Juan
Restrepo. DIARIO LAS AMERICIAS
La
muerte de Gabriel García Márquez abruma por el dolor de la pérdida y la
caudalosa información sobre su vida. Nada más conocerse la noticia de su
desaparición, todos los medios informativos dedicaron programas especiales y
los periódicos de Bogotá sacaron ediciones extraordinarias. En tales espacios y
piezas periodísticas abundaron testimonios de quienes lo conocieron y hasta
hubo lugar para la agria polémica política por el desafortunado comentario de
una congresista de ultraderecha enviándolo no precisamente al paraíso y
deseándole pronta compañía con el más famoso de sus amigos cubanos.
La
furiosa reacción no se hizo esperar, la deslenguada congresista tuvo que
retirar su comentario de una red social y su partido, el del expresidente
Álvaro Uribe, guardó un prudente silencio que supo a desautorización a su
inoportuna parlamentaria. Y es que así como García Márquez es querido y
admirado por la gran mayoría de los colombianos por su calidad intelectual y el
valor literario de su obra, sus ideas y opiniones políticas siempre despertaron
polémica. La opinión generalizada es que no era este el mejor momento para
airearlas y que, en todo caso, la relación del escritor con Fidel Castro no
será por lo que se recuerde al gran colombiano desaparecido.
Belisario
Betancur, un expresidente que sí conoció mucho a García Márquez y fue su amigo
personal, escribió a propósito de su muerte en un diario capitalino: “Para
quehaceres de amistad o de búsqueda de la paz con la guerrilla o de
bienquerencia política, Gabo gustaba del poder. Le encantaban los alrededores
de los poderosos de la política no por ellos mismos en su vanagloria, nunca
para que se le dispensaran favores personales o familiares, en lo cual era
riguroso. Paradójicamente, en el fondo era por su inminencia, qué digo, por su
identidad con los paradigmas de la libertad”.
Esa
cercanía con los poderosos de que habla Betancur fue aprovechada por García
Márquez en algunos momentos para buscar la paz para Colombia. El saber que su
sola presencia abría todo tipo de puertas hizo que más de un gobernante
colombiano pensara en García Márquez como el mediador ideal, pero ni siquiera
sus buenos oficios hicieron posible la paz.
“Doy fe ─ dice Betancur ─ que no gustaba de los políticos pero los
respetaba. Sin duda gustaba más de la política como instrumento de sabiduría
para ayudar a los pueblos a encontrar la libertad, la paz y la felicidad”.
Es más, este expresidente que llegó a tener gran cercanía personal con Gabo
sabía que el escritor no había votado por él sino por su rival, Alfonso López
Michelsen, teóricamente un hombre a la izquierda de Betancur. Y este episodio
que podría verse como una deslealtad llevó a Betancur a comentar con humor: “Gabo es un gran escritor, pero de corazón es
un pésimo político”.
Por
eso García Márquez intentó una incursión trasversal en la política colombiana
ejerciendo el periodismo en su país en tres empresas que hoy se ven más como
aventuras personales, la fundación y codirección de la revista de izquierda
Alternativa, entre 1973 y 1980, y en la década de 1990 con el noticiero de
televisión QAP y la revista Cambio, que tuvo también edición mexicana y que
vendió en 2006.
No
se sabe si decepcionado ante la imposibilidad hacer una mediación efectiva o
simplemente por agotamiento físico, a García Márquez no se le volvieron a ver
incursiones en política. Le quedó la impronta de su cercanía a Fidel Castro.
Curiosamente hubo un cubano en la vida de García Márquez que lo marcó más que
su polémico amigo, de todos conocido.
A
ese cubano deberán estar más agradecidos los admiradores de la obra literaria,
que al final es por lo que se conocerá siempre al Nobel de Literatura
colombiano. Lo cuenta Dasso Saldívar en la biografía de García Márquez al
referirse precisamente a una de sus primeras incursiones en el periodismo.