domingo, 28 de diciembre de 2014

“Contra los yanquis estábamos mejor”

Carlos Alberto Montaner. BLOG DE MONTANER

La frase fue famosa en España: “Contra Franco vivíamos mejor”. La escuché y leí mil veces durante la transición española hacia la democracia. Me imagino que Raúl Castro debe haberla adaptado a la circunstancia cubana en medio de una mezcla de enojo y melancolía.

Son las consecuencias inesperadas de las victorias. El presidente Obama, en efecto, capituló, como deseaba La Habana. Se acogió, sin exigir contrapartidas, a la política del abrazo (engagement) y renunció a las medidas de “contención” (containment) hacia Cuba, típicas de la Guerra Fría.

Se comprometió, además, a restaurar totalmente las relaciones, pese a que el senado posiblemente no apruebe la designación de ningún embajador. Lo aseguró, amenazante, el senador Lindsey Graham. También tramitará el fin del embargo ante un Congreso republicano que probablemente ni siquiera acepte discutir la medida, como ya anunció el speaker John Boehner. Será una cadena de frustraciones.

El equívoco está fundado en lo que en inglés llaman wishful thinking o juicio basado en ilusiones. El sorpresivo anuncio de Obama y Raúl Castro era el inicio de un largo, complejo y deseado proceso de deshielo, y casi todos los factores afectados dieron por hecho que la reconciliación ya se había producido y, en consecuencia, la transición hacia la democracia había comenzado. La percepción ha sido de final de partida, no de comienzo.

Pura confusión. Los curas en La Habana, literalmente, echaron a volar las campanas de los templos anunciando la buena nueva, como hacían en tiempos de la colonia cuando se retiraban los piratas.

Miles de cubanos desempolvaron las banderitas y algunos se abrazaban en las calles llenos de felicidad. Para ellos, mágicamente, la miseria llegaba a su fin. La prosperidad estaba a la vuelta de la esquina.

Las cabezas más representativas de la oposición democrática, esperanzadas, se reunieron en la casa de Yoani Sánchez y, muy civilizadamente, fueron capaces de ponerse de acuerdo y demandar espacios para esa magullada sociedad civil que el país va pariendo trabajosamente al margen del corset totalitario impuesto por el Partido Comunista.

Las Damas de Blanco, flores en mano, como suelen hacer, recorrieron algunas calles cercanas a la parroquia donde se congregan pidiendo libertad. Esta vez no las aporrearon. Hubiera sido una flagrante contradicción con el espíritu de apertura subrepticiamente instalado en el país.  

Los representantes ante la OEA de los países latinoamericanos, reunidos en Washington, le dieron la bienvenida a la nueva etapa, pese a las objeciones de Bolivia, Venezuela y Nicaragua, secretamente impulsados por Cuba, que deseaban incluir una mención del embargo, moción rechazada por el resto de los países. Canadá, a cambio, se abstuvo de mencionar el tema de los Derechos Humanos, que hubiera sido como mentar la soga en la casa del ahorcado.

Raúl Castro, muy preocupado, despachó a su hija Mariela al extranjero, embajadora oficiosa del régimen, a explicar que el comunismo era el destino permanente de los cubanos, algo así como una enfermedad incurable y crónica. Nadie debía confundir el cambio de Washington con la postura inconmovible de La Habana. En la Cuba de Mariela Castro se podía cambiar de sexo, pero no de sistema. Ese ─ el sistema – ya había sido elegido por los cubanos hasta el fin de los tiempos.

El mismo Raúl Castro, como si fuera un mantra, lo repitió en la Asamblea Nacional del Poder Popular, un coro afinado de sicofantes que hace las veces de Parlamento. Reiteró que no había más dios que el colectivismo ni más profeta que Fidel Castro, y así sería para siempre. Al final, fieramente, gritó “patria o muerte”. Todos lo aplaudieron disciplinadamente, incluidos los cinco espías liberados.

¿Por qué tantas muestras de adhesión incondicional a una vieja y desacreditada dictadura, próxima a iniciar su 57 aniversario? Precisamente, porque Raúl no ignora el peso de las autoprofecías que, a fuerza de repetición, acaban por cumplirse. Misterios del caprichoso mundillo de las percepciones.

Especialmente en un país en el que casi nadie cree en los presupuestos teóricos del sistema. Todos saben que el marxismo leninismo fracasó rotundamente y la nación se está cayendo a pedazos. Nadie desconoce que las reformas de Raúl, los cacareados “lineamientos”, ni han dado ni darán resultados.

A estas alturas, la mayor parte de los cubanos, como los soviéticos en la etapa final de Mijail Gorbachov, están convencidos de que el sistema no es reformable y hay que reemplazarlo.


En ese desesperado punto de la historia. Obama, por las razones equivocadas, toca la trompeta y todos piensan que es una señal de los cielos y que ha llegado la hora. Menos Raúl, Mariela y el resto de la sagrada familia, que, desesperados, salen a desmentirlo, pero nadie los cree. La percepción es más poderosa.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Ante la nueva realidad jurídica de las relaciones Cuba-Estados Unidos.

Mario J. Viera


Aunque ha sido desconcertante, tanto para la oposición anticastrista dentro de la isla como para el anticastrismo  de este lado del Estrecho de la Florida, el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, la realidad es que ya, de hecho, es una nueva realidad jurídica ante la cual, ni el exilio ni la oposición tienen capacidad de revocar. Definitivamente, el reconocimiento explícito de los Estados Unidos al gobierno usurpador de Raúl Castro es el reconocimiento de una realidad jurídica de facto aunque no de jure.

Las reglas del juego han cambiado y hay que saber mover las fichas dentro del tablero de la nueva situación; hay que tener la capacidad para colocar las piezas en una posición favorable, sin necesidad de recurrir al enroque, aprovechar los descuidos y lanzar el ataque para dar jaque al rey. Nos toca ahora jugar. Tenemos las piezas negras y debemos proteger nuestra Dama.

La oposición anti castrista deberá replantearse sus actos y métodos ante la nueva realidad jurídica, surgida a nivel internacional, tras el anuncio del presidente de los Estados Unidos, Barack H. Obama y quien detenta el poder de facto en Cuba, general Raúl Castro, del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países interrumpidas desde enero de 1961.

El acuerdo entre los dos estados ha sido felicitado tanto por el papa Francisco como por  el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, quien, al conocer la decisión bilateral declaró: “Esta noticia es muy positiva. Ya es hora de que Cuba y Estados Unidos normalicen sus relaciones bilaterales. En ese sentido, doy una enérgica bienvenida a las noticias de hoy”.

Así, será imprescindible que la oposición cubana esté preparada para un eventual levantamiento del embargo comercial que Estados Unidos mantiene contra el gobierno castrista y la entrega del territorio que alberga la Base Naval de Guantánamo.

En estas condiciones la oposición cubana debe consolidarse en partidos políticos con programas coherentes, o en una coalición opositora al estilo de la Mesa de Unidad Democrática de Venezuela; al mismo tiempo, deberá dirigir sus esfuerzos, en la esfera internacional, para ser reconocidas sus organizaciones como factores sociales de cambio, y cabildear ante los gobiernos de la América Latina y el gobierno de Estados Unidos exigiendo que el gobierno de Castro suprima el artículo 5 de su Constitución, pues Cuba es el único país del continente que consagra constitucionalmente al partido de gobierno como único partido político colocado sobre el Estado y la sociedad y niega legitimidad a cualquier organización política disidente u opositora.

Con el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, ya el castrismo carece de argumentos para satanizar a la oposición como “mercenarios del imperialismo” y deberá modificar su retórica cargada de epítetos al referirse a los opositores.

En los reclamos políticos de la oposición al gobierno castrista, debe incluirse, como factor de primera prioridad, el restablecimiento del orden jurídico consagrado por la Constitución de 1940, reclamo este que fuera el argumento básico de los opositores políticos e insurreccionales del pasado siglo al gobierno del general Fulgencio Batista, luego del golpe de estado de 1952.

Muchos pueden considerar que la Constitución republicana de 1940 está envejecida y que se requieren nuevos enfoques constitucionales; sin embargo, esta Constitución no fue abolida o reformada de acuerdo a los preceptos establecidos en su cláusula de reforma. La Constitución del 40 fue abolida de facto y no de jure. La defensa de la Constitución del 40 como base para futuras reformas constituye, desde el punto de vista institucional,  una legitimación jurídica de la lucha opositora.

Si Estados Unidos deja de ser el “enemigo objetivo” para el castrismo, la oposición deberá incluir entre sus reclamos la abolición inmediata de la draconiana Ley 88, denominada de “Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”.

De manera provisional, la oposición deberá hacer pública la exigencia de incluir dentro del actual texto constitucional los postulados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, con este propósito, recaudar el apoyo de manera efectiva de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos.

Se requerirá un esfuerzo mancomunado entre la oposición interna y las comunidades de exiliados en Estados Unidos, España y otros países de Europa y América Latina para constituir grupos de presión ante los respectivos gobiernos exigiendo el respeto de los derechos humanos en Cuba y denunciando las violaciones de estos derechos por parte del gobierno castrista a través de declaraciones públicas o enviando cartas con estos reclamos y denuncias a los jefes de gobierno y miembros de los parlamentos y congresos.

El exilio cubano en Estados Unidos deberá presionar al presidente Obama para que sea consecuente con su afirmación de que, con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, continuaría planteando de manera directa al gobierno de Raúl Castro “los asuntos relacionados con la democracia y los derechos humanos en Cuba”.

Ahora, en una situación diferente, la oposición cubana, debiera tomar para sí el consejo dado por Jesucristo a sus discípulos: “Ser cautos como las palomas y sagaces como las serpientes”. Ser menos contestatarios y más politizados, más hábiles y más abiertos hacia el interior. Que nadie se considere como el iluminado de los dioses con la posesión de la verdad y busque la verdad compartida.


La oposición, si sabe ser astuta políticamente, puede revertir la aparente victoria obtenida por el castrismo.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Obama-Cuba: ¿Una solución?

Mario J. Viera



En una carta abierta que dirigí a El Nuevo Herald, con fecha 21 de mayo de 2002, refiriéndome a las campañas para promover el levantamiento del embargo, dije: “El levantamiento del embargo no privaría a Castro (…) de sus "argumentos más manidos" para justificar su política de represión. El levantamiento del embargo, que solo tiene importancia política para Castro, le permitiría a este convocar a una "concentración" en la Plaza de la Revolución para afirmar que la "política de resistencia de la revolución y su posición de principios" habían sido los factores promotores del levantamiento de las sanciones americanas' y luego, sin inmutarse, le reclamaría al pueblo de Cuba que había que seguir "resistiendo" porque todavía quedaban las secuelas del embargo. Todo cambiaría para peor.  El cubano seguiría con el racionamiento alimentario, dentro de la misma pobreza en tanto que los órganos represivos, la Seguridad del Estado se fortalecería con más recursos y los tanques listos para reprimir un Tianamen cubano.

China es el mejor ejemplo. Cuba no sería distinta”.

Hoy ratifico estas mismas opiniones cuando los que favorecían un cambio de política de los Estados Unidos hacia el régimen castrista han logrado su propósito: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los que usurpan el poder en Cuba.

Estados Unidos tiene todo el derecho de tener relaciones diplomáticas con cualquier país que lo considere. Nadie puede negarlo. Pero, si legalmente tiene ese derecho, desde un punto de vista ético, resulta inaceptable que los Estados Unidos den el reconocimiento legal a un régimen dictatorial y violador sistemático de los derechos humanos y civiles de sus ciudadanos.

Sin embargo, ya antes los Estados Unidos habían establecido relaciones diplomáticas con un gobierno comunista, que, al igual que el gobierno de los Castro era, y es, un régimen dictatorial y violador sistemático de los derechos humanos de sus ciudadanos. El 1 de enero de 1979, durante la administración del demócrata Jimmy Carter, se establecieron relaciones diplomáticas con la República Popular China que ya se venían preparando desde la administración del republicano Richard Nixon, y se retiraba el reconocimiento dado a la República China de Formosa (Taiwán) desde 1945. Con este reconocimiento, la China Comunista obtuvo asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho al veto.

Este reconocimiento a un régimen comunista respondía a los intereses de Washington en medio de la guerra fría. El régimen de Mao Zedong ya antes había roto con la Unión Soviética y esto convenía a los Estados Unidos. La China comunista podría ser un aliado circunstancial contra Moscú.

El establecimiento de relaciones entre las dos potencias no garantizó, en ningún momento, la democratización del régimen chino. El poder se mantuvo en manos del poderoso, y único reconocido, Partido Comunista de China. No impidió la masacre de la Plaza Tiananmén en junio de 1989 ordenada por el mismo líder comunista que firmara el establecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos: Deng Xiaoping.

No obstante, ahora, con la decisión del presidente Barack Obama de reconocer al régimen usurpador de Raúl Castro por la vía de las relaciones diplomáticas, ¿en qué se benefician los intereses geopolíticos de los Estados Unidos? Ni siquiera la Cuba oprimida puede considerarse como un aliado circunstancial frente a un enemigo común, como fue el caso de la China comunista frente a la URSS. El castrismo, sin embargo es fuerte aliado de poderosos enemigos de los Estados Unidos como Irán y Corea del Norte y apoyo formidable al régimen chavista de Venezuela.

En su alocución del 17 de diciembre, Obama dijo que durante décadas, la relación entre Estados Unidos y el castrismo, “tuvo lugar frente al trasfondo de la Guerra Fría y la firme oposición de Estados Unidos al comunismo”.  Hizo también una referencia a los intentos fallidos de los Estados Unidos de derrocar al castrismo promoviendo focos de resistencia guerrillera o impulsando la invasión de Bahía de Cochinos o de Playa Girón.

En los tempranos años del castrismo, Fidel Castro y sus barbudos fueron una esperanza de cambios y mejoras para la gran mayoría de la población. La revolución castrista contaba con el apoyo decidido de los cubanos. En aquel tiempo, todos los intentos por promover la contrarrevolución estaban condenados al fracaso porque la revolución era una esperanza y contra la esperanza colectiva no hay poder ni fuerza.

Hoy el castrismo está al borde del colapso. Presionar es el medio expedito y apropiado para lograr que caiga y dé paso a un proceso de transición profunda y seria hacia la democracia. Hoy el castrismo no es una esperanza, es una frustración. Tenderle la mano con el ánimo de normalizar las relaciones es como darle oxígeno a un enfermo terminal; es revivirle.

Obama justifica su accionar alegando, entre otras cosas, que la política mantenida por Estados Unidos frente al castrismo, “se origina en hechos que ocurrieron antes de que muchos de nosotros naciéramos”; pero se equivoca de plano. Lo que justifica la política de firme rechazo al castrismo está actual. En Cuba bajo los Castro, subsiste la guerra fría y el odio hacia los Estados Unidos y hacia sus valores democráticos; subsiste el pasado en el presente.

El castrismo, lo ratifica Raúl Castro, no renunciará a “uno solo” de los principios que por más de cinco década han sustentado y sin menoscabar la supuesta autodeterminación de los cubanos al comunismo. Con la retórica característica de los comunistas, Castro puso bien en claro la posición de su gobierno cuando dijo: “El heroico pueblo cubano ha demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y sacrificios, que es y será fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social”. Y reafirma que entre Estados Unidos y el castrismo existen “profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior”.

Se equivocan tajantemente los que creen que el castrismo desaparecerá tras la desaparición física de los Castro. El comunismo en China continuó en el poder y aún más fuerte tras la muerte de su líder Mao Zedong.

Existen profundas diferencias entre la democracia, representada por Estados Unidos, y el totalitarismo presente en los “principios” defendidos por el castrismo. El antagonismo ideológico y político no se subsanará con solo el presupuesto de una relación diplomática  diferente entre los Estados Unidos y el gobierno obsoleto de Cuba. Como lo ha expresado correctamente Fernando Mires, con el establecimiento de las relaciones diplomáticas “entre Cuba y los EE UU no ha nacido una amistad, pero sí ha aparecido un nuevo tratamiento de la enemistad”.

La enemistad desde otro ángulo de enfoque. La izquierda bananera de América Latina y la izquierda de caviar europea han recibido un fuerte golpe. El bastión antimperialista de una Cuba sitiada políticamente ha desaparecido de la escena política de la confrontación. El gobierno de Cuba se verá constreñido a moderar su retórica antimperialista, sus consignas de “Patria o Muerte”, su fantasía apocalíptica de una guerra con el imperio; el Armagedón numantino queda ahora fuera de contexto.

El levantamiento del embargo está a las puertas. En vano protestarán los congresistas cubanoamericanos. Los intereses financieros de las grandes corporaciones capitalistas tienen un gran peso en la elaboración de las políticas y solo esperan el momento propicio para lanzarse como manadas de lobos hambrientos sobre el casi virgen mercado cubano. Es muy significativo el silencio de la cúpula republicana ante la nueva acción ejecutiva de Barack Obama, más, cuando rugieron y lanzaron anatemas contra la administración por la acción ejecutiva promovida a favor de un gran número de los inmigrantes ilegales presentes en el país.

Desde el cuenco del Tea Party, el senador por Kentucky, Rand Paul consideró la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales con la isla, como “probablemente una buena idea” y afirmó que el embargo económico “simplemente no ha funcionado”.

¿Beneficios para los cubanos? Eso está por ver. Obama declaró: Nadie representa los valores de Estados Unidos mejor que su gente y yo creo que este contacto, en última instancia, hará más para empoderar a la gente de Cuba. ¿Acaso el turista americano posee atributos especiales que le diferencia de los turistas españoles, canadienses, alemanes y tantos otros que viajan a Cuba? No lo creo. El turista va a vacacionar, a buscar diversión, a pasarla lo mejor posible. El turista no es un activista social. El americano, como otros turistas no será la excepción. El llevará dinero fuerte que beneficiará a las empresas hoteleras controladas por las fuerzas armadas de Cuba y, en última instancia, al jineterismo.

Las entradas financieras que reciba el gobierno les serán útiles para revitalizar su desvencijado aparato burocrático; para fortalecer los órganos de represión, perfeccionar su aparato propagandístico y contar con el suficiente dinero que le permita renovar todo su equipamiento militar haciendo convenios con Rusia.

La oposición política al castrismo al interior del país quedará desconcertada ante la nueva realidad política y enfrentada a la nueva esperanza surgida entre los cubanos por el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los que fueron irreconciliables enemigos; una esperanza de mejoras y de cambios. La oposición anticastrista se verá obligada a replantear sus métodos de lucha consecuentes con las exigencias que las nuevas condiciones le impondrán.

En el futuro político de Cuba se vislumbran algunas posibilidades: Convertirse en una China tropical con economía de mercado y estructuras de poder cerradas; transcurrir por una transición política que desemboque en un sistema semejante al que prevalece en la Rusia de Putin o resolver sus contradicciones gobierno-pueblo al estilo de la plaza Tahrir de Egipto o el maidan ucraniano.

Por el momento, parece cumplirse lo anunciado por Fidel Castro en mayo de 2001 durante una visita a Irán: "Irán y Cuba, cooperando entre sí, pueden poner a Estados Unidos de rodillas. El régimen norteamericano esta extremadamente débil hoy día y nosotros somos testigos de esa debilidad debido a nuestra cercana vecindad”.


Solo el tiempo dirá si la decisión de Obama fue una solución confiable o un tremendo chasco político.