Mario J. Viera
Uno de mis amigos,
partidario ferviente de Donald Trump me exhortó a que consultara el programa
político del presumible candidato presidencial republicano que aparece en su
página oficial. Acepté el reto y entré en aquella página. El programa político
de Trump abarca solo siete puntos: “El pago del Muro”, “Reforma del Cuidado de
Salud”, “Reforma del Tratado Comercial de Estados Unidos-China”, “Reforma del
Departamento de Asuntos para los Veteranos”. “Defensa de la Segunda Enmienda
Constitucional”, Reforma Migratoria” y, finalmente “Reforma Fiscal”.
Prácticamente nada nuevo a
lo antes dicho por el magnate en sus concentraciones. La Segunda Enmienda para
el proyecto de Trump es, en contradicción con la Primera Enmienda, la primera
libertad de Estados Unidos (Second Amendment
is America’s first Freedom) y, por supuesto pone como prioritaria la
autodefensa ciudadana, ante la imposibilidad de los oficiales del orden de no
poder estar en todas partes todo el tiempo (they
can’t be everywhere all of the time); la autodefensa con la legitimidad de
portar armas, contra agresores con la misma legalidad de portar armas… ¡En fin,
esto es lo básico de su propuesta sobre el tema!
Pero, no perderé más tiempo
en analizar todos y cada uno de los puntos programáticos de Trump y me concentraré
en el tema que de manera más directa afecta a cada habitante de los Estados
Unidos: El sistema tributario.
Todos, en Estados Unidos,
conocemos que pagamos impuestos sobre nuestros ingresos, pero muchos, tampoco
nos introducimos dentro de los temas y términos en que se expresa el Código
Tributario de los Estados Unidos. Cuando recibimos el cheque por nuestro empleo
¿cuántos de nosotros prestamos la mínima atención a las deducciones de
impuestos que aparecen en nuestro cheque? Tema complejo, conocemos de oídas lo
que preparadores de impuestos o comentaristas mediáticos declaran sobre el
tema, y se dice que el Código Tributario debiera reformarse pues entre sus
deficiencias presenta lagunas jurídicas.
El Código Tributario,
ciertamente presenta lagunas y, sobre todo, por su carácter eminentemente
técnico es tema de especialistas más que de legos en la materia. Tanto es así
que en el proyecto de reforma que propone la campaña de Donald Trump, se
adivina la elaboración del mismo, no por Trump sino por sus asesores. ¿Recuerda
alguien haber escuchado a Trump, en algunas de sus presentaciones públicas de
campaña, hablando sobre “su” plan de reformas al Código Tributario?
Cuando se analizan “sus
propuestas” se descubre de inmediato que apenas es un alivio tributario para la
clase media y mucho de beneficios para los magnates como el mismo Trump. Veamos
cuales son los retos propuestos en el programa de Trump:
1 Alivio de impuestos para la clase media americana. Un buen gancho
propagandístico al prometer un aumento en el after-tax wages, es decir, la cantidad de dinero que un individuo o
una empresa le queda luego de haber deducido todos los impuestos, federales,
estatales y sustracciones del impuesto sobre el ingreso. Esto en conclusión es
una mayor reducción de la presión fiscal de Estados Unidos, ya de por sí una de
las más bajas entre los países desarrollados en los que la presión fiscal se
encuentra en un rango de entre el 30% y hasta el 50% como en países como
Suecia. Aclaremos que la presión fiscal viene definida por el total de
impuestos (directos e indirectos) que los particulares y empresas aportan
efectivamente al Estado, es decir, es el porcentaje del PIB recaudado por el
Estado por medio de los impuestos y se mide según el pago efectivo de impuestos
y no según el monto nominal que figura en las leyes, de tal modo que, a mayor
evasión impositiva menor presión fiscal. Hay que tener en cuenta que toda
medida económica produce tanto efectos a mediano como a largo plazo. Lo que a
mediano plazo pudiera ser visto como “ventajoso” a largo plazo puede ser
realmente desastroso; por lo general con cada disminución de los impuestos
directos, es decir, los impuestos sobre los ingresos o patrimoniales, se
produce, por compensación, un aumento de los impuestos indirectos que son
pagados por el consumidor por productos y servicios.
2 Simplificar el Código Tributario.
3 Hacer crecer la economía de Estados Unidos. Desalentando las inversiones corporativas, punto este muy
interesante dirigido a repatriación del capital corporativo por medio de un
significativo descuento del 10% de la tasa de impuestos a las empresas
corporativas. Pero, ¿qué son las inversiones corporativas? Simplemente, es la relocalización
de la sede central de una compañía en el extranjero motivada por el incentivo
de mayores ganancias. Ludwig von Mises señala en Planificación para la libertad: que en “los Estados Unidos los salarios son más altos que en otros países
porque el capital invertido ‘por cabeza’ es mayor y las fábricas pueden, por lo
tanto, utilizar las herramientas y las máquinas más eficientes”, esto en
parte es cierto, al menos es cierto en cuanto a Estados Unidos, porque en
muchos países aunque el capitalista invierta en máquinas y herramientas más eficientes
los salarios se mantienen en un nivel muy inferior a los existentes en Estados
Unidos y esto es lo que las empresas corporativas aprovechan; el citado Mises
nos aclara diciendo que “un patrón no
puede pagar a un empleado más que el equivalente del valor de su trabajo (…)
que se otorga a la mercancía”, y este
valor está determinado por el “juicio del cliente”; por tanto, si ese patrón “pagara un salario mayor, no recobraría sus
gastos; sufriría pérdidas e iría finalmente a la bancarrota”; ¿cuánto mayor
no sería su ganancia si invirtiera en salarios que resultan ser significativamente
más bajos, como en China, México, India, y Japón, por ejemplo. Así lo ha
evidenciado el periodista y analista de política exterior Mariano Aguirre al
anotar: “Se cierran fábricas en Chicago
donde los salarios son más altos y los sindicatos más fuertes, y se reinstalan
en China o México, donde se paga menos y los derechos de los trabajadores están
más reprimidos o no existen”. Una simple rebaja del 10% de la tasa
impositiva no es suficiente para desestimular la inversión corporativa y
motivar su repatriación. El mismo Trump comprende esta realidad y lo ha dado a
entender cuando al preguntársele en noviembre de 2015, durante el debate
republicano en Milwaukee, si a nivel federal él seguiría los pasos del
gobernador de New York, Andrew Cuomo quien había propuesto que a partir del 31
de diciembre del 2015 aumentaría progresivamente el salario mínimo de los
empleados públicos estatales hasta los $15 la hora, respondió tajantemente: “Con salarios muy altos no se puede competir
con el mundo”. Dijo: “Hemos sido un
país grande en todos los frentes, y ahora no ganamos. Los impuestos son muy
altos, los salarios son muy altos. No podemos competir con el mundo. La gente
tiene que ir ahí fuera y trabajar duro”.
4 No agregar a nuestra deuda y déficit. Es lo que siempre han
proclamado los republicanos, al menos desde que se iniciara la administración
Obama. Ya en tiempos de Ronald Reagan, Estados Unidos dejaba de ser una nación
acreedora para convertirse en deudora (Gloria M. Delgado. El mundo moderno y
contemporáneo). Durante las presidencias de Ronald Reagan y George W. Bush se “establecieron
importantes bajadas de impuestos en sus primeros tres años de mandato” con lo
cual “el déficit fiscal se incrementó de manera significativa” sin que se
produjera un aumento en el Ahorro Privado (Saturnino Aguado Sebastián. Economía de EEUU: Las Tres Últimas Décadas.
Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá)
“Cuando
Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca la Deuda Pública de Estados Unidos no
llegaba a un Billón de Dólares, equivalente a un escaso 32 % del PIB. Al
finalizar sus primeros cuatro años de mandato, los grandes déficits fiscales
provocados por su irresponsable política fiscal incrementaron la Deuda Pública
en otro billón adicional. Cuando abandona la Casa Blanca en 1988, los nuevos
déficits fiscales adicionales de su segundo mandato supusieron otro billón más
de Deuda Pública. Cuando su sucesor George H. W. Bush abandona la Casa Blanca
en 1992, completando así tres presidencias republicanas sucesivas, se vuelve a
añadir un tercer billón a la Deuda Pública, acumulándose por entonces la nada despreciable
cifra de 4 Billones de dólares, equivalente al 60% del PIB norteamericano,
prácticamente el doble del ratio que heredó Ronald Reagan de su predecesor, el
Presidente Carter.
Durante
la presidencia de Bill Clinton, su política fiscal responsable consiguió ir
disminuyendo los déficits e, incluso en sus dos últimos años, conseguir sendos
superávits fiscales con los que finalmente se pudo empezar a amortizar Deuda
Pública, situándola en menos de 6 billones de dólares, llegando a un ratio del
58%, diez puntos porcentuales por debajo del máximo del 68% alcanzado en 1996.
Posteriormente,
la Deuda Pública norteamericana alcanzará un máximo histórico de 12 billones,
al final de la presidencia de George W. Bush, fruto de sus continuados y
abultados déficits fiscales, con lo que podemos decir que, en términos
absolutos, los presidentes republicanos Reagan y Bush (padre) multiplicaron por
cuatro la deuda pública, George W. Bush la dobló y, solamente, Bill Clinton,
presidente demócrata la incrementó 1,5 veces”. (Fuente, la anterior citada)
Veamos esta Tabla sobre el
crecimiento de la Deuda Pública en EEUU (en porcentaje del PIB) durante los
gobiernos republicanos desde Reagan a George W. Bush:
1980
32%
1984
40%
1988 50%
1992
60%
1996
68%
2000
58%
2004 62%
2011
90%
_____________________________________________________________
Fuente: Federal Reserve Bank of St.
Louis, National Economic Trends, 2012.
Los objetivos que propone
alcanzar Plan de impuestos de Donald Trump que, en apariencia alivia la carga
impositiva sobre la clase media, es ciertamente atractivo, sobre todo para
aquellos a quienes se les propone estar libres del pago de impuestos; así, para
los solteros que ganen menos de $25.000 anuales, es decir ingresos mensuales de
unos $2.083, y los casados con ingresos menores de los $50.000 anuales,
equivalente a $4.166 mensuales, “no deberá ningún impuesto sobre el ingreso”;
entonces estos beneficiarios no harán contribución fiscal para la jubilación
(FICA para cubrir las prestaciones de la Seguridad Social y Medicare) es como
si se estuviera trabajando “por la izquierda”. No les quedará más remedio que
abrir una cuenta de ahorros para su jubilación.
Otro de los objetivos del
plan de impuestos de Trump propone eliminar entre otras cosas el denominado
Impuesto Mínimo Alternativo (AMT, por sus siglas en inglés). Suena bien.
Eliminar otro gravamen sobre la renta es magnífico; pero, ¿conocemos, el común
de la gente que es el Impuesto Mínimo Alternativo AMT? Haga ahora una pausa y
piense. Luego, si Usted es una persona promedio, diga si sabe qué rayos es ese
AMT.
El Impuesto Mínimo
Alternativo (AMT), es un impuesto que contempla excepciones; no todos son
gravados por este impuesto. Los ingresos exentos del gravamen mínimo
alternativos, actualmente son:
•$52,800 si es soltero o
cabeza de familia.
•$82,100 si está casado
presentando en conjunto o es viudo/a calificado.
•$41,050 si está casado
presentando por separado.
Estas exenciones
impositivas pudieran quedar sin efecto cuando los ingresos superan los $250.000
anuales y es posible, entonces que se deberá pagar el AMT; en este caso,
individuos de la clase media alta que, por supuesto, no es la mayoritaria
dentro de la clase media y mucho menos entre las clases de menores ingresos. El
origen del impuesto mínimo alternativo surgió como respuesta a aquellos
contribuyentes de altísimos ingresos, como es el caso de Donald Trump, que se
libraban de pagar impuestos sobre los ingresos sobre la base de deducciones (intereses sobre préstamos para hipotecas
personales, intereses sobre préstamos para inversión, contribuciones
caritativas) según esta ecuación como ejemplo: Adjusted Gross Income – Deductions = Taxable Income. En fin, el AMT
intenta asegurar que algunos individuos que reclaman ciertos beneficios
tributarios paguen un monto mínimo de impuestos.
Otro de los objetivos del
Plan de reforma tributaria, elaborado por los asesores de Trump, propone que
ningún negocio sin importar el tamaño y el monto de capital invertido en su
funcionamiento, desde una tienda administrada por “papá y mamá” o un trabajador
por cuenta propia (empleado autónomo) hasta una empresa de Fortune 500 “pagará más del
15% de impuestos sobre sus ingresos en negocios”.
Sobre los trabajadores por
cuenta propia o empleado autónomo nos aclara Nicole Whitney, diciendo:
“El
Servicio de Impuestos Internos impone impuestos como empleado autónomo para
contribuir con la seguridad social y los beneficios médicos de una persona que
trabaja por su cuenta. Algunos contribuyentes ven este impuesto como una
ventaja, porque la cobertura les ofrece beneficios por jubilación, por
invalidez y seguro médico, y también paga beneficios a los familiares en caso
de fallecimiento del beneficiario. El
impuesto como empleado autónomo es del 15,3 por ciento; el 12,4 por ciento
de ese impuesto se destina a la seguridad social. La porción de impuesto para el seguro social sólo se paga sobre los
primeros US$ 106.800 que obtiene el contribuyente. El Servicio de Impuestos
Internos define a un trabajador autónomo como "aquel que lleva a cabo un
comercio o una empresa como propietario único o como contratista independiente,
miembro de una asociación que lleva a cabo una actividad comercial o una
persona que forma parte del mundo de los negocios para su propio beneficio".
Hablemos ahora de las
empresas de la lista Fortune 500.
Esta lista de empresas es una publicación anual de la revista Fortune, una revista de negocios fundada
en febrero de 1930 a raíz de la gran depresión de 1929 como parte de la empresa
editorial donde estaban incluidas las publicaciones Time, Life, y Sports Illustrated, y que devendría en
el conglomerado editorial Time Warner.
Para el criterio de la revista, su alcance se extiende a todo el campo de los
negocios incluyendo: personas, tendencias, compañías e ideas que caracterizan
los negocios modernos. La lista de Fortune 500 comenzó a publicarse por Fortune
en 1955 centrándose en los ingresos brutos (según su volumen de ventas) de las
500 mayores empresas estadounidenses que cotizan en la bolsa de valores.
En total, las compañías
Fortune 500 representan dos tercios del PIB de Estados Unidos con $12 trillones
en los ingresos, $ 840 billones en ganancias, $17 trillones en valor de mercado
y emplean a 27,9 millones de personas en todo el mundo. El Fortune 500 original
se limitó a listar las empresas cuyos ingresos procedían de la manufactura, la
minería y la exploración energética. Al mismo tiempo, Fortune publicó el compañero "Fortune 50" que enlistaba los 50 bancos comerciales más
grandes (alineados por activos), las empresas de servicios públicos (alineadas
por activos), las compañías de seguros de vida (alineadas por activos),
empresas minoristas (calificados por ingresos brutos) y compañías de transporte
(calificadas por ingresos). En 1994 la revista Fortune cambió su metodología
para incluir las compañías de servicios. Con el cambio incorporaron 291 nuevos
participantes en las listas incluyendo tres entre las diez empresas con más
altos ingresos.
En la lista correspondiente
al 2016, Fortune 500 ordena las 10
empresas tope de acuerdo a sus ingresos en millones de dólares:
Las 10 empresas topes de
Fortune 500 Ingresos en millones
1 Wal-Mart
$482,130
2 Exxon
Mobil
$246,204
3 Apple $233,715
4 Berkshire Hathaway $210,821
5 McKesson
$181,241
6 UnitedHealth
Group
$157,107
7 CVS
Health $153,290
8 General
Motors
$152,356
9 Ford
Motor
$149,558
10 AT&T $146,801
Aunque Trump guarda como
asunto top secret sus declaraciones
de impuestos, muy bien podría aparecer en el listado de Fortune 500, aunque tal
vez no entre los 10 primeros topes ya que su fortuna es mucho menor que la que
proclama. Trump ha dicho que los impuestos no son buenos indicadores de la
riqueza verdadera, además ha señalado que ha sido objeto de la auditoría como
ocurre con frecuencia a los súper ricos y a las compañías de Fortune 500. No
obstante, la editora adjunta de Fortune
Venture, Polina Marinova advirtió en un twitter de 3 de marzo que “Donald
Trump no opera ninguna compañía Fortune 500”.
Veamos otra de las
propuestas de reforma tributaria del programa de Donald Trump presentada como
su cuarto objetivo que, en su redacción textual, dice: “Ninguna familia tendrá que pagar el impuesto de la muerte”. ¿Impuesto de la muerte? Suena tétrico.
¿Acaso hasta para morir hay que pagar impuestos? No, nadie tiene que pagar
impuesto por morir; pero si seguimos leyendo el objetivo 4 quizá podamos
comprender un poco más eso que los asesores de Trump y él mismo denominan
“impuesto de la muerte”. Dice así: “Usted
ganó y ahorró ese dinero para su familia, no el gobierno. Usted pagó impuestos
en él cuando usted le ganó”. Usted, quiere decir cualquiera que lea las
propuestas, desde un humilde empleado de McDonald hasta un magnate como Donald
Trump. Un poco más adelante se amplía la idea sobre el impuesto diciendo: “El impuesto de la muerte castiga a las
familias por alcanzar el sueño americano”, y ya esto es más serio. Un
impuesto que grava el haber alcanzado el “sueño americano”. ¿Hasta dónde esto
es cierto? Veamos: Este tétrico impuesto se enmarca dentro del Derecho de
Sucesiones y se denomina oficialmente como “Impuesto
sobre inmuebles” (estate tax)
siendo este una parte del Sistema Unificado de Impuesto sobre Donaciones e
Inmuebles (Unified Gift and Estate Tax
System). El estate tax puede ser
también referido como “impuesto sobre la
herencia” (inheritance tax).
Desde que durante la Guerra
Civil se instituyera el impuesto sobre la herencia con el propósito de sufragar
los gastos generados por el conflicto, en 1862 e incrementados en 1864 y luego
eliminados en 1870 muchos debates se han generado al respecto. A partir de 1909
y hasta 1908 muchos estados establecieron impuestos a la herencia. Ya en 1916
se instauró el impuesto gradual federal. Los oponentes al impuesto sobre bienes
raíces dados en herencia le denominaron peyorativamente “impuesto de la
muerte”, un impuesto que, según el colaborador de los diarios The Wall Street Journal, USA Today y Forbes, John C. Goodman, “es
el más odiado de los impuestos por el público general” (Forbes. 27 de abril
de 2015). ¿Realmente este impuesto es odiado por el público general o solo es
odiado por un público elitista?
Analicemos: El impuesto de
inmuebles en los Estados Unidos es un impuesto sobre la transferencia de la
propiedad de una persona fallecida. Se aplica a la propiedad que se transfiere
a través de un testamento o según las leyes estatales sobre sucesión intestada.
Otras transferencias que están sujetas al impuesto pueden incluir las
realizadas a través de una sucesión intestada o en depósito, o el pago de
ciertos beneficios del seguro de vida o cuenta financiera sumada a los
beneficiarios.
Para fijar el monto de la
deuda se requiere conocer que:
1 El valor justo de mercado de todas las propiedades transferidas se
calcula y se suma antes de aplicar el impuesto a la herencia. Los activos que
califican incluyen efectivo, cuentas bancarias, acciones, bienes raíces,
seguros y cualquier otro interés comercial relacionado. La suma de los valores
de activos se conoce como valor bruto de la propiedad.
2 El valor neto: El IRS suma todos los ajustes hechos sobre el valor
bruto de la propiedad. Los ajustes pueden incluir dinero que el difunto debía,
como préstamos, saldos de hipotecas y otros gastos incurridos en la
administración de la propiedad heredada. Cualquier
propiedad que se deje al cónyuge sobreviviente se considera una deducción
marital del valor bruto de la propiedad. El valor neto de la propiedad se
determina luego de haber hecho todas las deducciones y ajustes al valor bruto
determinado en el punto anterior.
Se requiere que el bien
dejado en herencia sea debidamente tasado. La mayoría de los estados requieren
que un tasador certificado tase todos los bienes inmuebles para fines de
impuesto a la herencia.
Ahora bien, existen grandes
exenciones fiscales para la determinación del pago por impuesto sobre bienes
raíces dados en herencia y estas exenciones se ajustan anualmente de acuerdo al
índice de inflación. Si un activo es dejado a un cónyuge o a una institución de
beneficencia reconocida por el gobierno federal, el impuesto generalmente no
aplica. Además, hasta cierta cantidad, que varía año tras año, un individuo,
antes o después de su muerte, puede ceder, sin incurrir en el impuesto federal
por donación o patrimonio: $5.340.000 para inmuebles de personas agonizando en
2014, $5.430.000 para inmuebles de personas agonizando en 2015 y $5.450.000 (en
efectivo $ 10,9 millones por pareja casada) para inmuebles de personas
agonizando en el año 2016. Esto significa que hasta $ 5,43 millones de los
inmuebles de una persona estará exenta de impuesto federal sobre inmuebles, con
una tasa de impuesto del 40% aplicada a cualquier exceso sobre la cantidad de
la exención. Por el contrario, los
Estados con raíces impuestos normalmente exentos ni mucho menos por raíces de
sus impuestos e imponer una tasa máxima del 16%. Como en el sistema federal,
legados a un cónyuge son libres de impuestos.
Esto significa que el impuesto federal a la herencia solo
afecta al dos por ciento de las personas más adineradas en los Estados
Unidos. Por tanto, el denominado “impuesto de la muerte” no representa un
castigo a los que han alcanzado el sueño americano, sino a los que han
alcanzado más que un sueño, el uno o el dos por ciento de la población de
Estados Unidos. Si usted tiene la capacidad de dejar en herencia algún bien
inmueble por encima de los 5 millones 430 mil dólares, debe votar por Trump y
por su plan de reformas tributarias.
Veamos la siguiente tabla
que propone Trump respecto a las ganancias de capital a largo plazo:
Impuesto Ingreso
Rate
|
Ganancias de Cap. largo
Plazo/ Dividendos Rate
|
Soltero
|
Matrimonio
|
Cabeza de Familia
|
0%
|
0%
|
$0 hasta $25,000
|
$0 hasta $50,000
|
$0 hasta $37,500
|
10%
|
0%
|
$25,001 hasta $50,000
|
$50,001hasta $100,000
|
$37,501 hasta $75,000
|
20%
|
15%
|
$50,001 hasta $150,000
|
$100,001 hasta $300,000
|
$75,001 hasta $225,000
|
25%
|
20%
|
$150,001 y más
|
$300,001 and up
|
$225,001 y más
|
Sobre este tema explica
Edwin Thomas (eHOW, Finanzas)
Los impuestos sobre las ganancias al
capital son un problema
para muchos inversionistas que invierten en el mercado de valores o en bienes
raíces, ya que es un impuesto
especial disponible para aquellos que reciben un beneficio de este tipo de
activos en un período mayor a un año. Por otra parte, las exenciones
fiscales a las ganancias al capital son un tema clave para cualquier persona
que recibe un beneficio sobre el patrimonio neto al vender su casa. Combinadas,
estas consideraciones hacen de este impuesto un problema incluso para los
estadounidenses de clase media que deben tener en cuenta estos aspectos.
El capital gains tax es un gravamen impositivo sobre la
ganancia obtenida por la venta de un activo (acciones, bonos, metales preciosos
y propiedades de bienes raíces) que fuera comprado a un precio inferior que el
importe obtenido (ganancia de capital) posteriormente con su venta. Por lo general
el impuesto sobre la ganancia de capital está separado de los impuestos sobre los
ingresos. Las ganancias de capital a corto plazo, es decir, la utilidad
obtenida de los activos mantenidos por menos de un año, están sujetas al
impuesto estándar sobre los ingresos.
No obstante, las ganancias
de capital a largo plazo, o beneficios de los activos mantenidos por más de un
año, se gravan con una tasa especial diseñada para promover las inversiones de
largo plazo las que se gravan al 15% para la mayoría de los soportes de
impuesto y cero para los dos más bajos. La mayoría de los inversores pueden
obtener una importante ventaja con la posesión de existencias por más de un
año; sin embargo, las ganancias a corto plazo tributan de acuerdo con el
impuesto regular. Véase la siguiente
Tabla de Tasas del Impuesto sobre las Ganancias de Capital.
|
El proyecto de reforma al
Código Tributario propuesto por Donald Trump simplifica los soportes a solo
cuatro (0%, 10%, 20% y 25%), sin embargo, nada nuevo establece con respecto a
las tasas de impuestos sobre las ganancias a largo plazo. Lo que a Trump le
preocupa son los impuestos sobre las ganancias de capital a corto plazo que se
gravan como si se trataran del ingreso personal regular. Sus proyectos de
bienes raíces son, por lo general ganancias de capital a corto plazo y eso le
incurriría en un agravamiento del 39% sobre sus ingresos.
Todo lo previsto en el
Proyecto de Reforma del Código Tributario de Donald Trump se dirige a favor de
sus propios intereses y nunca en beneficio de la clase media, salvo la
demagogia para ganar apoyo, de eximir de pagar impuestos a los solteros con
ingresos anuales menores de $25,000 y a los casados con ingresos menores de
$50.000 lo que pudiera ser muy beneficioso a corto plazo, sería a mediano y
largo plazo en perjuicio para esos contribuyentes a los que se les condona el
pago de impuestos.
Si luego de leer este
trabajo, Ud. no ha comprendido cuáles son las razones de Donald Trump para
aspirar a la presidencia, entonces nada hay qué hacer.