Mario J.
Viera
Sandy atravesó el oriente cubano. A su
paso dejó desolación en Santiago de Cuba, Songo La Maya, Palma Soriano y San
Luis. Según reportes oficiales, 132 mil
700 viviendas fueron afectadas con 15
392 derrumbes totales y la muerte de 11 personas. Santiago de Cuba se cubrió de
escombros, y seis días luego del paso del huracán la ciudad permanece sin luz y sin agua.
La AP cita el comentario del médico
Enrique Bordión en Santiago de Cuba: “Esto
fue lo nunca visto, algo extremadamente intenso, que dejo a nuestra ciudad
destrozada, la mayoría de las casas están sin techo, los vientos arrasaron con
los parques, tumbaron todos los árboles". Se reportaron 36 544
derrumbes parciales, la mayor parte fueron esas casas que quedaron sin techos.
Más de 15 mil familias se quedaron sin vivienda y miles no tienen un techo para
cobijarse en sus viviendas parcialmente derrumbadas.
La débil producción agrícola de la
región oriental sufrió serios daños y los orientales tienen que enfrentar ahora
un mayor desabastecimiento de alimentos y un aumento desmesurado de los precios
en el mercado negro. Las perspectivas son alucinantes. Sin embargo la prensa
oficialista asegura que entre la población santiaguera predomina “el optimismo, la firmeza y la decisión de
vencer (…) en particular aquellos que
perdieron total o parcialmente su vivienda”. La realidad es que ya no queda
esperanza. Los afectados saben que no recibirán ayuda del gobierno; los
afectados conocen que no solo el ímpetu de los vientos huracanados fueron los
causantes de la pérdida de sus viviendas, sino la desidia y el abandono oficial
en la atención a las viviendas durante cinco amargas décadas.
Entonces se va a Oriente el pequeño
Castro, el nuevo tirano de reformas pacotilleras, y se va a Santiago en
compañía de ese decrépito halcón comunista José Ramón Machado Ventura ¿y qué
ocurre? ¡Ah maravillas! Pues, según el Granma los santiagueros con tan solo ver
de pasada la caravana del tiranuelo ya se sienten seguros, confiados,
esperanzados como si la mano divina del Todopoderoso encarnada en la figura del
general de oficina viniera a producir el milagro de la recuperación y exclaman,
no lo aseguro yo, lo dice el Granma: “¡Ahí va Raúl!", "¡está mirándolo todo, compay!", "¡sabía que vendría, no estamos solos!", "¡qué alegría que están con
nosotros!", "aquí estamos,
¡fajaos!", "¡vamos palante,
luchando!", "¡firmes
aquí!"; "¡Vivan Fidel y
Raúl!".
¿Kafkiano? ¡No! Cinismo asqueroso,
adulonería miserable de un periódico vil y de un reportero falaz. ¡Quién coño va a creer que con solo mirarlo todo Raúl
Castro va a darle solución al drama que hoy viven los orientales y que la gente
agobiada por el desastre se pueda sentir alegre contemplando a un impostor sin
presencia ni carisma!
Castro el pequeño no va a resolver
nada o cree resolverlo todo pronunciando consignas y exigiendo soluciones que
su propio gobierno no es capaz de dar. Si él mismo lo dijo: “Las cosas no se pueden resolver de hoy para
mañana, hay que trabajar (…) la
solución definitiva requiere años de trabajo”, o dicho con palabras más
simples y crudas como tomadas del Infierno de Dante: “Abandonen toda esperanza”.
Y dice el general: “Ha sido duro, pero Santiago es Santiago, ha
resistido vendavales y guerras de todo tipo, también vencerá este, ¡hay que
resistir!”.
¿Resistir? ¿Resistir ante la
adversidad, ante la pérdida del hogar humilde, ante el desconcierto?” ¡Por
Dios! ¿Hasta cuando?