Mario J. Viera
En una carta abierta que dirigí a El Nuevo
Herald, con fecha 21 de mayo de 2002, refiriéndome a las campañas para promover
el levantamiento del embargo, dije: “El
levantamiento del embargo no privaría a Castro (…) de sus "argumentos más manidos" para justificar su política
de represión. El levantamiento del embargo, que solo tiene importancia política
para Castro, le permitiría a este convocar a una "concentración" en
la Plaza de la Revolución para afirmar que la "política de resistencia de
la revolución y su posición de principios" habían sido los factores
promotores del levantamiento de las sanciones americanas' y luego, sin
inmutarse, le reclamaría al pueblo de Cuba que había que seguir "resistiendo"
porque todavía quedaban las secuelas del embargo. Todo cambiaría para
peor. El cubano seguiría con el
racionamiento alimentario, dentro de la misma pobreza en tanto que los órganos
represivos, la Seguridad del Estado se fortalecería con más recursos y los
tanques listos para reprimir un Tianamen cubano.
China
es el mejor ejemplo. Cuba no sería distinta”.
Hoy ratifico estas mismas opiniones cuando
los que favorecían un cambio de política de los Estados Unidos hacia el régimen
castrista han logrado su propósito: el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas con los que usurpan el poder en Cuba.
Estados Unidos tiene todo el derecho de
tener relaciones diplomáticas con cualquier país que lo considere. Nadie puede
negarlo. Pero, si legalmente tiene ese derecho, desde un punto de vista ético,
resulta inaceptable que los Estados Unidos den el reconocimiento legal a un
régimen dictatorial y violador sistemático de los derechos humanos y civiles de
sus ciudadanos.
Sin embargo, ya antes los Estados Unidos
habían establecido relaciones diplomáticas con un gobierno comunista, que, al
igual que el gobierno de los Castro era, y es, un régimen dictatorial y
violador sistemático de los derechos humanos de sus ciudadanos. El 1 de enero
de 1979, durante la administración del demócrata Jimmy Carter, se establecieron
relaciones diplomáticas con la República Popular China que ya se venían
preparando desde la administración del republicano Richard Nixon, y se retiraba
el reconocimiento dado a la República China de Formosa (Taiwán) desde 1945. Con
este reconocimiento, la China Comunista obtuvo asiento en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas con derecho al veto.
Este reconocimiento a un régimen comunista
respondía a los intereses de Washington en medio de la guerra fría. El régimen
de Mao Zedong ya antes había roto con la Unión Soviética y esto convenía a los
Estados Unidos. La China comunista podría ser un aliado circunstancial contra
Moscú.
El establecimiento de relaciones entre las
dos potencias no garantizó, en ningún momento, la democratización del régimen
chino. El poder se mantuvo en manos del poderoso, y único reconocido, Partido
Comunista de China. No impidió la masacre de la Plaza Tiananmén en junio de
1989 ordenada por el mismo líder comunista que firmara el establecimiento de
relaciones diplomáticas con los Estados Unidos: Deng Xiaoping.
No obstante, ahora, con la decisión del
presidente Barack Obama de reconocer al régimen usurpador de Raúl Castro por la
vía de las relaciones diplomáticas, ¿en qué se benefician los intereses
geopolíticos de los Estados Unidos? Ni siquiera la Cuba oprimida puede
considerarse como un aliado circunstancial frente a un enemigo común, como fue
el caso de la China comunista frente a la URSS. El castrismo, sin embargo es
fuerte aliado de poderosos enemigos de los Estados Unidos como Irán y Corea del
Norte y apoyo formidable al régimen chavista de Venezuela.
En su alocución del 17 de diciembre, Obama
dijo que durante décadas, la relación entre Estados Unidos y el castrismo, “tuvo lugar frente al trasfondo de la Guerra
Fría y la firme oposición de Estados Unidos al comunismo”. Hizo también una referencia a los intentos
fallidos de los Estados Unidos de derrocar al castrismo promoviendo focos de
resistencia guerrillera o impulsando la invasión de Bahía de Cochinos o de
Playa Girón.
En los tempranos años del castrismo, Fidel
Castro y sus barbudos fueron una esperanza de cambios y mejoras para la gran
mayoría de la población. La revolución castrista contaba con el apoyo decidido
de los cubanos. En aquel tiempo, todos los intentos por promover la
contrarrevolución estaban condenados al fracaso porque la revolución era una
esperanza y contra la esperanza colectiva no hay poder ni fuerza.
Hoy el castrismo está al borde del
colapso. Presionar es el medio expedito y apropiado para lograr que caiga y dé
paso a un proceso de transición profunda y seria hacia la democracia. Hoy el
castrismo no es una esperanza, es una frustración. Tenderle la mano con el
ánimo de normalizar las relaciones es como darle oxígeno a un enfermo terminal;
es revivirle.
Obama justifica su accionar alegando,
entre otras cosas, que la política mantenida por Estados Unidos frente al
castrismo, “se origina en hechos que
ocurrieron antes de que muchos de nosotros naciéramos”; pero se equivoca de
plano. Lo que justifica la política de firme rechazo al castrismo está actual.
En Cuba bajo los Castro, subsiste la guerra fría y el odio hacia los Estados
Unidos y hacia sus valores democráticos; subsiste el pasado en el presente.
El castrismo, lo ratifica Raúl Castro, no
renunciará a “uno solo” de los principios que por más de cinco década han
sustentado y sin menoscabar la supuesta autodeterminación de los cubanos al
comunismo. Con la retórica característica de los comunistas, Castro puso bien
en claro la posición de su gobierno cuando dijo: “El heroico pueblo cubano ha
demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y sacrificios, que es y será fiel a nuestros ideales de
independencia y justicia social”. Y reafirma que entre Estados Unidos y el
castrismo existen “profundas diferencias,
fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos
y política exterior”.
Se equivocan tajantemente los que creen
que el castrismo desaparecerá tras la desaparición física de los Castro. El
comunismo en China continuó en el poder y aún más fuerte tras la muerte de su
líder Mao Zedong.
Existen profundas diferencias entre la
democracia, representada por Estados Unidos, y el totalitarismo presente en los
“principios” defendidos por el castrismo. El antagonismo ideológico y político
no se subsanará con solo el presupuesto de una relación diplomática diferente entre los Estados Unidos y el
gobierno obsoleto de Cuba. Como lo ha expresado correctamente Fernando Mires,
con el establecimiento de las relaciones diplomáticas “entre Cuba y los EE UU
no ha nacido una amistad, pero sí ha aparecido un nuevo tratamiento de la
enemistad”.
La enemistad desde otro ángulo de enfoque.
La izquierda bananera de América Latina y la izquierda de caviar europea han
recibido un fuerte golpe. El bastión antimperialista de una Cuba sitiada
políticamente ha desaparecido de la escena política de la confrontación. El
gobierno de Cuba se verá constreñido a moderar su retórica antimperialista, sus
consignas de “Patria o Muerte”, su fantasía apocalíptica de una guerra con el
imperio; el Armagedón numantino queda ahora fuera de contexto.
El levantamiento del embargo está a las
puertas. En vano protestarán los congresistas cubanoamericanos. Los intereses
financieros de las grandes corporaciones capitalistas tienen un gran peso en la
elaboración de las políticas y solo esperan el momento propicio para lanzarse
como manadas de lobos hambrientos sobre el casi virgen mercado cubano. Es muy
significativo el silencio de la cúpula republicana ante la nueva acción
ejecutiva de Barack Obama, más, cuando rugieron y lanzaron anatemas contra la
administración por la acción ejecutiva promovida a favor de un gran número de
los inmigrantes ilegales presentes en el país.
Desde el cuenco del Tea Party, el senador
por Kentucky, Rand Paul consideró la reanudación de las relaciones diplomáticas
y comerciales con la isla, como “probablemente una buena idea” y afirmó que el
embargo económico “simplemente no ha funcionado”.
¿Beneficios para los cubanos? Eso está por
ver. Obama declaró: Nadie representa los
valores de Estados Unidos mejor que su gente y yo creo que este contacto, en
última instancia, hará más para empoderar a la gente de Cuba. ¿Acaso el
turista americano posee atributos especiales que le diferencia de los turistas
españoles, canadienses, alemanes y tantos otros que viajan a Cuba? No lo creo.
El turista va a vacacionar, a buscar diversión, a pasarla lo mejor posible. El
turista no es un activista social. El americano, como otros turistas no será la
excepción. El llevará dinero fuerte que beneficiará a las empresas hoteleras
controladas por las fuerzas armadas de Cuba y, en última instancia, al
jineterismo.
Las entradas financieras que reciba el
gobierno les serán útiles para revitalizar su desvencijado aparato burocrático;
para fortalecer los órganos de represión, perfeccionar su aparato
propagandístico y contar con el suficiente dinero que le permita renovar todo
su equipamiento militar haciendo convenios con Rusia.
La oposición política al castrismo al
interior del país quedará desconcertada ante la nueva realidad política y
enfrentada a la nueva esperanza surgida entre los cubanos por el anuncio del
restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los que fueron
irreconciliables enemigos; una esperanza de mejoras y de cambios. La oposición
anticastrista se verá obligada a replantear sus métodos de lucha consecuentes
con las exigencias que las nuevas condiciones le impondrán.
En el futuro político de Cuba se
vislumbran algunas posibilidades: Convertirse en una China tropical con
economía de mercado y estructuras de poder cerradas; transcurrir por una
transición política que desemboque en un sistema semejante al que prevalece en
la Rusia de Putin o resolver sus contradicciones gobierno-pueblo al estilo de
la plaza Tahrir de Egipto o el maidan ucraniano.
Por el momento, parece cumplirse lo
anunciado por Fidel Castro en mayo de 2001 durante una visita a Irán: "Irán y Cuba, cooperando entre sí, pueden
poner a Estados Unidos de rodillas. El régimen norteamericano esta
extremadamente débil hoy día y nosotros somos testigos de esa debilidad debido
a nuestra cercana vecindad”.
Solo el tiempo dirá si la decisión de
Obama fue una solución confiable o un tremendo chasco político.