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lunes, 22 de diciembre de 2014

Obama-Cuba: ¿Una solución?

Mario J. Viera



En una carta abierta que dirigí a El Nuevo Herald, con fecha 21 de mayo de 2002, refiriéndome a las campañas para promover el levantamiento del embargo, dije: “El levantamiento del embargo no privaría a Castro (…) de sus "argumentos más manidos" para justificar su política de represión. El levantamiento del embargo, que solo tiene importancia política para Castro, le permitiría a este convocar a una "concentración" en la Plaza de la Revolución para afirmar que la "política de resistencia de la revolución y su posición de principios" habían sido los factores promotores del levantamiento de las sanciones americanas' y luego, sin inmutarse, le reclamaría al pueblo de Cuba que había que seguir "resistiendo" porque todavía quedaban las secuelas del embargo. Todo cambiaría para peor.  El cubano seguiría con el racionamiento alimentario, dentro de la misma pobreza en tanto que los órganos represivos, la Seguridad del Estado se fortalecería con más recursos y los tanques listos para reprimir un Tianamen cubano.

China es el mejor ejemplo. Cuba no sería distinta”.

Hoy ratifico estas mismas opiniones cuando los que favorecían un cambio de política de los Estados Unidos hacia el régimen castrista han logrado su propósito: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los que usurpan el poder en Cuba.

Estados Unidos tiene todo el derecho de tener relaciones diplomáticas con cualquier país que lo considere. Nadie puede negarlo. Pero, si legalmente tiene ese derecho, desde un punto de vista ético, resulta inaceptable que los Estados Unidos den el reconocimiento legal a un régimen dictatorial y violador sistemático de los derechos humanos y civiles de sus ciudadanos.

Sin embargo, ya antes los Estados Unidos habían establecido relaciones diplomáticas con un gobierno comunista, que, al igual que el gobierno de los Castro era, y es, un régimen dictatorial y violador sistemático de los derechos humanos de sus ciudadanos. El 1 de enero de 1979, durante la administración del demócrata Jimmy Carter, se establecieron relaciones diplomáticas con la República Popular China que ya se venían preparando desde la administración del republicano Richard Nixon, y se retiraba el reconocimiento dado a la República China de Formosa (Taiwán) desde 1945. Con este reconocimiento, la China Comunista obtuvo asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho al veto.

Este reconocimiento a un régimen comunista respondía a los intereses de Washington en medio de la guerra fría. El régimen de Mao Zedong ya antes había roto con la Unión Soviética y esto convenía a los Estados Unidos. La China comunista podría ser un aliado circunstancial contra Moscú.

El establecimiento de relaciones entre las dos potencias no garantizó, en ningún momento, la democratización del régimen chino. El poder se mantuvo en manos del poderoso, y único reconocido, Partido Comunista de China. No impidió la masacre de la Plaza Tiananmén en junio de 1989 ordenada por el mismo líder comunista que firmara el establecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos: Deng Xiaoping.

No obstante, ahora, con la decisión del presidente Barack Obama de reconocer al régimen usurpador de Raúl Castro por la vía de las relaciones diplomáticas, ¿en qué se benefician los intereses geopolíticos de los Estados Unidos? Ni siquiera la Cuba oprimida puede considerarse como un aliado circunstancial frente a un enemigo común, como fue el caso de la China comunista frente a la URSS. El castrismo, sin embargo es fuerte aliado de poderosos enemigos de los Estados Unidos como Irán y Corea del Norte y apoyo formidable al régimen chavista de Venezuela.

En su alocución del 17 de diciembre, Obama dijo que durante décadas, la relación entre Estados Unidos y el castrismo, “tuvo lugar frente al trasfondo de la Guerra Fría y la firme oposición de Estados Unidos al comunismo”.  Hizo también una referencia a los intentos fallidos de los Estados Unidos de derrocar al castrismo promoviendo focos de resistencia guerrillera o impulsando la invasión de Bahía de Cochinos o de Playa Girón.

En los tempranos años del castrismo, Fidel Castro y sus barbudos fueron una esperanza de cambios y mejoras para la gran mayoría de la población. La revolución castrista contaba con el apoyo decidido de los cubanos. En aquel tiempo, todos los intentos por promover la contrarrevolución estaban condenados al fracaso porque la revolución era una esperanza y contra la esperanza colectiva no hay poder ni fuerza.

Hoy el castrismo está al borde del colapso. Presionar es el medio expedito y apropiado para lograr que caiga y dé paso a un proceso de transición profunda y seria hacia la democracia. Hoy el castrismo no es una esperanza, es una frustración. Tenderle la mano con el ánimo de normalizar las relaciones es como darle oxígeno a un enfermo terminal; es revivirle.

Obama justifica su accionar alegando, entre otras cosas, que la política mantenida por Estados Unidos frente al castrismo, “se origina en hechos que ocurrieron antes de que muchos de nosotros naciéramos”; pero se equivoca de plano. Lo que justifica la política de firme rechazo al castrismo está actual. En Cuba bajo los Castro, subsiste la guerra fría y el odio hacia los Estados Unidos y hacia sus valores democráticos; subsiste el pasado en el presente.

El castrismo, lo ratifica Raúl Castro, no renunciará a “uno solo” de los principios que por más de cinco década han sustentado y sin menoscabar la supuesta autodeterminación de los cubanos al comunismo. Con la retórica característica de los comunistas, Castro puso bien en claro la posición de su gobierno cuando dijo: “El heroico pueblo cubano ha demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y sacrificios, que es y será fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social”. Y reafirma que entre Estados Unidos y el castrismo existen “profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior”.

Se equivocan tajantemente los que creen que el castrismo desaparecerá tras la desaparición física de los Castro. El comunismo en China continuó en el poder y aún más fuerte tras la muerte de su líder Mao Zedong.

Existen profundas diferencias entre la democracia, representada por Estados Unidos, y el totalitarismo presente en los “principios” defendidos por el castrismo. El antagonismo ideológico y político no se subsanará con solo el presupuesto de una relación diplomática  diferente entre los Estados Unidos y el gobierno obsoleto de Cuba. Como lo ha expresado correctamente Fernando Mires, con el establecimiento de las relaciones diplomáticas “entre Cuba y los EE UU no ha nacido una amistad, pero sí ha aparecido un nuevo tratamiento de la enemistad”.

La enemistad desde otro ángulo de enfoque. La izquierda bananera de América Latina y la izquierda de caviar europea han recibido un fuerte golpe. El bastión antimperialista de una Cuba sitiada políticamente ha desaparecido de la escena política de la confrontación. El gobierno de Cuba se verá constreñido a moderar su retórica antimperialista, sus consignas de “Patria o Muerte”, su fantasía apocalíptica de una guerra con el imperio; el Armagedón numantino queda ahora fuera de contexto.

El levantamiento del embargo está a las puertas. En vano protestarán los congresistas cubanoamericanos. Los intereses financieros de las grandes corporaciones capitalistas tienen un gran peso en la elaboración de las políticas y solo esperan el momento propicio para lanzarse como manadas de lobos hambrientos sobre el casi virgen mercado cubano. Es muy significativo el silencio de la cúpula republicana ante la nueva acción ejecutiva de Barack Obama, más, cuando rugieron y lanzaron anatemas contra la administración por la acción ejecutiva promovida a favor de un gran número de los inmigrantes ilegales presentes en el país.

Desde el cuenco del Tea Party, el senador por Kentucky, Rand Paul consideró la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales con la isla, como “probablemente una buena idea” y afirmó que el embargo económico “simplemente no ha funcionado”.

¿Beneficios para los cubanos? Eso está por ver. Obama declaró: Nadie representa los valores de Estados Unidos mejor que su gente y yo creo que este contacto, en última instancia, hará más para empoderar a la gente de Cuba. ¿Acaso el turista americano posee atributos especiales que le diferencia de los turistas españoles, canadienses, alemanes y tantos otros que viajan a Cuba? No lo creo. El turista va a vacacionar, a buscar diversión, a pasarla lo mejor posible. El turista no es un activista social. El americano, como otros turistas no será la excepción. El llevará dinero fuerte que beneficiará a las empresas hoteleras controladas por las fuerzas armadas de Cuba y, en última instancia, al jineterismo.

Las entradas financieras que reciba el gobierno les serán útiles para revitalizar su desvencijado aparato burocrático; para fortalecer los órganos de represión, perfeccionar su aparato propagandístico y contar con el suficiente dinero que le permita renovar todo su equipamiento militar haciendo convenios con Rusia.

La oposición política al castrismo al interior del país quedará desconcertada ante la nueva realidad política y enfrentada a la nueva esperanza surgida entre los cubanos por el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los que fueron irreconciliables enemigos; una esperanza de mejoras y de cambios. La oposición anticastrista se verá obligada a replantear sus métodos de lucha consecuentes con las exigencias que las nuevas condiciones le impondrán.

En el futuro político de Cuba se vislumbran algunas posibilidades: Convertirse en una China tropical con economía de mercado y estructuras de poder cerradas; transcurrir por una transición política que desemboque en un sistema semejante al que prevalece en la Rusia de Putin o resolver sus contradicciones gobierno-pueblo al estilo de la plaza Tahrir de Egipto o el maidan ucraniano.

Por el momento, parece cumplirse lo anunciado por Fidel Castro en mayo de 2001 durante una visita a Irán: "Irán y Cuba, cooperando entre sí, pueden poner a Estados Unidos de rodillas. El régimen norteamericano esta extremadamente débil hoy día y nosotros somos testigos de esa debilidad debido a nuestra cercana vecindad”.


Solo el tiempo dirá si la decisión de Obama fue una solución confiable o un tremendo chasco político.

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