiento 26 de Julio afiliado a la guerrilla comandada por Fidel Castro en la Sierra Maestra, lo excluyeron de ese movimiento y guerrilla porque se bebió una lata de leche que robó en la cocina del campamento. Su exclusión fue por fusilamiento. Por supuesto, el castigo fue apropiado y conforme a la naturaleza del acto cometido (¡pobre de Montesquieu y su Espíritu de las Leyes!), según criterio del tribunal, compuesto por juristas revolucionarios, que le dio al acusado la oportunidad de defenderse en un juicio que duró unos minutos, le admitió a trámite el proceso de apelación que terminó ratificando la pena máxima en pocos minutos, y rechazó el derecho de súplica en sólo un minuto.

 

Más tardó en alistarse el pelotón de fusilamiento, que todo el proceso legal dispuesto al efecto para excluir al bebedor de leche por cuenta propia.

 

Indudablemente, la justicia revolucionaria ha sido súbita, sobre todo si tiene un interés específico o si necesita quitar del medio a quien considere peligro. En tales casos, llega veloz tal justicia. No deja resquicio a la duda razonable ni a la defensa eficiente, porque no da tiempo a razonar ni a defenderse. Su estilo es “el que da primero da doble”. Esa inmediatez es el antecedente de un par de figuras jurídicas que ensombrecen hoy el proceso penal y Derecho cubanos bajo los denominativos de “procedimiento sumarísimo” y “procedimiento abreviado”.

 

También fue así de repentina la Revolución en 1959 cuando, haciendo uso del poder político recién atrapado, manufacturó un “Tribunal de Depuraciones” que echó de su empleo a todo profesor y estudiante universitario disidente de la Revolución.

 

Quizá el primer profesor juzgado y depurado fue el ex presidente de la República de Cuba Dr. Ramón Grau San Martín, a quien acusaron de haber sido candidato a la presidencia en las elecciones del 1 de noviembre de 1958. ¿Qué tiene que ver la afiliación política de un docente con su pertenencia a la universidad? La respuesta es obvia: Alma Mater fue excluida. Quedó imposibilitada de nutrir el intelecto y la cultura, porque inició la era de “La universidad es sólo para los revolucionarios”.

 

El Tribunal de Depuraciones, la Comisión Mixta de Depuraciones y la Ley No. 277 del 23 de abril de 1959 fue la mezcla fulminante con que la revolución asoló las universidades despidiendo profesores y alumnos a granel. En 1959, solamente en la Escuela de Medicina de La Habana fue eliminado el 47 por ciento de su claustro original[1],[2],[3].

 

En contraste con esta historia ─ real y documentada ─ de frustraciones individuales, violación masiva del derecho humano a la educación superior y de abolición de la autonomía universitaria, hay compatriotas que acaban de percibir, por el infalible “método del callo pisao”, que la Revolución es el espantasueño de los profesionales, y también la pesadilla inconmensurable que desvela a quienes tratan de conseguir su título universitario.

 

Entre los recién apercibidos, de acuerdo a Diario de Cuba (DDC), destaca la arquitecta Lilie Suárez quien declaró en redes sociales que “acaban de destruir con un documento oficial el sueño de todos los profesionales[4].

 

La conclusión de Suárez se basa en la lista, publicada por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social en febrero 10 de 2021, por medio de la cual ese organismo del Estado prohíbe el ejercicio de casi todas las profesiones que se estudian en las universidades y escuelas técnicas, a menos que esas actividades se ejerzan bajo el control totalitario, politizado y caprichoso del Estado que, por norma constitucional, sólo puede ser dirigido, administrado y representado por funcionarios del partido comunista, o sea funcionarios de la Revolución, porque Revolución, Estado y funcionarismo comunista es la perversísima trinidad que rige en la escena surrealista del cuadro donde ha quedado atrapada la sociedad cubana desde 1959.

 

Sin embargo, la protesta cibernética de la arquitecta Suárez no es exclusiva porque a ella se unieron las voces virtuales de oficinas de arquitectura como Infraestudio, Ad Urbis, Apropia Estudio y Albor Arquitectos. Otra demanda, según DDC, vino de la restauradora Salomé García Bacalla, quien no se calla ante la lista negra de profesiones y cuestiona: “Comenzarán a perseguir a los arquitectos cubanos que la misma élite contrata para proyectar sus casas sabiendo que esa actividad está prohibida” [4]

 

¡Anda! Con su revelación deschavetada García Bacalla riposta el pisotón de callo conque el Estado la excluyó a ella y al resto de los profesionales y técnicos de la industria independiente de la construcción, remodelación y reparación de inmuebles.

 

Otros tipos de trabajo por cuenta propia fueron estigmatizados en la lista negra de actividades prohibidas. Entre ellos, periodismo, producción artística, contabilidad, abogacía, edición de textos... y continúa el listado hasta llegar a 124 profesiones.

 

La artista Tania Bruguera ve estas prohibiciones como “la talibanización de la Revolución cubana”. Para la curadora Solveig Font “esta es la confirmación (…) de que el Decreto (Ley) 349 sí se está instaurando”. En tanto que la crítica de arte Janet Batet advirtió: “Avanzamos al Medioevo a pasos agigantados” [4].

 

La Revolución hizo su movida excluyente. Ahora excluyó a decenas de miles de cuentapropistas dejándolos sin empleo, en medio de la crónica crisis económica que se agudiza por la pandemia de COVID-19. Si los perjudicados desafían individualmente la lista negra y siguen ejerciendo sus profesiones van a ser blanco fácil de la maquinaria represiva, eficiente, y aceitada legalmente con el Código Penal y la Ley No.75.

 

Esta lista negra de actividades independientes es la respuesta a las demandas de diálogo y respeto a los derechos culturales y civiles realizadas principalmente por el Movimiento 27N, que pudo movilizar frente al MINCULT unos 300 artivistas, cifra inalcanzable para los grupos disidentes que han logrado sobrevivir en Cuba luego de las embestidas militares de 1996 y 2003.

 

La Revolución consigue sobrevivir atomizando a la sociedad (como hace toda dictadura), cuidando la integridad de sus pilares de apoyo y sus fuentes de poder, pero hace énfasis en la relación miedo al castigo-obediencia por su importancia en el mantenimiento del disenso en niveles inocuos para ella.

 

Por lo tanto, la lista de actividades profesionales prohibidas no es un mero documento burocrático sino el arma legal que la jerarquía de la Revolución pone en la garganta del N27, del MSI y de los demás grupos disidentes para evitar que avancen más allá de la raya roja. Es el detente cosido por malos juristas en el viejo traje del Estado totalitario ordenado por esa Revolución que en Naciones Unidas finge orgasmos democráticos.

 


El conflicto llegó al punto donde Gene Sharp recomienda lo que él llama “jiujitsu político”. Esto indica que, si se quieren cambios, es tiempo de que los perjudicados por la lista negra de actividades prohibidas se unan con esa vanguardia que se ha delineado con el 27N y el MSI. Le toca a la vanguardia tomar la iniciativa porque según datos oficiales[5] los cuentapropistas sobrepasan los 605 mil y, considerando el padrón electoral de 2019, la resistencia no violenta sólo necesita unos 420 mil activistas en las calles para ponerle fin a la exclusión revolucionaria.

 

¡Ahora le toca jugar a las víctimas!

 

Pero si no hacen bien su movida, los profesionales seguirán desvelados, el resto de la sociedad desarraigada y la Revolución seguirá diciendo: “¡Haya exclusión! Y la exclusión reinará para siempre”.