Mario J. Viera
Donald
Trump, el por ahora inquilino de la Casa Blanca, es un hombre que no tiene
experiencia en cuestiones de política internacional y en temas militares, esto,
dicho de manera políticamente correcta, en lenguaje común y llano, es un total
ignorante en estos asuntos. De política internacional lo único que conoce es lo
que ha leído en los periódicos, según él mismo lo ha confesado; en cuestiones
militares, lo poco que aprendió de las enseñanzas recibidas en su adolescencia,
en una especie de boot camp para
hijitos de papá y, en el tema del armamento atómico, solo aquello que le
enseñara un tío, que de lo único que era experto era en construcción de
radares. Es por tales razones que necesita de adecuados asesores.
Y
Trump busca y encuentra sus “adecuados” asesores en temas neurálgicos en
cuestiones de estado y de Realpolitik, y los selecciona, con mucho cuidado,
entre aquellos “expertos” que sean a su imagen y semejanza. Y encuentra a un Stephen
Bannon, una especie de Marat de la ultraderecha que dirige una caricaturesca réplica
de L’Ami du Peuple denominado Breitbart News, y a un Stephen Miller
que coloca como asesor político senior, un personaje con mentalidad senil en un
cuerpo de apenas 40 años de edad, un “creo-que-soy-el-mejor, lleno de
prejuicios antihispanos e islamófobos, y la joya de la corona, Michael T. Flynn
quien según dijera D.T. “es uno de los
expertos más importantes del país en asuntos militares y de inteligencia y será
un activo inestimable para mí y mi Administración”. ¡Y vaya “activo
inestimable” que le resultó el teniente general Flynn, como su consejero de
seguridad nacional!
Considerado
como “uno de los oficiales de inteligencia más brillantes de su generación” y “un
católico de origen irlandés apegado a la estabilidad de su familia”, como lo
describe el director de la Red Voltaire, Thierry Meyssan ─ un militante del Partido Radical de Izquierda, que
asombrosamente escribe un artículo favorable al Teniente General Flynn ─; se
creyó algo así como un nuevo Aníbal, o un nuevo Alejandro. En 2012, el
presidente Obama lo nombró como director de la Agencia de Inteligencia de
Defensa (DIA), a lo cual nada opusieron los republicanos pues para ellos, el
afiliado como demócrata, Flynn se trataba de un hombre “de línea dura” que se
le veía como “intenso y tempestuoso”. En verdad era de línea dura y tempestuosa,
tan dura, tan tempestuosa y tiránica fue su dirección sobre sus subordinados
que estos, a sus modos de actuar prepotentes, y a “sus dudosas aseveraciones”,
según el New York Times, denominaron “los
hechos según Flynn”. Tuvo fricciones con sus superiores que no acataban sus
métodos, hasta que finalmente en 2014 Obama tomó la decisión de destituirle del
cargo que ocupaba. Esta fue la espoleta que hiciera estallar toda la furia de
su resentimiento hacia el Partido Demócrata, en general, y, en particular hacia
Barack Obama y Hillary Clinton y se acogiera a la sombra de D.T.
En
agosto de 2015, en una entrevista de 47 minutos que le concediera a la cadena Al Jazeera, Flynn lanzó su preferida
teoría de conspiración, que luego D.T. haría suya, de acuerdo con la cual el
presidente Obama había tomado la “decisión deliberada” de dar apoyo a los
grupos que conformarían al Estado Islámico con el propósito de derrocar al
régimen del dictador sirio Bashar al-Asad. Lock him up!, el más apto, el de
mayor visión, declaró, en octubre de 2016 al New York Times, que tanto George
W. Bush como Barack Obama habían “llevado al país a un desastre tras otro por
las razones incorrectas”.
Y
Flynn encontraría a Trump y hubo buena química entre ambos, sin importar que
los polos iguales se repelen; y en la Convención Republicana en julio de 2016,
el Teniente General retirado Michael Flynn fue uno de sus principales oradores.
Y habló apoyando a D.T. y criticando duramente a Hillary Clinton y al
Presidente Obama. “Estamos cansado de los
discursos vacíos de Obama y su retórica (misguided) equivocada”,
dijo y continuaría diciendo: “Esto, esto
ha ocasionado que el mundo no respete la palabra de los Estados Unidos, ni le
tema a nuestra fuerza”; el mismo lema que siempre agitara D.T. a lo largo
de toda su campaña. Su voz asume la expresión de un delirante profeta: “Dios mío, la guerra no se trata de baños, La
guerra no se trata de corrección política o de palabras sin sentido. La guerra
se trata de ganarla. El mensaje que les doy es bien claro: ¡Despierta Estados
Unidos! No hay sustituto para el liderazgo y la excepcionalidad de Estados
Unidos”. Gratas palabras cargadas de nacionalismo demagógico que recibió
gran aclamación de la muchedumbre. Entonces carga contra Hillary Clinton
diciendo un sinsentido que pudiera alegarse en contra de D.T. al decir que los
Estados Unidos no necesitan “una
presidente imprudente que se crea por encima de la ley”, y agrega con gran
entusiasmo: “Estamos diciendo esto,
porque si yo... hubiera hecho un décimo de lo que ella hizo, ¡hoy yo estaría en
la cárcel! Así es ¡Torcida Hillary Clinton abandona ahora la carrera!” Y
junto y al compás de la frenética muchedumbre coreó: “Lock her up!, Lock her up!”
Pero
la vida da muchas vueltas... Hillary habiendo ganado los votos populares no fue
electa presidente; Trump, gracias a las reglas que rigen para la elección
indirecta obtuvo la nominación presidencial; el Teniente General retirado
Michael Flynn fue designado como asesor general de seguridad nacional... el
pasado 13 de febrero el intenso y tempestuoso Michael Flynn renunciaría ante el
escándalo revelado de haber sostenido varias conversaciones con el embajador
ruso Serguéi Kislyak en diciembre de 2016 sobre el tema de las sanciones que
había dictado la presidencia de Obama contra Rusia por su injerencia en el
proceso electoral de Estados Unidos y por
haber asistido a una cena en Moscú, por el décimo aniversario del canal de
televisión pública Russia Today,
compartiendo la misma mesa con Vladimir Putin.
Mintió
Flynn y le mintió al Vicepresidente Mike Pence alegando que nunca había hablado
con el embajador ruso sobre las sanciones o que le hubiera asegurado que el
actual gobernante mantendría una actitud más amistosa hacia el Kremlin, sin
embargo, los órganos de seguridad habían registrado las llamadas que ponían sin
lugar a dudas que el tema de las sanciones sí fueron tratadas en la
conversación entre Flynn y Kislyak. Como ha señalado Jan Martínez Ahrens de El
País, los titubeos y ocultamientos de Flynn, “considerados por muchos como mentiras, han entrado a formar parte de un
polvorín que, si el Departamento de
Justicia quiere detonar, abrirán las puertas a una acción penal”.
Si
Hillary Clinton hubiera hecho una décima parte de lo que Flynn hizo, hoy los
trumpistas se arremolinarían buscando su linchamiento... Por tanto, ahora lo
que queda por decir es: “¡Torcido Flynn, desista ya!” y que las muchedumbres
coreen con entusiasmo: “Lock him up!”
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