Mario J. Viera
Sobre el pensamiento político de Castro
Existen
elementos en las proyecciones de la política de Castro que debemos tomar en
consideración para definir el meollo de su ideología político-económica:
Frustración histórica. Por muchos años el independentismo
cubano había librado sangrientas batallas para separarse del dominio español.
Se había conocido la amargura de firmar en 1878 un armisticio que ponía fin a
diez años de acciones bélicas, que se conocería como Pacto del Zanjón. En 1895,
en gran parte debido a la pasión de José Martí de unir a las emigraciones
cubanas en Estados Unidos, se inicia, la que el denominaría “guerra necesaria”,
el esfuerzo definitivo para alcanzar la independencia nacional. Sin embargo,
los independentistas tienen que aceptar la humillación que constituiría la
intervención de Estados Unidos en el conflicto y que pondría fin del dominio
español sobre la isla. A las tropas del general mambí Calixto García, el mando
militar americano, le prohíbe la entrada en Santiago de Cuba. Posteriormente,
Primero de enero de 1899, se establece un gobierno interventor de Estados
Unidos que estará vigente hasta el 20 de mayo de 1902 cuando asume la
presidencia de la nación Tomás Estrada Palma luego que los constitucionalistas
de 1901 se vieran obligados a aceptar una enmienda a la Constitución que le
reconocía a Estados Unidos derecho de intervención en los asuntos internos de
la nación. Castro, hijo de un quinto español que luchara en las filas ibéricas
contra los mambises, había heredado de su padre la frustración del 98.
En
su discurso inicial del primero de enero de 1959, Castro afirma: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la
Revolución llegará de verdad al poder.
No será como en el 95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños
de esto. Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a
Calixto García que había peleado durante 30 años, no quisieron que entrara en
Santiago de Cuba (…) La República no
fue libre en el 95 y el sueño de los mambises se frustró a última hora (…) Podemos decir con júbilo que en los cuatro
siglos de fundada nuestra nación, por primera vez seremos enteramente libres, y
la obra de los mambises se cumplirá”.
Este
mismo concepto de frustración histórica lo volverá a expresar en su discurso
ante el Club de Rotarios el 15 de enero de 1959: “…los mambises lucharon 30 años y, mala suerte, ¡mala suerte!, cuando se
acabó la Guerra de Independencia se quedaron en la calle los voluntarios, los
confidentes, los enemigos del país, y los que gobernaban la república no eran
los cubanos, eran los extranjeros los que gobernaban la república. Esa ocupación extranjera fue la causa de
muchos de nuestros males. (…) ¿qué
hicieron? Privaron al pueblo de sus prerrogativas de gobernarse, privaron al
pueblo de su soberanía (…) Y se implantó la Enmienda Platt, que, o
nos portábamos bien — bien en el sentido y en el concepto que le interesaba al
país extranjero —, o nosotros perdíamos nuestra soberanía, por el derecho de
intervenir en Cuba”; luego agrega: “…los
cubanos solitos, solitos, sin que nadie los ayudara, tuvieron que luchar. Y
cuando reunían armas en Estados Unidos se las quitaban — como nos la quitaban
ahora también —; y después de tanto tiempo luchando, al final, se les impide
recoger el fruto de su victoria. A
Calixto García ni siquiera lo dejaron entrar en Santiago de Cuba”.
Y
recalca en tales hechos en el texto de la Segunda Declaración de La Habana (4
de febrero de 1962): “Cuba cayó también
en las garras del imperialismo. Sus tropas ocuparon nuestro territorio. La Enmienda Platt fue impuesta a
nuestra primera Constitución, como cláusula humillante que consagraba el odioso
derecho de intervención extranjera. Nuestras riquezas pasaron a sus manos…”
Tercera vía: José Rodríguez Elizondo[1]
hace notar la similitud existente entre el líder fundador del APRA, Víctor Haya
de la Torre y Fidel Castro. Haya de la Torre “predicaba un radicalismo ‘indoamericano’, sin concomitancias con el
comunismo, definido, simbólicamente, por la consigna ‘ni pan sin libertad, ni
libertad sin pan’. La misma consigna ─ ¿casualmente? ─ que utiliza Fidel Castro
en 1959, en su complicada visita a Nueva York”. En esa “complicada visita”
Castro daría una categorización humanista a la revolución. En el discurso que
pronunciara en Central Park, New York el 22 de abril de 1959 diría: “Nuestra revolución practica el principio
democrático, por una democracia humanista. Humanismo quiere decir que para
satisfacer las necesidades materiales del hombre no hay que sacrificar los
anhelos más caros del hombre, que son sus libertades; y que las libertades más
esenciales del hombre nada significan si no son satisfechas también sus
necesidades materiales”, entonces agregaría, aquella frase tomada del líder
del APRA: “Ni pan sin libertad, ni
libertad sin pan; ni dictaduras del hombre, ni dictadura de clases, dictaduras
de grupos, ni dictaduras de casta, ni oligarquías de clase: gobierno del pueblo
sin dictaduras y sin oligarquías: libertad con pan sin terror; eso es humanismo”.
A
penas un mes después, Castro habla en el Consejo Económico de los 21, que se
celebraba en la Argentina. Allí advierte: “Si
nosotros estamos sinceramente preocupados de que nuestros países vayan a caer en manos de dictaduras de izquierda,
justo y honrado es que mostremos igual
preocupación porque los pueblos no caigan en manos de dictaduras de derecha,
porque, en definitiva, ese es el verdadero ideal democrático, lo que América
Latina quiere, a lo que América Latina aspira, porque a los pueblos les
mostramos una cara del mal y les ocultamos otra cara igualmente fea del mal”.
Entonces se refiere a la falta de fe que entre los pueblos de América existe
hacia la democracia; “a los pueblos ─
dice ─ les hablan de democracia los
mismos que la escarnecen, los mismos que se la niegan y los pueblos no ven más
que contradicciones por todas partes”. Es por ello que los pueblos han
perdido la fe en la democracia y esa fe, en sus palabras, se hace necesaria
para alcanzar el ideal democrático: “no
para una democracia teórica, no para una democracia de hambre y miseria, no
para una democracia bajo el terror y bajo la opresión, sino para una democracia
verdadera” y agrega concluyendo esta idea con la misma frase prestada que
empleara en New York: “una democracia
verdadera, con absoluto respeto a la dignidad del hombre, donde prevalezcan
todas las libertades humanas bajo un régimen de justicia social, porque los pueblos de América no quieren ni
libertad sin pan ni pan sin libertad”.
Pero,
además de la influencia de Haya de la Torre, es evidente que en Castro existían
fuertes influencias del líder populista y carismático de Argentina Juan Domingo
Perón hacia su posición de la tercera vía formulada sobre el distanciamiento
tanto del capitalismo de Washington como del socialismo de Moscú. Castro
plantea el mismo conflicto entre comunismo y capitalismo, tal como lo expuso el
21 de mayo de 1959: "El capitalismo
deja abandonado al hombre; el comunismo,
con sus conceptos totalitarios, sacrifica sus derechos. Nosotros no estamos
de acuerdo ni con unos ni con otros. Nuestra
revolucion no es roja, sino verde olivo. Lleva los colores del ejército
rebelde de la Sierra Maestra". Su revolución “humanista” debería
transitar por la tercera vía apartándose al mismo tiempo de ambos sistemas
político-económicos, tal como el fascismo se definía a sí mismo en la palabra
de Mussolini: “El fascismo rechaza
frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como
económico”.
Omnipotencia de la revolución: La Revolución es el Estado, en ella se
insumen todos los poderes del Estado. Es fuente primordial de derecho, es la
conductora de todas las actividades de la sociedad: “…dentro de la Revolución, todo;
contra la Revolución, nada.
Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y
el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser
y de existir, nadie — por cuanto la Revolución comprende los intereses del
pueblo, por cuanto la Revolución
significa los intereses de la nación entera —, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella”[2].
El
nuevo orden es nacido de la Revolución y de sus leyes, fuera de su principio de
legalidad, ¡nada! Y dice Castro el 13 de marzo de 1959 en discurso pronunciado
desde el Palacio Presidencial:
“…hay dos clases de
leyes: las leyes de antes — que las
hicieron los intereses creados —, y las leyes de ahora —que las vamos a hacer
nosotros. Nosotros seremos muy respetuosos de las leyes, pero de las leyes revolucionarias. Seremos muy
respetuosos del derecho, pero del derecho revolucionario, no del derecho
viejo, sino del derecho nuevo que vamos
a hacer. Para el derecho viejo,
nada, ningún respeto; para el derecho nuevo, todo el respeto. Para
la ley vieja, ningún respeto; para la ley nueva, todo el respeto”.
Porque
la revolución es una o se está a favor de ella o en contra de ella, porque ella
es la solución a todos los problemas nacionales y Castro lo enfatiza: “la Revolución es una, y se está con ella o
se está contra ella, porque aquí no hay margen para otras posiciones, porque a
nosotros nadie nos va a superar la parada, porque creo que tenemos un récord en
realizaciones en cuatro meses, y hemos apuntado hacia una revolución
verdaderamente profunda, que cuando haya cumplido sus objetivos muy pocas cosas
quedarán por hacer en nuestra patria”[3].
Nacionalismo: El de Castro, un “nacionalismo
revolucionario proto o paramarxista” lo calificaría el ya citado José
Rodríguez Elizondo, en parte acertadamente y en parte no; de modo más simple lo
define Luis Cino Álvarez[4] cuando lo denomina “enfermizo nacionalismo patriotero”. Los
planes idílicos de Castro para el desarrollo, tanto de la agricultura como de
otros sectores productivos tenían un marcado acento nacionalista: “si sembramos arroz, perjudicamos intereses
extranjeros; si producimos grasa, perjudicamos intereses extranjeros; si
producimos algodón, perjudicamos intereses extranjeros; si rebajamos las
tarifas eléctricas, perjudicamos intereses extranjeros; si rebajamos las
tarifas telefónicas, perjudicamos intereses extranjeros; si hacemos una reforma
agraria, perjudicamos intereses extranjeros (…) porque hemos hecho leyes revolucionarias que perjudican privilegios nacionales
y extranjeros es por lo que nos atacan, es por lo que nos llaman comunistas…”[5] Sin embargo, todos estos
grandes proyectos de independencia económica resultaron irrealizable o
terminaron en un completo desastre, y agregaría en este discurso, empleando sus
acostumbrados epítetos ofensivos: “Entonces,
¿de qué nos acusan, miserables? ¿De qué nos pueden acusar sino de haber
implantado medidas en beneficio de Cuba? ¿De qué nos acusan, descarados y
cínicos, de qué nos acusan? ¿De qué nos acusan, criminales, de qué nos acusan,
traidores, sino de hacer medidas cubanas y en beneficio de Cuba?” Su
propuesta era un rechazo nacionalista a todo lo extranjero, un ataque
nacionalista a las producciones extranjeras: “Los que no son cubanos son los monopolios extranjeros; la que no es
cubana es la Compañía de Electricidad; la que no es cubana es la Compañía de
Teléfonos; los que no son cubanos son esos latifundios de la United Fruit
Company y la Atlántica del Golfo; los que no son cubanos son los barcos que
traen nuestros productos; lo que no es cubano es el arroz, la mayor parte del
arroz que consumimos, de la grasa que consumimos, de los tejidos que consumimos
y de los artículos industriales que consumimos; los que no son cubanos son esos
trusts que explotan nuestras minas y obtuvieron concesiones privilegiadas; los
que no son cubanos son esos intereses que obtuvieron la regalía de la concesión
de la mayor parte de nuestra área con posibilidad de producir petróleo…” Es un nacionalismo enmarcado dentro de los
conceptos del APRA de Haya de la Torre de formación de un Estado benefactor, lo
suficientemente fuerte tanto para promover el desarrollo de la industria
nacional como para hacer frente al imperialismo. Anti feudal y antimperialista
que reclama “el derecho de los pueblos a
disfrutar de sus riquezas naturales y disfrutar del fruto de su trabajo”[6].
Y
Castro sabe exaltar la fibra nacionalista de las muchedumbres que le escuchan
con acatamiento sin razonamiento. Todo el conjunto nacional, todas sus
instituciones estaban, según su concepto, sometido al control y a los intereses
extranjeros y él y su revolución son los que estaban librando a la nación del
dominio exterior: “¡El ejército era el
instrumento de los intereses extranjeros y de los peores intereses nacionales,
que por algo el ejército de Cuba tenía instructores extranjeros!” Y de
nuevo insiste en esta indemostrable tesis, un mes después hablando en la
Universidad de La Habana[7]: “No era un ejército nacional porque defendía intereses extranjeros, no
era un ejército nacional porque tenía instructores extranjeros, no era un
ejército nacional porque allí ciertamente no mandaban los intereses del país. Y
aquello era perfectamente posible porque aquel ejército profesional no entraría
nunca en conflicto con los intereses que representaban sus instructores y
maestros (…) Ejércitos con
instructores extranjeros, que raras veces pueden coincidir con los intereses
del pueblo”. No obstante, movido por sus ambiciones de poder, hace a un
lado esta tesis nacionalista y permite que el Ejército Rebelde, su ejército,
reciba instructores soviéticos para su preparación militar, y hasta reforme sus
estructuras militares y sus insignias para semejarlas a las estructuras e
insignias propias del ejército soviético.
La
identidad nacional y el rechazo a una supuesta aculturación por influencia de
culturas extranjeras es un tema de identidad del pensamiento de Castro, En el
discurso que pronuncia en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13
de marzo de 1960, expone:
“Tenemos
nuestro temperamento, nuestra idiosincrasia, nuestro carácter nacional, nuestra manera de ser, a la cual
habríamos tenido que renunciar hace rato, y a la cual habíamos renunciado en
parte, porque ciertamente la influencia
extraña, a través de todos los
medios de divulgación, a través de la
prensa, a través de revistas, a
través de anuncios, a través de propaganda, a través de las películas, a través de los libros, había sido tan
extraordinaria, que casi estaban
ahogando el carácter nacional cubano, y los cubanos estábamos impotentes
frente a eso, porque en realidad, casi
casi nuestro pueblo iba renunciando a su carácter nacional, a su sentimiento
nacional. (...) Así que, nuestro pueblo se vio sometido a un influjo extranjero constantemente, durante cincuenta años, sin que nadie se
levantara a defender el espíritu nacional, a defender nuestra manera de
ser, y eso realmente era terrible, porque con
nuestro espíritu nacional habíamos renunciado a la defensa de nuestros
intereses nacionales, y así, nos había llegado a parecer, como lo más natural
del mundo que un guajira viviera con sus siete hijos a orilla de una
guardarraya, mientras una compañía extranjera era dueña de miles y miles de
caballerías de tierra. Nos había parecido natural que aquellos mayorales, que
aquellos amos extranjeros de nuestra economía lo mismo arrojasen a las familias
criollas a las guardarrayas que nos cobrasen los servicios públicos al precio
que mejor les conviniera; que hubiesen convertido a nuestro país en una
colonia, porque realmente habíamos
perdido nuestro sentimiento nacionalista, que es para los pueblos el
arma espiritual que los mantiene firmes en la defensa de sus intereses”.
Nacionalismo
febril el de Castro confundiendo, con toda intención, las maquinaciones
políticas de Fulgencio Batista para hacerse del poder con una conspiración
extranjera. En este discurso del 27 de noviembre consideró que el golpe de
estado del 10 de marzo de 1952 era solo “consecuencia
del sistema implantado en nuestra patria desde los inicios de aquella
semicolonia o colonia y media que se dieron en llamarle con eufemismo República
de Cuba; de aquel sistema que no implantamos, sino que nos implantaron las
consecuencias de aquella política que nos impusieron, de los intereses que nos
impusieron…”
Él
cree ver un destino que le corresponde a Cuba alcanzar y que solo puede lograr
“en la misma medida en que nosotros
mantengamos pura la atmósfera de nuestra patria y puros los ideales de nuestro
pueblo, Cuba podrá llegar lejos y Cuba podrá cumplir al fin sus destinos”[8]. Cuba será ejemplo de
América y del mundo y gracias a la revolución que él impulsa: “…estamos aquí para hacer una patria nueva,
sobre bases distintas, con medidas propias, que conduzcan a la felicidad de
todos nosotros y que conviertan a Cuba en ejemplo de América y en ejemplo del
mundo”[9].
Pero
Castro necesita la existencia de un “enemigo objetivo” que le facilite la
agitación nacionalista; un enemigo sobre el cual cargar todas las frustraciones
nacionales y todos los errores propios y ese “enemigo”, que justifica y
legitima a su revolución, se lo ofrecerían las políticas erróneas del gobierno
de los Estados Unidos; es como ha anotado Joaquín Roy;
(La) lamentable política de Washington en
tratar inicialmente con el “problema” cubano, luego dejarse dominar por la
inercia de la Guerra Fría, y terminar atrapado en una impresionante explotación
hecha por Castro de los errores norteamericanos. La política de Washington ante
Cuba facilitó tremendamente la construcción de un enemigo sobre el que cimentar
un neo-nacionalismo cubano, necesitado de una fuerza cohesionante que no le
legó la independencia.[10]
Antiparlamentarismo:
Se
otorga carácter de órgano soberano de la voluntad del pueblo cubano (poder
Parlamentario) a las concentraciones de muchedumbres tomadas como Asamblea
General que aprueban a mano alzada y aclamaciones las propuestas de la
dirección de la revolución (Declaraciones de La Habana I y II). Para él, el
Congreso no representaba a la Nación, sino representantes de los propietarios
de empresas y de tierras. Así dice el 8 de junio de 1959 hablando en el acto de
celebración del Día del Jurista:
“…aquellos representantes — no eran
representantes del pueblo en una mayoría, o en un número considerable, sino
representantes de la compañía tal o más cual, que les pagaba la campaña;
representantes de los intereses tales o más cuales, que mantenían su vigencia
política — jamás se decidirían a aprobar medidas que estuviesen contra esos
intereses”.
Esas
palabras constituyen un eco cercano de las ideas de Jorge Eliécer Gaitán: “Democracia. ¿Pero cuál? …la democracia que
tenemos ahora es la de la mentira y el engaño. ¿Acaso no es negación de la
democracia la práctica de los hombres que dicen representarla y que se sientan
en el Senado o en la Cámara de Representantes y, a pesar de que han sido
elegidos en la farsa electoral, luchan y votan precisamente contra los anhelos
de la multitud?”
No
se reconoce el parlamentarismo, todo el Poder Legislativo y constituyente
reside en el Consejo de Ministro. El Ejecutivo asumiendo la capacidad
legislativa: “Es bueno sentar aquí que el
Consejo de Ministros revolucionario, representativo de la inmensa mayoría del
pueblo, es el poder constituyente de la República en estos instantes. Y que, si
un artículo de la Constitución resulta demasiado viejo, si un artículo de la
Constitución resulta inoperante, el Consejo de Ministros revolucionario,
representativo de la inmensa mayoría del pueblo, transforma, modifica, cambia o
sustituye ese precepto constitucional”[11].
El
Parlamento para Castro son las concentraciones multitudinarias de sus
seguidores, en donde expone ideas, propuestas y medidas que, por la gracia de
su oratoria, reciben el beneplácito de las turbas. Un remedo burdo de las ecclesias griegas; y dice, ante la
concentración campesina que ha convocado para el 26 de julio de 1959:
“Y una democracia tan
pura y tan limpia, que la democracia
engendrada en nuestra Revolución nos recuerda la primera democracia del mundo:
la democracia griega, donde el pueblo, en la plaza pública, discutía y decidía
sobre su destino”.
Pensamiento
este de Castro coincidente con las mismas expresiones formuladas por Adolfo
Hitler en su Mein Kampf:
El fórum más amplio, de
auditorio directo, no está en el hemiciclo de un parlamento. Hay que buscarlo
en la asamblea pública, porque allí hay miles de gentes que se arremolinan con
el exclusivo fin de escuchar lo que el orador ha de decirles, en tanto que en
el plenario de una Cámara de diputados se reúnen sólo unos pocos centenares de
personas, congregadas allí, en su mayoría, para cobrar dietas y de ningún modo
para dejarse iluminar por la sabiduría de uno u otro de los señores
"representantes del pueblo".
El Führerprinzip o principio del liderazgo. Desde los
mismos comienzos como jefe guerrillero, Castro impuso el principio de autoridad
por el cual él sería el líder indiscutible. Como Comandante en Jefe colocaría,
luego del fracaso de la huelga de abril, todo el movimiento revolucionario,
tanto el guerrillero serrano como el de los miembros de la lucha insurreccional
urbana, bajo su personal dirección. Este principio de obediencia a él como
Comandante en Jefe y máximo líder generaría el fenómeno del culto a su persona,
en igual carácter apoteósico que Rudolf Hess le concedía a Adolfo Hitler:
“Hitler es Alemania y
Alemania es Hitler. Todo lo que él hace es necesario. Todo lo que él hace es un
éxito. Sin atisbo de duda el Führer es una bendición divina”.
Sus
apasionados seguidores alabarían su “indiscutible visión”, y su capacidad como
“soldado de las ideas” y hasta se le consideraría “trascendente”
“paradigmático” y maestro de todos, como le alaba uno de esos periodistas
tarifados de su prensa controlada, Alfonso Cadalzo Ruiz, anotando:
“Con plena certeza
puede afirmarse que Fidel Castro es el ser humano más trascendente de la
segunda mitad del siglo XX y de lo que corre del siglo XXI. (…) En todos sus discursos ─ sin una sola
excepción ─ así como en sus Reflexiones, aprendemos cada vez una nueva lección
de historia, humanismo y ética. (…) Junto
con Fidel pensamos y decidimos juntos en cada circunstancia histórica de
nuestra vida patriótica por complicada que la situación haya sido”[12].
El Gemeinnutz
geht vor Eigennutz (el
bien común, prima sobre el interés personal)
Este
es el principio del nacional socialismo, los intereses particulares se deponen
ante los intereses de la Nación, del Estado, de la Causa. En Castro, la
Revolución es prioritaria frente a los derechos de los individuos en
particular. En el caso de las expropiaciones debidas a la Ley de Reforma
Agraria, Castro se plantea la siguiente disyuntiva:
“¿Qué quieren? ¿Que
paguemos? ¿Y dónde está la plata para pagar? ¿Quién se robó la plata? (…) ¿Qué quieren? ¿O que paguemos — lo cual no
podemos, no podemos pagar en efectivo ─, o que dejemos la reforma agraria? No podemos pagar, pero entre no pagar en
efectivo y dejar de hacer la reforma agraria, optamos por no pagar en efectivo
y hacer la reforma agraria…”[13]
Poner
el interés de la sociedad por encima del interés personal, porque: “Es que hay gente que no se da cuenta que una
revolución está teniendo lugar en Cuba.
Incluso el pueblo muchas veces no se da cuenta. Sí, porque si se dieran cuenta no meterían tantos problemas personales que no tienen
que ver nada con los intereses de 6 millones de habitantes (…) Pero es que el pueblo está acostumbrado al favorcito pequeño, al
favorcito que le hacían los políticos, los concejales y los sargentos, y tienen
que prepararse, todos tenemos que adaptarnos”[14].
Y
Castro reafirma el principio del Gemeinnutz
geht vor Eigennutz hablando en la clausura del Foro Nacional de Reforma
Agraria el 12 de junio de 1959:
“Y ese es el mérito
principal de la obra revolucionaria: haber logrado poner los intereses de Cuba por encima de los intereses particulares,
hacer que nuestros compatriotas se preocupen primero por Cuba que por sus
intereses particulares”.
El cooperativismo, primer paso hacia el estado corporativo:
“En las zonas que fomentemos trataremos
de organizar cooperativas agrícolas. ¿Para qué? Para no sacrificar las ventajas
de la gran producción…” (Fidel Castro, 4 de abril de 1959, Asamblea de los
Colonos)
Contradicción: Existe una contradicción permanente y
sincera en la personalidad ideológica de Castro. Reconociendo que dentro de la
sociedad existen injusticias; quiere suprimir las injusticias y, para ello, a
la injusticia social opone la injusticia revolucionaria. Comprende que hay
corrupción en la vida política y para salvar tal situación apela a soluciones
de antipolítica suprimiendo el debate político por la unanimidad dentro de un
solo y único cuerpo político. La revolución debe ser defendida de sus enemigos
y en tal razón no se detiene para dictar sentencias de muerte y suprimir todo
derecho que no sea el derecho de la supervivencia de la revolución. No sopesa
lo necesario de lo posible y en consecuencia impone la arbitrariedad. Conoce
que dentro de la sociedad existen injustas diferencias y se decide por suprimir
esas desigualdades generando la desigualdad en la, solo imaginaria, igualdad
social. Está convencido de que únicamente él posee la llave de la felicidad y
que cualquier otro en su lugar no conducirá sus grandes ideales de justicia,
soberanía e igualdad social. Rechaza la dictadura y para suprimir las causas
que originan a las dictaduras impone una nueva dictadura, aún más cerrada que
la que antes combatiera.
[1] José Rodríguez Elizondo. Crisis
y Renovación de las Izquierdas. De la revolución cubana a Chiapas, pasando por
“el caso chileno”. Editorial Andrés Bello. Santiago, Chile, 1995
[2] Fidel Castro. Palabras a
los intelectuales. Discurso pronunciado el 30 de junio de 1961
[3] Fidel Castro. Discurso en el Palacio de los Trabajadores en la
inauguración del Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros,
22 de mayo de 1959
[4] Luis Cino Álvarez. “Una dictadura, pero, ¿de qué tipo?”. Cubanet,
mayo 16, 2016
[5] Fidel Castro discurso del 26 de octubre de 1959 en concentración
frente al Palacio Presidencial
[6] Fidel Castro. Discurso del 19 de mayo de 1961 al habérsele
otorgado el Premio “Lenin por la Paz”
[7] Fidel Castro. Discurso en la Universidad de La Habana, 27 de
noviembre de 1959
[8] Fidel Castro, 4 de abril de 1959, Asamblea de los Colonos
[9] Fidel Castro. Discurso del 22 de mayo de 1959 en el Congreso de
la FNTA
[10] Joaquín Roy. Cuba: el papel
de EEUU, América Latina y la UE. Universidad de Miami
[11] Fidel Castro. Discurso pronunciado desde el Palacio Presidencial
13 de marzo de 1959
[12] Alfonso Cadalzo Ruiz. Fidel:
paradigma de una época. Radio Habana, 13 de agosto de 2016
[13] Fidel Castro. Discurso pronunciado en acto de celebración del Día
del Jurista, La Habana 8 de junio de 1959
[14] Fidel Castro. Discurso pronunciado desde el Palacio Presidencial
13 de marzo de 1959
No hay comentarios.:
Publicar un comentario