Mario J. Viera
El Covid-19 nos está llevando ante una
crisis económica de grandes proporciones. La
mano invisible del mercado para corregir la economía ha quedado impotente
ante uns situación, no generada propiamente por deficiencias del sistema
capitalista, sino por el no previsible ataque de un agente invisible y letal,
como es el nuevo coronavirus. El neoliberalismo económico demuestra su incompetencia,
no solo por el hecho de generar un alto grado de diferenciación social, sino
por su incapacidad para resolver a tiempo una crisis económica ─ originada por
la pandemia viral ─ que puede también convertirse en una verdadera pandemia
económica
Tal como lo presenta Amanda Mars en un
artículo que apareció en la edición de el diario español, El País:
“Al final, siempre emerge la figura de
John M. Keynes, que defendía que los
mercados no se corregían solos ante una crisis severa, que ni siquiera la
política monetaria bastaba y que hacía
falta el brazo fiscal del Gobierno, el
gasto público y los estímulos para reactivar un país”
La frase representativa, marca
fundamental de la ideología del republicanismo, pronunciada por Ronald Reagan
al tomar la presidencia, “El Gobierno no soluciona problemas, el Gobierno es el
problema”, no siempre puede mostrarse como dogma infalible. La desregulación de
los sistemas financieros no siempre soluciona problemas, las desregulaciones,
la política de bajos impuestos a las grandes corporaciones, es el problema. Esto quedó demostrado por la política del New Deal que impulsó Franklin Delano
Roosevelt entre 1933 y 1930 basándose en un amplio programa social que amparaba
a las capas más pobres de la población, amparaba el sindicalismo y creo la Ley de Seguridad Social; y en las
propuestas del economista John M. Keynes para reformar los mercados financieros
y darle un nuevo impulso a la economía que había estado afectada por el crac de
1929. Roosevelt había salvado al sistema de economía capitalista.
La crisis del Covid-19 ha asaltado a
toda la política neomonetarista de Milton Friedman, impuesta en el país desde
la era de Ronald Reagan, con numerosas desregulaciones, con un sistema
sanitario costosísimo que más que sistema de salud es mercado económico y,
junto a ello, un elevadísimo déficit presupuestario incrementado con la nueva
política fiscal impuesta por Donald Trump. Esta crisis demuestra la falsedad de
la mano invisible del mercado. y pone en evidencia las grandes diferenciaciones
sociales a tal punto que florecen políticas reformistas de gran radicalismo,
como las impulsadas por Bernie Sanders. Y como bien expone la articulista de El
País: “No se puede calcular aún la duración (de esta crisis del Conavid-19),
pero sí va a resultar más abrupta que
la de 2008 y la recesión global se da
por descontada. Washington advierte de que la tasa de paro puede alcanzar el 20%, una aberración en un país
con escasa red social acostumbrado a casi el pleno empleo”.
Es necesario hacer un alto, y
emprender las reformas económicas que requiere el país, de lo contrario, jamás
se saldrá de los conflictos sociales, cada vez más agudos, y de las negativas
consecuencias de un sistema económico que se comprueba más discordante, al
funcionar solo para las grandes corporaciones y en perjuicio de la clase media
y de las clases trabajadoras; tenemos que volver al momento en que nos encontrábamos
antes de la llegada de Ronald Reagan al gobierno. Renovar el New Deal de
Roosevelt y tomando como partida el gobierno obamista, profundizar en la
necesidad de ampliar el Obamacare, reformarlo, hacerle más inclusive. No dudar,
ni por un minuto en implantar las necesarias regulaciones al sistema financiero,
y codificarlas, tal como se hiciera con la Ley Helms Burton, para que un
presidente, de manera festinada y en concurrencia con los intereses creados, no
pudiera levantarlas.
Hay que ponerle freno al ángel
exterminador que hoy asume la forma de un virus agresivo y letal como es el Covid-19,
y que ha asumido diferentes formas como el calentamiento global, en gran parte
provocado por le emisión de gases contaminantes a la atmósfera, por la
desregularizada industria de los combustibles fósiles, y sus secuelas de epidemias,
sequías, inundaciones, oleadas de nevadas, y de huracanes y tornados siempre
más intensos y destructores.