Mario J. Viera
No deja de asombrarme escuchar a muchos
cubanos del exilio, dando por cierto, que Donald Trump, logrará la caída del
régimen comunista-fascistóide imperante en Cuba. No me asombra, me alarma, que
esos muchos cubanos desean que Estados Unidos apriete el garrote vil de las
sanciones económicas para asfixiar hasta la muerte a la dictadura del PCC. No
me asombra, ni me alarma, me escandaliza, escuchar o leer sus reclamos de
eliminar el flujo de remesas a Cuba. ¿Creen acaso que Cuba, en la actualidad
representa un verdadero peligro para la seguridad interna de Estados Unidos,
hasta el punto de verse obligado a aplicar más y más sancionas contra el
régimen cubano y hasta incluso comprometerse a tomar medidas más drásticas con
el fin de provocar la caída del gobierno usurpador?
Yerran de puro entusiasmo los que así
piensan. Sus frustraciones lastran sus razonamientos, hasta hacerles caer en un
verdadero estado patológico de ansiedad; y su odio acumulado hacia la dictadura,
lo hacen extensivo hasta el mismo pueblo del cual ellos proceden. Así, alguien
en Facebook escribió estas delirantes frases: “Yo apruebo las sanciones económicas contra la dictadura cubana. Es indigno tener que depender de remesas. Libertades
económicas para el pueblo YA”.
Por un instante dudé en darles a estas
frases una réplica, porque el post había sido reproducido por una amiga a la
que mucho quiero, valoro y debo. Expresé, más o menos lo siguiente: “Lo que es indigno es olvidarse de lo que
sufre el cubano, y hacer olvido que, al régimen, solo de cierta manera, las
sanciones económicas, impuestas de manera unilateral por una sola nación le
pueden dañar”, los efectos, el régimen, los transfieren, los descargan,
sobre las espaldas del pueblo. Los personeros de la cúpula del poder mantendrán
casi intocables sus privilegios, atrincherándose “en sus cuarteles y teniendo
el apoyo de Rusia, de China, de Irán y hasta de Turquía”. No les faltan ayudas.
“España mantiene magníficas relaciones con el gobierno de Cuba, al igual que
Canadá, y México”. Muy bien que le viene a la geriátrica dictadura el cuento de
las sanciones económicas, porque les permite “mantener su coartada de plaza
sitiada”, y “justificar su programa de represiones contra la oposición”, porque
vindican hacerlo en defensa de la seguridad nacional. Cuba no es Corea del
Norte; Cuba no tiene un programa de enriquecimiento de uranio, no tiene tampoco
un programa de desarrollo de misiles de alcance medio, ni está empeñada con
dotarse de armas atómicas; la experiencia del octubre de 1962 les fue de gran
experiencia. Cuba no es China comunista, no puede medirse como un competidor
comercial de Estados Unidos, si hasta su economía, prácticamente, se encuentra
en bancarrota.
Y hay quien asegura, afirma, declara: “Cuba es un país parasitario por 60 años”;
y lo dice, porque muchos en la isla, subsisten recibiendo las remesas de sus
familiares en la emigración, tal como hace cualquier otro emigrante de
cualquier otro país. El razonamiento, de aquellos partidarios del garrote vil
económico, es el siguiente: “Ahogar al
gobierno, para provocar más escaseces, incrementar el desabastecimiento,
generar tal angustia que obligue al pueblo a tirarse a la calle para derrocar
al sistema”. Falaces conclusiones, sin que dejen de ser cínicas, Cuba no es
una nación de parásitos, esto, en primer lugar. Cuba es un pueblo rígidamente
sometido a una dictadura, y no a una dictadura cualquiera, como las tantas
habidas en Latinoamérica, sino a una dictadura totalitaria. Una dictadura
totalitaria, que a unos destierra, y de la que otros huyen, buscando nuevos
espacios en cualquier país. Huir se convierte en el socorro más utilizado para
liberarse de una dictadura totalitaria.
El momento más desesperado, sufrido por el
régimen castrista, no ocurrió durante la crisis de los misiles de octubre de
1962. Ese momento de desequilibrio, de amenaza de su ruina total, sucedió tras
la caída del bloque soviético, con la consecuente pérdida de todos los
subsidios provenientes del campo comunista. Ya antes había dejado horra a la
vaca soviética. Desempolva un plan de contingencia, inspirado en los kmer rojos
de Camboya, para formular un programa, eufemísticamente denominado “Periodo
especial en tiempos de Paz”. La carga de la “resistencia” ante la contingencia
económica recayó sobre el pueblo; fue el pueblo quien tuvo que resistir. La
alta dirigencia del PCC no se convulsionó. Una nueva vaca nutricia apareció
entonces para paliar el desastre económico, la Venezuela de Chávez. Mientras
tanto la represión se hizo más férrea, y cientos de opositores sufrieron largas
penas de presidio. Había que asegurar la subsistencia del régimen.
Todo parece que, muchos de los que ahora
piden más y más que se apriete el embargo en contra del régimen impuesto en
Cuba, o desconocen o pretenden obviar, el cuándo, el cómo y el por qué, se
dictó ese embargo. La historia es, para el apasionado sector de la comunidad
cubana, vinculada al Partido Republicano y consagrada fielmente a la defensa y
apoyo de Donald Trump, algo que no tiene mérito para ser considerada. Muchos de
ellos, si se les preguntara en que administración de Estados Unidos se dictó el
embargo comercial, probablemente no darían una acertada respuesta.
En 1960, Eisenhower preparaba un proyecto
de invasión a Cuba bajo los términos de la Operación Casilda-Trinidad. Había
aprobado algunas medidas coercitivas contra la isla rebelde, prohibiendo
primero las exportaciones de Estados Unidos hacia Cuba, y posteriormente suprimir
la compra de azúcar a Cuba. Las empresas petroleras de Estados Unidos,
cancelaron el suministro de petróleo a Cuba y se negaron a procesar el crudo
procedente de la URSS. Luego, mientras se elaboraba el proyecto
Casilda-Trinidad con vistas a una invasión a Cuba, el Departamento de Estado
rompía relaciones diplomáticas con Cuba. El acercamiento del gobierno de Castro
a la Unión Soviéticas significaba una amenaza en ciernes para la seguridad
interna de Estados Unidos.
Al asumir la presidencia John F. Kennedy
heredó los planes de invasión a la isla, elaborados por la pasada
administración; planes considerados por Kennedy como demasiado ruidosos,
haciendo imposible la “plausible
deniability” a la que aspirabas el presidente de Estados Unidos. En consecuencia,
la CIA, en menos de una semana, reelaboró el Proyecto Trinidad por otro con
solo 30% de posibilidades de éxito, pero que le vendieron a Kennedy como un
proyecto confiable. Resultado, el gran chasco de Bahía de Cochinos.
Por documentos ahora desclasificados, se
conoce que Kennedy hubiera querido hacer trizas a la CIA por el fracaso de
Bahía de Cochinos. Aquel gran chasco era una gran espina clavada en el orgullo
del presidente. Cuba estaba alineada con la URSS y eso sí constituía un más que
potencial peligro para la seguridad de los Estados Unidos. Bajo su impulso, la
CIA comenzó a desarrollar un plan de contingencia ante el caso cubano,
resultando en la elaboración de la “Operation Mongoose” u Operación Mangosta.
Algo tenía que hacerse. Sin que formara parte de la operación Mangosta, Kennedy
decidió aislar a Cuba del resto del hemisferio. Es así que, el 3 de febrero de
1962, Kennedy firma la “Proclamation 3447” de embargo a todo el comercio con
Cuba. Algunos dicen que el embargo se había declarado por las confiscaciones
que, contra empresas estadounidenses, había dictado el régimen de Castro, en
virtud de Ley No. 851 de “Defensa de la Economía Nacional”, publicada el 7 de
julio de 1960. Pero esta no es la realidad, como queda expresado en el texto de
la Proclamación 3447.
En el Considerando introductorio del
decreto presidencial, queda plenamente explicado el por qué del embargo
comercial: “Que la Octava reunión de los
ministros de Relaciones Exteriores ─ se dice en este texto ─, sirviendo como órgano de consulta en la
aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproco (TIAR), en su
Declaración Final resuelve que el actual
gobierno de Cuba es incompatible con los principios y objetivos del Sistema
Interamericano; y. a la luz de la ofensiva
del comunismo-chino soviético con el
cual el gobierno de Cuba está públicamente alineado urgió a los estados
miembros a tomar aquellos pasos que ellos puedan considerar apropiados para su autodefensa individual y colectiva”.
El tercer Considerando del decreto, ratifica:
“Que los Estados Unidos, de acuerdo con
sus obligaciones necesarias para
promover la seguridad nacional y hemisférica mediante el aislamiento del actual gobierno de Cuba, y, por lo tanto, reducir la amenaza que deriva de su
alineamiento con las potencias comunistas”.
Hasta la conclusión de la Crisis de los
Misiles, Cuba era una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos; para,
luego del derrumbe del bloque soviético, devenir Cuba, en algo que podría ser
molesto, desagradable para los Estados Unidos, pero ya jamás sería un peligro
para la gran potencia del norte. Sin embargo, el revanchismo de los batistianos
(los Díaz-Balart) no se resignaba. En 1992, el régimen de Castro está en
apuros; se había convertido en el eslabón más débil del comunismo, si las
cuerdas económicas se les apretaban, podría desplomarse por su propio peso. Son
ahora los demócratas los impulsores de un nuevo intento de implementar el
embargo como ley federal. El representante Robert Torricelli y el senador por
Florida Bob Graham patrocinaron la que se denominaría Ley de la Democracia de Cuba o Ley Torricelli. Esta ley estaba
dirigida a endurecer el embargo proclamado por Kennedy, extendiéndolo hasta las
concesionarias estadounidenses asentadas en otros países; promulgaba también la
prohibición a entrar en puertos de Estados Unidos por seis mese a toda
embarcación que hubieran descargado en puertos cubanos.
Pese a su alharaca, esta ley pasó sin
penas y sin glorias. Su proclamación era todo un rejuego politiquero para
captar los votos, del entonces muy poderoso exilio cubano. George H. W. Bush se
había mostrado reticente a ratificarla; pero eran tiempos de elecciones.
Aconsejado por los asesores de su campaña para la reelección, Bush cambió de
idea. Ganar la Florida era un asunto de primera importancia. Entonces, el 23 de
octubre de 1992 firma, en Miami la ley ante un numeroso auditorio de
cubano-americanos y sin invitar al acto de ratificación a los promotores
demócratas de la ley.
Castro se mantenía. El pueblo era
sacrificado a la resistencia, y obligado a mantenerse fiel a la caduca
revolución.
Y llega el año 1996. Lincoln Díaz Balart y
su Rosa Blanca se sienten eufóricos; ya tienen en la mano lo que creen es la
varita mágica que haría caer al maldito castrismo. La “Ley de Libertad y Solidaridad democrática de Cuba”, denominada
Helms-Burton El embargo se había codificado; ningún presidente jamás podría
levantarle de motus propio. No solo se sancionará al régimen castrista, también
sufrirán sanciones económicas todas las empresas extranjeras que colaboren con
el régimen cubano, y podrán ser interpuestas demandas civiles contra todos
aquellos que “trafiquen” en empresas expropiadas; todo dirigido a desalentar la
inversión extranjera en la isla. ¡Se acabó el castrismo! Sin embargo, ya han transcurrido
24 años y la dictadura del PCC, todavía está en Cuba.
En Cuba la oposición da un paso hacia
adelante en un verdadero reto al régimen, Concilio Cubano. Eso sí causó
preocupación y alarma al régimen cubano. ¿Una libre concertación de prácticamente
todos los grupos opositores y disidentes de la isla? De inmediato, la seguridad
del estado introdujo sus topos dentro de las estructuras de Concilio, comenzó a
presionar fuertemente a los activistas y, sin inhibirse, detuvieron y
condenaron a prisión a los dos activistas de mayor activismo dentro del gran órgano
de oposición.
Se debatía en el Congreso de Estados
Unidos la Ley Helms-Burton. Bill Clinton, como antes George Bush, con respecto
a la Torricelli, se mostraba reticente ante la nueva ley. El castrismo no podía
quedarse esperando por el veto de Clinton al proyecto de ley, Tenía que cortar
de cuajo el reto de Concilio y se fue por lo dramático, sus naves de combate
derribaron dos avionetas no artilladas que volaban hacia Cuba para
solidarizarse con Concilio. No le quedó más remedio al presidente Clinton que
ratificar con su firma la cuestionable ley. Algunos en Cuba, equivocadamente
saludamos la proclamación de la Helms-Burton; otros, con más acierto, la
declararon como un intento de Estados Unidos de imponer una nueva enmienda
Platt.
Aunque parezca una paradoja, bien le vino
al castrismo la promulgación de la Helms-Burton. Ya desde 1996 en Cuba aparecía
un modo nuevo de hacer periodismo, disidente y hasta contestatario, como
alternativa a los medios informativos de propiedad estatal. Por diferentes vías
se daba a conocer la verdad de la oposición, sus canales eran Radio Martí, y
las redes electrónicas con sede en Miami, de Nueva Prensa Cubana y Cubanet,
principalmente. Surgían nuevos grupos opositores. Todo parecía indetenible.
Entonces la dictadura decidió armarse con un recurso “legal” para decapitar a
la Hidra de Lerna de la oposición cubana; un recurso que pudiera justificar la
represión como si se tratara de un acto necesario de seguridad nacional
amenazada por una potencia extranjera.
El 16 de febrero de 1999, la Asamblea
Nacional del Poder Popular aprueba una nueva ley, la de “Protección de la independencia
nacional y la economía de Cuba”, Ley 88, que entraría en vigor con su publicación en la Gaceta Oficial
el 1 de marzo de 1999. Un cuerpo jurídico de solo 12 artículos y dos
disposiciones finales. El Primer Por
Cuanto de la Ley 88, fue bien específico de las razones par la vigencia de
la Ley 88. Una respuesta a la Ley del Congreso de Estados Unidos, Helms-Burton:
“POR CUANTO: El Gobierno de Estados Unidos de América se
ha dedicado a promover, organizar, financiar y dirigir a elementos
contrarrevolucionarios y anexionistas dentro y fuera del territorio de la
República de Cuba. Durante cuatro décadas ha invertido cuantiosos recursos
materiales y financieros para la realización de numerosas acciones encubiertas
con el propósito de destruir la independencia y la economía de Cuba, utilizando
para tales fines, entre otros, a individuos reclutados dentro del territorio
nacional, como ha reconocido la Agencia Central de Inteligencia desde el año
1961, en informe que fuera divulgado en el año 1998”.
Estableció en su
Artículo 1, lo siguiente: “Esta Ley tiene
como finalidad tipificar y sancionar aquellos hechos dirigidos a apoyar,
facilitar, o colaborar con los objetivos de la Ley Helms-Burton, el
bloqueo y la guerra económica contra nuestro pueblo, encaminados a
quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar al Estado
Socialista y la independencia de Cuba”. Ratificó además, en su artículo 7.1: “El que con el propósito de lograr los
objetivos de la Ley “Helms – Burton”, el bloqueo y la guerra económica contra
nuestro pueblo, encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país
y liquidar al Estado Socialista y la independencia de Cuba, colabore por
cualquier vía con emisoras de radio o televisión, periódicos, revistas u otros
medios de difusión extranjeros, incurre en sanción de privación de libertad
de dos a cinco años o multa de mil a tres mil cuotas, o ambas”.
La respuesta a
la Ley Helms-Burton la daría claramente la dictadura del PCC en la primavera
del 2003, cuando condenó a 75 ciudadanos, miembros de organizaciones
opositoras, civilistas y del periodismo independiente, a penas que oscilaban
entre 6 años hasta los 28 de prisión.
Para el
ingeniero agrónomo Dagoberto Valdés, quien fuera director de la revista Vitral
y de la digital Convivencia, “Vivir de
las remesas de forma permanente y sistemática es inmoral porque acostumbra a
los cubanos a vivir del trabajo ajeno”, En el caso cubano, esto puede
traducirse como una verdad a medias, y lo es, desde el mismo momento que Valdés
reconoce que los cubanos no pueden vivir dignamente, porque los salarios que el
gobierno cubano paga a los trabajadores del sector estatal son insuficientes;
porque “el modelo económico impuesto es ineficiente y la productividad
es insuficiente”, y porque la moneda cubana está devaluada, “es decir el peso cubano, cuyo poder
adquisitivo ha disminuido de forma crítica; y el Estado cubano paga en esa
moneda nacional devaluada y vende los principales alimentos, aseos y artículos
del hogar en moneda libremente convertible que vienen precisamente por remesas
de familiares”. Y ve Valdés, como solución a esta inmoralidad de vivir de
las remesas, la rectificación de las causas por el enumeradas, “y se transitara
ágilmente hacia una economía social de mercado”. Lo cual supone, en opinión del
ingeniero Valdés, “la atención a los
sectores más vulnerables, y que por tanto se liberen las fuerzas productivas
del país mediante la libertad de empresa, la garantía para la propiedad privada
y cooperativa y la libertad de comercio interior y exterior por parte de todos
los cubanos, incluidos los que conforman la comunidad cubana en la Diáspora”.
Es decir, esperar porque el régimen del PCC se decida a rectificar y emprender
el camino adecuado para la reconstrucción económica del país. Valdés debería
reformular su afirmación inicial y declarar: “Es inmoral que un gobierno no les dé más opción a los cubanos que vivir
de las remesas en forma permanente y sistemática”. ¡Ah de los reformistas
pasivos!
Pueden pensar
como quieran los sietemesinos mentales, pero las sanciones económicas impuesta
unilateralmente por una determinad potencia, son del todo insuficientes para
derrocar a una dictadura totalitaria. Las sanciones económicas pueden aumentar
las carencias de la gente de a pie, incluso pueden provocar hambrunas, pero el
hambre no genera héroes, no incitan rebeliones. ¿Quieren un ejemplo? Ahí tienen
a Corea del Norte. Desde 1950, Estados Unidos ha estado imponiendo sanciones
económicas a Corea del Norte; George W, Bush reconoció en 2007, que Corea del
Norte seguiría siendo “una de las naciones más sancionadas del
mundo”.
Al igual que le
ocurriera al castrismo a la caída de los regímenes comunistas de Europa, la
cadena productiva de Corea del Norte se paralizó. Según el economista coreano Kim
Byung-Yeon, la falta de combustible provocó masivos cortes de energía que
paralizaron las fábricas, como su industria extractiva que fue incapaz de
producir más recursos naturales, e insumos para otras industrias y para sus
exportaciones. Como señala el economista coreano "el colapso agrícola significó el repentino fin del SPD (sistema
público de distribución), que había sido
la mayor fuente de alimentos para los norcoreanos desde 1957. Desde alrededor
de 1993, las raciones fueron crecientemente demoradas o bien entregadas en
forma parcial. Los retrasos comenzaron en las zonas más remotas del campo, pero
pronto se esparcieron a las principales ciudades". Todo esto, junto a
las sanciones económicas impuestas al régimen de Pyongyang, originó la gran
hambruna de los años 90. Donde se calcula que el número de muertos alcanzaron
entre los 500 mil y los 600 mil, lo que representa entre el 2% y el 2,5% de la
población norcoreana de la época.
El hambre no mueve revueltas. El régimen
norcoreano se mantiene y si gue siendo una amenaza para la seguridad interna de
varios países y en especial para la de los Estados Unidos
“Es
indigno ─ dijo el ponente de Facebook ─ tener
que depender de remesas”. No, no es indigno, es condición para la
supervivencia frente al régimen de la igualdad en la miseria. Lo que, en verdad
es indignante, es que alguien, que puede ir al Publix o a Walmart, esté
pidiendo que no se envíen remesas a los familiares quedados en Cuba, para que,
por el hambre, se levanten en armas contra el PCC.