Mario J. Viera
Lázaro Cárdenas y Fidel Castro |
Capítulo LVIII
del libro aún no publicado Amigos, Aliados y Enemigos: Un análisis crítico de
la Era del Castrismo (Primera Parte)
En
ocasiones, en los discursos de Castro se escapan alguna que otra expresión que
brotan de lo profundo de su propia consciencia y que muestran, en toda su
plenitud, al verdadero Castro. Gazapos que escapan de la atención de los
críticos observadores. Una de estas frases crípticas de Castro y que no ha sido
resaltada por los analistas políticos, es aquella que dejara escapar durante la
clausura del Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba:
“Nos
obligaron a formar comunistas, ¡y hemos formado comunistas! ¿Habría alguna otra
fórmula de resolver el problema, algún otro mecanismo?”[1]
Castro
con esta expresión está reconociendo que fue obligado “a formar comunistas”
como medio, como mecanismo, de resolver un problema, es decir, un conflicto.
Formar comunistas obligado por determinadas circunstancias. Al mismo tiempo, al
afirmar que fuera “obligado”, estaba reconociendo que existió una condición
previa que le impeliera, es decir, que le obligara por fuerza a hacer lo que él
no quería. Sin embargo, los retos y la formación de conflicto son el espacio
vital de Fidel Castro. Ante un reto, acomete con otro, si se ve impelido a
actuar en concordancia con un reto, no lo duda y arremete temerariamente.
Entonces “formar comunistas” fue su respuesta al reto planteado por los Estados
Unidos. Si Estados Unidos no quería una Cuba regenteada por comunistas y aliada
a la Unión Soviética y, con ese propósito, no se inhibía de agredirla,
bloquearla, y condenarla, entonces Cuba o, mejor dicho, Castro, haría lo que
antes no había querido, “formar comunistas” y entregarse, como cobertura
táctica, al marxismo leninismo.
Entonces,
si esto es así, tendríamos que formularnos una pregunta ¿qué era lo que
realmente quería Castro “formar” en Cuba? Para ello, tenemos que profundizar en
su modo de pensar políticamente. Ya antes hemos descrito algunos de los
elementos de los rasgos políticos que caracterizan su pensamiento: el concepto
de la Frustración histórica, la creencia en la posibilidad de una Tercera vía
de desarrollo social, su convicción de la Omnipotencia de la revolución, el
Nacionalismo, su Antiparlamentarismo, su plena adhesión al Führerprinzip y al Gemeinnutz
geht vor Eigennutz (el bien común, prima sobre el interés personal) y, por
último, el cooperativismo. Todos estos factores conformados por múltiples
influencias como las ideas de José Antonio Primo de Rivera y de Benito
Mussolini, su acercamiento a la doctrina de Victor Haya de la Torre y a las
posiciones de Jorge Eliécer Gaitán en cuanto este, sin ser marxista leninista,
tomaba algunas de las tesis leninistas, en relación al tema del campesinado y
al capital (“El capitalismo, afirmaba
Gaitán, es la concentración de los
capitales, socialmente producidos, para el provecho individual de quienes
controlan el trabajo de los demás. Es una forma de riqueza nacida de
determinada manera de explotación del trabajo. El trabajo se hace esclavo del
capital”[2].
Otras
fuentes de su inspiración fueron la experiencia del peronismo en Argentina y el
ejemplo del experimento de Estado Corporativo en México durante el gobierno del
General Lázaro Cárdenas, por quien Castro nunca ocultó su admiración. Con
Perón, Castro presenta similitudes. El ensayista argentino Juan José Sebreli
describe a Perón como “un hombre de
acción, un pragmático, un oportunista, que iba haciendo lo que le convenía de
acuerdo a cada momento”, condiciones que están presentes en la personalidad
de Castro. Como Perón, Castro desde su ascenso al poder creyó que Estado y
Ejército debían fusionarse para impulsar la revolución. Sobre el peronismo
Sebreli afirma: “Ellos decían que eran
apoyados por el pueblo. Eliminaban la libertad y los derechos civiles para
implantar supuestamente la justicia social. Lo que pasa es que la falta de
libertad a la larga termina por arruinar las mejoras sociales. De ahí viene la
persecución sistemática a los opositores y cerrarle todas las puertas a los
medios de comunicación, que tienden a ser monopolizados por el partido
gobernante”[3]. He aquí un paralelismo
significativo entre el peronismo y el castrismo, elementos estos señalados por
Sebreli que Castro replicaría bajo su régimen. Tal como dice Federico
Finchelstein[4], refiriéndose al peronismo,
ese movimiento “tuvo su origen en una
dictadura militar, pero estableció una democracia popular y autoritaria”,
lo que es una similitud con el castrismo en su propio origen y
desenvolvimiento.
El
paralelismo existente del pensamiento de Castro con el peronismo y el
cardenismo aparece implícito en unas palabras de José Luis Rodríguez García[5], ministro de Economía y
Planificación de Cuba hasta el 2009, cuando, en entrevista para Arleen
Rodríguez Derivet, se refiriera a la necesidad de un ordenamiento del proceso
de desarrollo de la economía socialista en Cuba, agregara que “por todas partes se advertía un esfuerzo por
ordenar un programa de desarrollo, aunque
no fuera todavía una planificación socialista, (...) como son los de Lázaro Cárdenas en México en los años 30, y los programas
desarrollados por Perón en Argentina, a finales de la década de los 40,
principios de los 50”.
De
Castro se podría decir lo mismo que expresó Nicolás Márquez, biógrafo de Juan
Domingo Perón cuando declarara en una entrevista con Infobae TV, el 27 de julio
de 2015: “Perón tenía una simpatía
especial por el fascismo; una influencia incluso ideológica, pero, claro, en un
contexto tardío ya que llegó a la presidencia en 1946, cuando el fascismo
estaba en retirada y el mundo giraba hacia el otro lado”. Un fascista
tardío tal como era Fidel Castro desde los preparativos del asalto al cuartel
Moncada.
Domingo Perón |
Sin
embargo, el fascismo, tal como lo explicara el mismo Mussolini se trataba de un
movimiento eminentemente italiano y no repetible en otras condiciones
diferentes. No son semejantes la corriente fascista presente en el Nacional
Socialismo, ni el nacional integrismo de Franco, como no son, ni pueden ser,
esas corrientes dentro del acontecer político de la América Latina, con el
fascismo italiano. No obstante, algunos líderes latinoamericanos experimentaron
con los principios fascistas de organización del Estado, como Estado
Corporativo. El primer intento lo hizo Perón, luego con mayor éxito lo alcanzó
en México el General Lázaro Cárdenas, aunque él no pudiera sindicarse como
fascista, sino como un social nacionalista de izquierda. Así en el sexenio 1934
– 1940, se dio de manera acelerada un proceso dirigido por el Estado y el
presidente Cárdenas ─ de acuerdo con un artículo de la página Prepa Tec ─ “tendiente a llevar a cabo la organización de la sociedad a través de
sindicatos, ligas, confederaciones, asociaciones, etc. Este esfuerzo
conducido desde arriba, tenía el doble propósito de fortalecer a las
organizaciones de trabajadores y campesinos en la lucha por lograr sus
reivindicaciones y por otro lado fortalecer
al propio Estado”; estas iniciativas “trajeron como resultado que la organización política de México se
sustentara a partir de ese momento en tres
elementos básicos: la presidencia,
el partido de Estado, y una estructura social corporativa (…) El Partido y el Corporativismo surgieron estrechamente vinculados, ya
que el Partido organizó a campesinos, obreros y profesionales, esfuerzo del que
más tarde surgieron la Confederación de Trabajadores de México en febrero de
1936 y la Confederación Nacional Campesina en agosto de 1938. (…) de acuerdo a la estructura corporativa que
era vertical, las masas a través de sus líderes establecían un fuerte vínculo
con la dirigencia del partido y éstos con la presidencia”[6].
Castro
se inspiraría en aquel experimento social que había impulsado el general
Cárdenas e intentó reproducirlo en Cuba. Así lo dejó implícito en un discurso
pronunciado en 1980 durante un acto de amistad cubano-mexicana: “Recuerdo que desde nuestros tiempos de
estudiantes se hablaba, con toda razón, de que la Constitución salida de la
Revolución Mexicana era una de las más avanzadas y progresistas del mundo. La Revolución Mexicana constituyó una fuente de profunda inspiración para el movimiento
revolucionario latinoamericano” Posteriormente, agrega: “Después del triunfo de la Revolución, y en
aquellos primeros años difíciles, e incluso en los primeros días de alegría,
quién podrá olvidar que uno de nuestros primeros visitantes ilustres fue el
general Lázaro Cárdenas. También recordamos que a raíz de la invasión
mercenaria de Girón, en 1961, Lázaro Cárdenas se enroló para venir a combatir
junto a nuestro pueblo” [7].
Luis
Hernández Navarro en un ensayo de su autoría destaca: “Entre ambos líderes existía una vieja y estrecha relación. El general conoció a los conspiradores
cubanos en México antes de que fueran apresados. Los ayudó de diversas formas.
Cuando fueron detenidos abogó por ellos. Al presidente Adolfo Ruiz Cortines le
dijo: ‘No tienen delito, están luchando por la libertad de su patria’. El
mandatario mexicano accedió a sacarlos de la cárcel”. Este autor trae a la
memoria una carta de Castro dirigida al general Lázaro Cárdenas, desde su
cuartel en la Sierra Maestra, con fecha 17 de marzo de 1958: “Se refirió a (Lázaro Cárdenas) como ‘Señor General de División’. Allí le
reconoció: ‘Eternamente le agradeceremos la nobilísima atención que nos
dispensó cuando fuimos perseguidos en México, gracias a la cual hoy estamos
cumpliendo nuestro deber con Cuba. Por eso, entre los pocos hombres en cuyas puertas puede tocar con esperanzas
este pueblo que se inmola por su libertad a unas millas de México, está usted’. Se despidió de él: ‘Con
esa justificada fe en el gran revolucionario que tantas simpatías cuenta en nuestra patria y en toda América, se
despide de usted, su sincero admirador’”[8].
El
26 de julio de 1959 Castro califica a Cárdenas como “ilustre general” y resalta
las medidas tomadas por este como “leyes revolucionarias”:
“Ese es el límite que
tienen la calumnia y la mentira: la
inteligencia y el instinto de los pueblos hermanos, los hombres de prestigio,
los revolucionarios como nosotros en los pueblos hermanos de América Latina,
que trasmiten a sus pueblos esa verdad, que comprenden la tragedia que está
padeciendo hoy nuestra Revolución con las campañas internacionales, que es lo
que les ocurre a todos los pueblos que quieren hacer una revolución; que es lo mismo que le ocurrió a México con su
revolución; que fue lo mismo que le ocurrió al ilustre general Lázaro Cárdenas con sus leyes revolucionarias
tomadas en México, y que, como él mismo dijo, fueron causa de toda una serie de
campañas interesadas contra los miembros de su gobierno”[9].
Aunque
Castro siempre tuvo una especial predisposición en contra de Estados Unidos
trató inicialmente de evitar una confrontación con el gobierno norteamericano y
ganar tiempo para poder llevar a cabo sus propósitos de establecer un sistema
corporativista para regir en la dirección política social y económica de la
isla. Así, el 15 de abril de 1959 viaja a Estados Unidos por invitación de la Sociedad
Norteamericana de Editores de Periódicos, una invitación que ya había sido
objeto de críticas por algunos de los miembros de esa Sociedad y a las que él
se referiría: “Algunas personas han
criticado a esta Asociación; a su joven Presidente también se le criticó porque
se me invitó acá; tuvo que aceptar esas críticas y sufrirlas por el hecho de
que yo venía; pero uno de los motivos de las críticas era por qué invitar a un
dictador hoy a la Asociación Norteamericana de Editores de Periódicos”[10]. Luego de declararse
partidario de la prensa libre y su fe en el poder de esa prensa ante las
dictaduras, Castro aclararía el objetivo de su viaje:
Muchas personas creían que
era posible que viniésemos aquí a buscar dinero. Quiero explicar que no vinimos
aquí a buscar dinero. Es posible que
muchos otros gobiernos viniesen por dinero. Mucha gente cree que cada vez que
un gobierno viene aquí, siempre viene a buscar dinero. A mí me interesaba mucho más la
opinión pública que el dinero y no estaba de acuerdo en que el final de mi
viaje fuese confuso. Estamos interesados
en la opinión pública, porque no pensamos presentar a nuestro país como un
país de mendigos, sino como un país de gente dispuestas a trabajar para ganar
dinero y ahorrar. Nadie aprecia las cosas que no se ganan gracias al esfuerzo
propio. Somos pobres y haremos poco; pero todo lo que hagamos lo haremos con
nuestro propio esfuerzo.
Luego
de reconocer que Cuba y Estados Unidos “han sido siempre buenos amigos, tanto
en asuntos económicos como políticos”, expuso la idea central de su
nacionalismo:
Nosotros peleamos por
nuestra independencia, tuvimos una guerra muy larga, y el Congreso de Estados
Unidos hizo una declaración diciendo que Cuba debía ser libre e independiente
por derecho propio, entonces hicieron una Resolución Conjunta con nosotros. Después
de dicha Resolución terminó la guerra; y cuando los cubanos esperaban el
momento de izar su bandera de libertad, el Congreso de Estados Unidos se
reunió, y sin oír en lo absoluto a los
cubanos, declaró y estableció el
derecho de Estados Unidos a intervenir en nuestros asuntos para garantizar
la propiedad, los bienes y las personas, e hicieron que los cubanos pusiesen en
su Constitución la Enmienda Platt, y basados en esta Enmienda, varias veces la
pusieron en efecto.
(…) De
ahí resultaron muchos de los errores políticos de Cuba, porque desde el inicio de la época
republicana se instituyeron muchos errores.
Mucha gente temía hacer cualquier cosa y dieron origen al contrabando, a
la corrupción política, y surgió el caos político porque todo el mundo temía
que, en vez de mejorar nuestro país, íbamos a perder nuestra independencia por
medio de la intervención de Estados Unidos y, por lo tanto, nos hicimos conformistas
con toda clase de vicios. Esto no era político. Esa fue una decisión política
que se tomó sin tomar la opinión de Cuba...
Clara
y evidente era lo que pretendía, demostrar que la revolución se proponía no era
un enfrentamiento con los Estados Unidos, sino una supuesta reforma de las
estructuras políticas del país, supuestamente distorsionadas por las secuelas
de la Enmienda Platt.
Todos
los esfuerzos de Castro iban dirigidos al fortalecimiento de la Revolución, de
la revolución entendida como sustituto del Estado y en ese sentido se impuso la
condición esencial y primaria de establecer tres elementos básicos de la
política del General Cárdenas: “la presidencia, el partido de Estado, y una
estructura social corporativa”. El poder desde el poder asumido en el cargo de
Primer Ministro; el partido único, en el corpus del Ejército Rebelde y, por
último, dar a la sociedad una estructura corporativa.
[1] Fidel Castro. Clausura de la Sesión Diferida del Tercer Congreso
del PCC. 2 de diciembre de 1986, Teatro Carlos Marx
[2] Jorge Eliécer Gaitán. Antología
de su pensamiento social y económico. Ediciones Suramérica. Bogotá. 1968
[3] Marcelo Gioffré. Juan José Sebreli. "Perón pendulaba entre el fascismo y el bonapartismo". La
Gaceta. Buenos Aires, 23 de septiembre de 2016
[4] Federico Finchelstein. La
Argentina fascista: Los orígenes ideológicos de la dictadura. Editorial
Sudamericana S.A., 2008
[5] José Luis Rodríguez, ministro de Economía y Planificación de
Cuba, en entrevista para Arleen Rodríguez Derivet en El Economista de Cuba.
[6] Anónimo. Historia de
México: Evolución del Estado Mexicano 1810-1999. Reconstrucción nacional
1917-1940. Prepa Tec, 2001
[7] Fidel Castro. Plaza de la Revolución. Acto de Amistad cubano-mexicana,
2 de agosto de 1980
[8] Luis Hernández Navarro. Las
andanzas del marxismo tropical (Ensayo). La Jornada Semanal. 14 de junio de
2009 Num: 745
[9] Fidel Castro. Concentración Campesina, 26 de julio de 1959
[10] Fidel Castro. Discurso 17 de abril de 1959. Almuerzo con la
Asociación Americana de Editores de periódicos, Hotel Statler, New York
No hay comentarios.:
Publicar un comentario